jueves, 30 de abril de 2015

"Martyrium", por Vicente Garrido y Nieves Abarca.

Martyrium. Del griego martyrion, lugar que da testimonio de la fe cristiana.

Y sin embargo, no está Dios en esta ciudad de Roma que Nieves Abarca y Vicente Garrido construyen para el lector de su segunda novela. Sobre las hermosas cúpulas, sobres las cruces que pueblan la capital, flotan la depravación y la maldad. Bajo el luminoso carnaval no hay más que callejones oscuros y máscaras que amparan monstruos e inocentes, haciéndoles iguales.

En “Martyrium” nos reencontramos con la inspectora Valentina Negro, ahora en misión extraoficial para ayudar a su amiga Rebeca de Palacios, cuya hija ha sido secuestrada en Roma para someter a chantaje a la magistrada. Allí, el camino de nuestra heroína se cruzará también con el de “Il Mostro”, un asesino en serie que ha conmocionado a la población romana.

“Martyrium” conserva las peculiaridades de su predecesora “Crímenes exquisitos”: una violencia brutal, desnuda; sexo sin edulcorantes; una galería amplísima de personajes bien trazados y un ritmo vertiginoso que aquí empieza ya en el prólogo. Todo ello narrado con un lenguaje casi invisible, la palabra al servicio de la historia. Aún así, se percibe un estilo electrizante, pegadizo, ágil. Los diálogos suenan reales, con lo difícil que eso es. Las descripciones son ajustadas, aportan consistencia a la ambientación pero no se entretienen los autores en la belleza de la ciudad. Y a pesar de ello, consiguen sumergirte en la capital italiana más allá del Coliseo y la Fontana di Trevi, invitándonos a un recorrido por las pequeñas iglesias pobladas de lóbregas criptas y subterráneos.

Dos pilares fundamentales sostienen la novela: su trama y sus personajes. La historia puede resultar retorcida, algo inverosímil en ocasiones, pero te mantiene pegado a las páginas. Sin tregua. Y además, está bien armada. Los capítulos, breves, dinámicos, van entretejiendo una trama compleja y densa, urdida a cuatro manos y dos mentes, doblemente endiablada.  Embutidos en ella, una coral de personajes algo arquetípicos pero muy bien esbozados. Es sorprendente cómo los secundarios se describen en muy pocas líneas, sin dedicar demasiado tiempo a ello, pero consiguiendo que sean muy resultones y creíbles.

Si tuviera que ponerle algún pero, probablemente sería el epílogo. Entiendo su necesidad para poder dar pie a la tercera parte de la saga, “El hombre de la máscara de espejos”. Pero no me pareció que estuviese a la altura del resto de la novela, resultándome algo precipitado e inverosímil. También eché de menos algo más de la relación Valentina – Sanjuán, cuya dinámica se echa de menos a lo largo de la novela (¡tardan tanto en encontrarse que no me quedaban uñas!) y luego parece ocurrir algo entre ellos que permanece ajeno al lector y que quizá nos habría gustado leer.

“Martyrium” es una lectura obligada para los que disfrutáis de la novela negra y el thriller, es ésa novela que Dan Brown aún está intentando escribir. Brutal, arriesgada, contundente. Pura evasión, bien escrita, bien llevada, sin respiro para el lector.

martes, 28 de abril de 2015

"Muerte de una heroína roja", por Qiu Xiaolong.

“Muerte de una heroína roja” es uno de esos libros que viene con advertencia y ya nos avisa, antes de entrar en materia, de que estamos ante una “inmersión en la historia, la cultura, la tradición poética y gastronómica y la vida cotidiana de la sociedad china”. Daos la vuelta y volved por donde habéis venido si buscabais una trepidante novela negra con aroma oriental o un despliegue de detectives expertos en artes marciales. La primera novela de Qiu Xiaolong no es apta para nerviosos ni impacientes, mucho menos para lectores principiantes o que no resistan el arte de la divagación. Y sin embargo, es una novela formidable, completísima y llena de pequeños rincones por explorar.

Un viernes de mayo de 1990, en el canal de Baili, cerca de Shangai, aparece el cadáver de una joven. La unidad de casos especiales, con el inspector Chen Cao a la cabeza, deberá desentrañar el misterio de su muerte. Pronto descubriremos que la joven era una modélica trabajadora de los Grandes Almacenes Número Uno de Shangai. Una mujer entregada a la causa del Partido cuya trayectoria pronto convertirá su muerte en un caso con importantes implicaciones políticas.

