jueves, 16 de junio de 2016

"El color del perdón", por María Suré.

“El color del perdón” es, ante todo, una novela valiente. Lo es porque se decide a ahondar en un tema que a todos nos resulta, de un modo u otro, incómodo y doloroso. Y lo es también porque lo hace sin perder de vista la naturaleza misma de la historia. Conservando lo que es en esencia, un thriller psicológico, pero sin tirar de recursos fáciles. En la novela de María Suré apenas hay acción o giros imprevistos, todo fluye con naturalidad hacia donde debe ir. La tensión se halla en otro lugar, de otra forma.

Jane es una de esas mujeres, otra más, a la que el amor se le tornó en pesadilla. De forma paulatina, casi sin darse cuenta, el Jason que le regaló los instantes más mágicos de su vida se ha convertido en una bestia de la que se siente incapaz de escapar. Jane vive paralizada por el miedo, esperando inmóvil la bofetada definitiva. Una llamada comunicándole que han hallado el cadáver de su padre, desaparecido cuando ella era una niña, resulta ser el detonante que Jane necesita para empezar a moverse de una vez por todas.

Empezaba la reseña diciendo que es esta una novela valiente. Y lo es desde todos los ángulos. Valientes son sus personajes, y arriesgada su construcción. No era fácil lo de Serena, la amiga de Jane, dotada con un extraño poder para ver el color de las emociones. Es posible que si me lo hubiese contado cualquier otro, no me hubiese creído nada de ésa mujer, tan fuerte en la apariencia y tan frágil por dentro. Si esto fuese una película, Serena sería la típica robaplanos. Un personaje entrañable y lleno de matices, con una atípica conexión emocional con Jane, que me ha conquistado. Del mismo modo lo han hecho el resto de personajes. La evolución de Jane me ha parecido creíble, tan complicada como debe de ser en realidad decidirse a salir del bucle en el que vive. Jason también resulta un personaje muy logrado, con esa dualidad propia de los maltratadores, que lloran después de dañar.

“El color del perdón” es un thriller psicológico intenso, muy intenso, pero aquí el lector no aprieta los dientes ante un miedo desconocido o sobrenatural. La tensión reside en la situación que vive Jane, en el terror a la próxima salida de tono de la persona con la que vives, a la duda constante de si te matará mañana. Es una historia dura pero narrada con buen gusto y solvencia por una autora a la que habrá que prestar mucha atención de aquí en adelante, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta.


Quisiera cerrar mi reseña disculpándome con María Suré por la tardanza en leer su historia, que tan amablemente me ofreció, y que he ido demorando por razones que nada han tenido que ver con su novela que, como veis, me ha gustado mucho. Gracias María, por tu paciencia. ;)

miércoles, 8 de junio de 2016

"Diario de Golondrina", por Amélie Nothomb.

Amélie Nothomb ha sido durante mucho tiempo una de ésas autoras que a uno se le enquistan. Su aire provocador y que despierte sentimientos tan dispares entre los lectores que se aproximan a ella alentaba mi curiosidad, pero por otro lado, uno siempre tiene el temor de si sabrá estar a la altura del escrito al que se enfrenta. En este caso, la partida ha quedado en tablas. En “Diario de Golondrina” he encontrado elementos que me han entusiasmado y otros pocos que no lo han hecho tanto.

Se atreve Nothomb a meterse en la piel de un hombre sin corazón. Alguien que ha decidido, espoleado por un fracaso amoroso del que poco sabemos, apagar de motu proprio el interruptor de las emociones. Hasta que descubre que puede reencontrar el placer en la sangre ajena. Y la muerte se convierte en su oficio y su único alivio.

Me ha gustado mucho el estilo de Nothomb. Su prosa resulta sencilla en la forma y áspera y compleja en el fondo, formada en párrafos de aparente simplicidad, asequibles, pero que esconden distintas interpretaciones y que involucran emocionalmente al lector que quiera dejarse ir. Las poquitas páginas de “Diario de Golondrina” pueden leerse de una tacada, pero no se pueden asimilar ni digerir así, porque sería quedarse en lo obvio.

