Barcelona, 1952.
Quedan pocas semanas para el Congreso Eucarístico, y la consigna oficial es dar
una imagen impoluta de la ciudad, pues está en juego la legitimidad
internacional del Régimen.
Ana Martí, novata cronista de sociedad de La Vanguardia, encontrará en el encargo de cubrir el asesinato de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda de la burguesía, su oportunidad para escribir sobre temas serios. el caso ha sido encomendado al inspector Isidro Castro de la Brigada de Investigación Criminal, un hosco policía de doloroso pasado, que tendrá que aceptar de mala gana que Ana cubra la investigación.
Ana Martí, novata cronista de sociedad de La Vanguardia, encontrará en el encargo de cubrir el asesinato de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda de la burguesía, su oportunidad para escribir sobre temas serios. el caso ha sido encomendado al inspector Isidro Castro de la Brigada de Investigación Criminal, un hosco policía de doloroso pasado, que tendrá que aceptar de mala gana que Ana cubra la investigación.
Pero la joven
periodista pronto descubrirá nuevas pistas que se apartan de la versión oficial
de los hechos y recurre a la ayuda de su prima Beatriz Noguer, una eminente
filóloga. Lo que en principio parecía una inofensiva consulta lingüística sobre
unas misteriosas cartas encontradas entre los papeles de la difunta se
convertirá en el inicio de una serie de revelaciones en las que están
implicadas personas muy influentes de la sociedad barcelonesa.
En medio de un
ambiente hostil poblado de funcionarios y políticos corruptos, porteras
entrometidas, policías violentos, prostitutas y ladrones de buen corazón, la
inteligencia y el arrojo de Ana y los conocimientos lingüísticos y literarios
de Beatriz serán sus únicas armas para resolver el caso.
Hacía mucho que quería leer a Rosa Ribas, y coincidiendo con
la publicación de su última novela, "La luna en las minas", me decidí
a estrenarme con ella. Es difícil atinar a la primera a la hora de escoger un
título de una autora tan prolífica, así que le dejé toda la tarea al azar. En
la biblioteca estaba "Don de lenguas", me gustó mucho esa portada en
blanco en negro (qué bonitas las ediciones de Siruela) y me la llevé a casa. De
esto hace ya unos meses, y aún tenía pendiente hablaros de ella. Y es que me
dejó con muchas sensaciones encontradas...
Ya os adelanto que la puesta en escena no era la mejor para
conquistarme precisamente a mí. El apogeo del franquismo en España es una época
gris, con la que me cuesta lidiar y de la que se ha escrito tanto y hemos leído
tanto, que a veces uno no necesita saber más. Aún así, se agradece a Rosa Ribas, que escribe aquí a cuatro manos junto a Sabine Hofmann, que la cuestión política sea un mero escenario y que se centre más en el papel
de la mujer. En este caso, en una Ana Martí que quiere hacer periodismo.
Periodismo de verdad, nada de ésas crónicas rosas que escribe desganada porque
al fin y al cabo, es lo único que se le permite escribir. Y por si fuera poco
ser mujer, Ana debe cargar también con el apellido de una familia caída en
desgracia tras la guerra, y el recuerdo de un hermano asesinado por el régimen.
"En los últimos años muchas palabras habían cambiado de
significado. [...] También habían cambiado los nombres de las calles y las
plazas, la forma habitual de los regímenes de tomar posesión de los lugares.
[...] Unas palabras desaparecían, otras mutaban de significado, otras devenían
omnipresentes, como España, destino, hombría, santo."
A través del personaje de su protagonista, nos regalan Ribas y Hofmann varios momentos entrañables, como el pasaje en que ofrece sus servicios
como amanuense en las casetas cerca del mercado de la Boquería, leyendo y
redactando cartas para aquellos que no sabían hacerlo; o la historia de Carmiña
y Hernán, ella preparando un ajuar a base de pequeños robos y él en la cárcel
por robar una máquina de coser. Ribas retrata desde otra perspectiva una época
caracterizada por la represión y la censura.
Son los personajes lo que sostienen la trama de "Don de
lenguas", y no al contrario. Quizá la que menos me ha llenado ha sido esa
Ana Martí, una heroína un tanto forzada que yo no me acabé de creer. Mucho más
me gustó su prima, Beatriz Noguer, la filóloga capaz de leer entre líneas y
desentrañar misterios de entre las letras de una carta. Eché de menos algo más
de protagonismo del inspector Castro, un tipo del ala dura que tiene una
interesante progresión como personaje pero del que me habría gustado saber más para
acabar de creérmelo. Todos ellos confluyen en una trama que se narra sin
grandes aspavientos, a un ritmo pausado y sin demasiado giro ni revelaciones sorprendentes.
Como veis, me he topado en mi primer encuentro con Rosa
Ribas con ciertos aspectos que me han gustado mucho y otros tantos que no. Y
ante estos casos, mi decisión es siempre la misma. Volver a leer a la autora y
ver qué prevalece. ¿Me recomendáis, ya que estáis aquí, alguna otra novela
suya?