Cuando la pulcra señorita
Prim, mujer de amplia cultura y cuidados modales, llega a la pequeña población
de San Ireneo para trabajar como bibliotecaria en la mansión de un señor algo
excéntrico pero ciertamente encantador, uno podría pensar que se ha colado sin
querer en una novela inédita de Jane Austen o Charlotte Brontë. Porque es
innegable que hay un poquito de la orgullosa Elizabeth Bennett o de la
insatisfecha Jane Eyre en la
personalidad de la señorita Prim. Pero también hay pinceladas en esta novela, y
en su orgullosa protagonista, que nada tienen que ver con las heroínas de la
novela clásica sino que, muy al contrario, tienen mucho de crítica a la
sociedad en que nos movemos hoy, tan cuadriculada y frenética.
-
Pero, Prudencia, ¿me va a decir ahora que ignora
que San Ireneo es un pequeño reducto para exiliados de la confusión y agitación
modernas?
“El despertar de la señorita Prim” es una
novela que no deja indiferente al lector que se aproxima a ella. No he leído
una sola reseña que se pueda calificar de tibia sobre la novela de Natalia
Sanmartin Fenollera: o entusiasma o la ponen a caer de un burro. Creo que tiene
mucho ver en ello la perspectiva, el enfoque, que como lector damos a la
historia que se nos está contando. Porque esta lectura puede interpretarse de
muchas formas, todas ellas válidas: desde el homenaje a las novelas de las
mencionadas Austen o Brontë hasta la novela romántica o una edulcorada
distopía. En mi caso particular, desde el principio, “El despertar de la
señorita Prim” se me antojó un fabuloso cuento para adultos, impregnado de
guiños literarios y entrañables personajes.
- - Señorita Prim, ¿usted cree que existe de verdad en
el mundo alguna persona como el señor Darcy? (…)
- - Yo, creo, Eksi, que Jane Austen merece toda
nuestra admiración por haber creado al hombre perfecto. Pero como tú eres una
niña muy lista sabrás que no existe ninguna persona perfecta…
Ambientada en un pueblo
pequeño reconvertido en sociedad idílica, un lugar donde siempre hay tiempo
para una taza de chocolate a media tarde, hay en esta novela una invitación
evidente a pisar el freno y a valorar lo cotidiano. En San Ireneo la gente vive
despacio, los nuevos habitantes llegan buscando espacio y aire, los niños leen
a Dante y Homero y una paz casi beatífica envuelve sus calles. Una atmósfera
encantadora, que dota a la historia de una entrañable quietud, y en la que se
mueven una amplia galería de personajes construidos con gusto y acierto: el encantador
Horacio Delàs, la refinada Herminia Treaumont o un agradable coro de niños que
aman los libros.
Porque son los libros
otros de los grandes protagonistas de “El despertar de la señorita Prim”. Y no
sólo porque nuestra protagonista sea la encargada de limpiar, mimar y recolocar
los pesados tomos de la biblioteca de El Hombre del Sillón. Lo son porque se
habla de ellos, porque están ahí durante toda la narración, convertida en un
precioso homenaje a la literatura de cualquier tiempo y estilo, la valorada por
la crítica y la tradición y aquella valorada por los lectores de a pie.
La bibliotecaria sonrió aliviada.
Por un momento había temido que Herminia Treaumont perteneciese a ese grupo de
almas toscas incapaces de comprender el valor radical de una vieja edición de
Mujercitas en un plan de educación.
Merece también atención
la delicada, cuidada y agradable prosa de Natalia Sanmartin, su buena mano para
la creación de unos diálogos en los que se palpa la química entre sus
personajes, con lo difícil que es conseguir eso por escrito. Una narración
elaborada pero con chispa, ágil y discreta.
No puedo dejar de
recomendaros esta novela si estáis con la señorita Prim y conmigo, si sois de
los que pensáis que Mujercitas, con todo su almíbar, es una novela necesaria y
amable. Si incluso, secretamente y aunque no se lo contéis a nadie, Homero os
parece un escritor muy reputado pero un poco denso para leer al volver de
trabajar. O si simplemente hay días en los que os bajaríais del mundo para
comer una tostada con miel y un chocolate caliente. Entonces, os gustará “El
despertar de la señorita Prim”.