En octubre de 1949, Helene
Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a
Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en
Londres.
Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la
señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes poco menos que
inencontrables que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos. Veinte
años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en
una intimidad casi amorosa. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto
es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en
nuestra vida los libros... y las librerías.
Helene
Hanff nació en Philadephia en 1916 y dicen que, ya desde muy niña, era un culo
inquieto. Entusiasta del teatro y la literatura, la niña se convirtió en una
mujer autodidacta que, mientras sobrevivía a base de escribir guiones para
series de televisión, seguía manteniendo intacta la necesidad de aprender.
Lectora voraz, ávida de saber más, inició en 1949 una relación epistolar con
los libreros de "Marks&Co", ubicada al otro lado del charco, en
el 84, Charing Cross Road de Londres. El objetivo de Hanff era hacerse con
libros raros, extraños o antiguos de los que seguir alimentándose. En la novela
que hoy os traigo se recoge esa correspondencia, que se alargó más de veinte
años en el tiempo, entre Helene Hanff y, principalmente, Frank Doel, encargado
de ventas de la librería. Ese intercambio de misivas se haría, con el tiempo,
extensivo a otros trabajadores de la casa y a la propia familia de Doel.
Es
imposible no engancharse a las letras de esa mujer inquieta y locuaz, casi
avasalladora en su necesidad de obtener pequeñas joyas literarias. Y es
imposible no sucumbir a la corrección británica del encantador Frank Doel,
siempre humilde y dispuesto a rebuscar en viejas colecciones ejemplares que
colmen las expectativas de Hanff.
Por las páginas de 84, Charing Cross Road, desfilan Jane Austen, Chaucer, Virginia
Woolf, Tocqueville y otros tantos autores con sus títulos, un acicate y un
regalo para cualquiera de los que somos lectores constantes y disfrutamos de
esos libros que contienen dentro a otros.
No
logran, sin embargo, eclipsar al alma de la novela, que es la relación que se
va forjando entre Hanff y Doel y su compartida pasión por los libros y la
literatura. Más allá de eso, en los duros tiempos de la posguerra, Hanff llegó
incluso a enviar a Londres viandas y regalos que hicieron más fácil la vida de
los libreros de Londres.
84, Charing Cross Road ha permanecido en mi casa durante
años, y ahora me parece imperdonable no haberla leído antes. Es una de esas
historias que uno sabe que volverá a leer más adelante, de las que consiguen
empapar al lector con aquello que emanan: humor, generosidad y amor por la
literatura. Si sois de los que la tenéis cogiendo polvo, rescatadla. Se lo
merece. Y si no mirad, Helene Hanff en todo su esplendor:
"Mis amigos son muy peculiares en cuestión de libros. Leen todos
los best sellers que caen en sus manos, devorándolos lo más rápidamente
posible..., y saltándose montones de párrafos según creo. Pero luego JAMÁS
releen nada, con lo que al cabo de un año no recuerdan ni una palabra de lo que
leyeron. Sin embargo, se escandalizan de que yo arroje un libro a la basura o
lo regale. Según entienden ellos las cosas, compras un libro, lo lees, lo
colocas en la estantería y jamás vuelves a abrirlo en toda tu vida, ¡PERO NUNCA
LO TIRAS! ¡JAMÁS DE LOS JAMASES SI ESTÁ ENCUADERNADO EN TAPA DURA! Pero... ¿por
qué no? Personalmente creo que no hay nada menos sacrosanto que un mal libro e
incluso un libro mediocre."