No me ha llenado tanto, sin embargo, la historia en sí. Nothomb no consigue que me crea a su protagonista, a pesar de la narración en primera persona. Sin embargo, tengo la sensación de que tampoco lo pretende. La narración a saltos, el giro que se produce tras el encuentro con Golondrina y el clímax final me han resultado inverosímiles y forzados, con un deje poético, demasiado rosa me atrevería a decir, que no casa ni con el estilo de la autora ni con la historia que hasta ese momento nos ha estado contando.


Aún así, me deja con ganas de seguir probando con Amélie Nothomb. Tengo curiosidad por ver qué tal funciona su estilo contando otro tipo de historia. ¿Me dejáis alguna recomendación?

jueves, 2 de junio de 2016

"Mágico, sombrío, impenetrable", por Carol Joyce Oates.

Mágico.
Sombrío.
Impenetrable.

Pocas veces un título resulta tan elocuente, tan revelador de su contenido.

La prosa de Oates es pura magia, el juego de una experimentada prestidigitadora en el que nada es casual. Cada signo de puntuación, los adjetivos, el uso de la cursiva… todo es intencional y parece estar cuidadosamente colocado para provocar algo en el lector. Y sin embargo, la narración de la neoyorkina resulta tan fluida y natural, tan creíble, que parece que estuviese contándole a uno, café mediante, lo que le pasó a un conocido común.

Sombrío es el universo que recrea a través de los trece relatos que conforman este volumen, retratando con una limpieza pocas veces vista las miserias del alma humana. Cada narración resulta una especie de fogonazo de luz que retrata, con todas sus luces y sombras, un sentimiento o un estado de ánimo, la complejidad interior del ser humano. Pone el foco de forma especial sobre la mujer: aborto, dependencia emocional, enfermedad. Se acerca a temas que son dolorosos, áridos, y sin embargo, nunca resulta su narración tétrica o sentimentaloide, sino lúcida. Cuando uno lee a Oates, es inevitable convivir con la sensación de que estamos ante una mujer tremendamente inteligente, con una habilidad para leer emociones tan grande como la que tiene para (d)escribirlas.

Impenetrable resulta casi siempre el carácter de la historia en la que nos vamos a adentrar. Uno se aproxima a ella confiado, sin ver venir el revés emocional que te aguarda tras unos primeros párrafos de anodina realidad. Cada relato es un zarpazo, más o menos cruel, pero siempre inesperado. Así, un viaje en coche se convierte en un periplo emocional por el interior de la mujer sentada en el asiento del copiloto, o un pequeño santuario al borde de una carretera se convierte en el lugar que da voz al fantasma que habita en él.

Los relatos de Oates, cada uno en su extensión, conforma una historia completa, que no deja esas sensaciones propias del género en las que uno echa de menos algo más de profundidad y tiempo para encariñarse con los personajes y dejarlos marchar al final. Todos ellos transmiten una idea completa, circular, y ofrecen al lector la posibilidad de llevarlos a su terreno, de ponerse en la piel de los seres que los habitan, porque todos estamos familiarizados con aquello de lo que nos hablan.

Me ha gustado mucho también ver parte del mundo en que se desenvuelve la autora plasmado en algunas de sus historias. Las alusiones al Nobel, con el que tanto se ha asociado su nombre últimamente, en un tono casi despreciativo, como un clímax al que ningún escritor debería llegar; la crítica literaria, que igual ensalza que destroza entre sus garras a un autor; o su violento retrato de la docencia universitaria, dibujada como un microcosmos de marcado carácter patriarcal en el que la mujer sigue siendo vista como un ser inferior.


Ya veis que mi primer acercamiento a la literatura de Carol Joyce Oates ha sido ha sido más que grato. Las trece historias que componen “Mágico, sombrío, impenetrable” están narradas con exquisitez pero además, todas ellas nos tocan de una forma u otra y dejan poso tras de sí, de tal forma que resulta difícil acabar un relato y enlazar con el siguiente, ya que el lector necesita un instante de reposo con el que sacudirse la resaca literaria. Y eso, dada la extensión de cada historia, es todo un logro.