Reconozco que al principio no conseguía situarme en el espacio tiempo. No sé prácticamente nada de la historia de China más allá de cuatro sucesos que todos conocemos. La Revolución Cultural me sonaba lejana, y de la plaza de Tiananmen apenas podía esbozar en mi mente la célebre imagen de aquel joven frente al tanque. Qué experiencia más enriquecedora leer una novela que te anima a indagar, a saber más. Mientras iba leyendo, conforme más me adentraba en la sociedad china de los noventa, más necesita saber. He tirado de Google, de enciclopedia e incluso de algún artículo antiguo para entender un poco mejor el contexto histórico. Y lo he hecho con gusto. Qiu Xiaolong dota a su novela de una magnífica ambientación, consistente, muy elaborada pero necesaria para comprender el devenir de la trama que nos plantea.

De la mano de sus dos personajes principales, nos sumergimos en una sociedad y una época que a pesar de ser totalmente ajenas para el lector occidental, se dibujan con exquisita precisión. El inspector jefe Chen Cao, recién ascendido y prometedor activo del Partido, es además poeta y traductor. Ahondando con detalle en su psicología, Xiaolong crea un personaje que podría ser él mismo, un hombre cabal, disciplinado, pero con capacidad para plantearse la situación social, más interesado en la literatura que en su propio ascenso a nivel político y profesional y claramente influenciado por el mundo occidental. Junto a él, el inspector Yu, de carácter más reservado, representa la cultura más arraigada y el gusto por lo tradicional. A su alrededor orbitan una serie de personajes a los que el autor también dedica pequeños espacios, dotándolos de su propio mundo interior y exterior, exhibiendo para nosotros las estrecheces físicas e ideológicas de la época.

No es “Muerte de una heroína roja” una novela negra ni nada que se le parezca. No lo es, al menos, tal como la entendemos aquí y ahora. Su ritmo es extremadamente pausado, no abundan la sangre, el sexo o los cadáveres. La muerte de la joven Guan Hong Ying no es más que una excusa para llevarnos a un recorrido espectacular por la literatura clásica china, con especial atención a “Sueño en el pabellón rojo”. Una invitación a degustar fideos, cangrejos y serpientes, a beber un vino de arroz; a recorrer las estrellas calles de Shangai, pobladas de puestos de empanadillas fritas. Es un viaje a una época convulsa y compleja. Una narración impregnada de la sutileza asiática, sugerente y exótica, que disfrutaréis de buen grado si la leéis sin prisa, acompañada de un té de jazmín.

miércoles, 22 de abril de 2015

"El caso del mayordomo asesinado", por Marco Mavaldi.

Hacía mucho que no me aventuraba a leer una novela de humor porque, hasta ahora, no había tenido demasiado éxito en las intentonas que había hecho. Confieso que había probado variadas temáticas y autores, pero en ningún caso había conseguido conectar demasiado con la historia que el autor me estaba intentando contar. Así que creo que desde “Fray Perico y su borrico” no había logrado terminar una novela en clave de humor. Hasta que me topé con esta fantástica, divertidísima novela de Marco Mavaldi, “El caso del mayordomo asesinado”, con la que me lo he pasado francamente bien.

Corre el año 1895 y en la mansión del barón Alinaro Bonaiuti, allá en La Toscana, se congregan los invitados para una batida de caza de fin de semana. Entre ellos, el reputado gastrónomo Pellegrino Artusi, que acaba de publicar su “La scienza in cucina e l'arte di mangiare bene” y un conocido fotógrafo traído para inmortalizar el paisaje. Entre puros y manjares, la velada discurre con agrado. Pero como no podía ser de otra forma, pronto la paz se verá interrumpida por la aparición de un cadáver. Un asesinato. Teodoro, el mayordomo, es hallado en una bodega cerrada por dentro en la que el sagaz cocinero invitado encontrará también un bacín de sospechoso contenido.

Así arranca esta sorprendente novela que no es negra ni pretende serlo, aunque sí encontraremos muchos guiños al género, desde el mayordomo muerto y hallado en un lugar cerrado a la criada Agatina, o el gastrónomo reconvertido en una suerte de Poirot de buen comer. Un divertido juego en el que Marco Mavaldi implica al lector sin disimulo, dirigiéndose a él directamente, invitándole a conjeturar y participar de los devaneos de la familia Bonaiuti y sus invitados. Y es que el auténtico protagonista y alma de esta historia es el estilo narrativo de Mavaldi, impregnado de un humor lleno de ironía, mordaz y afilado. Con un uso del lenguaje muy particular, el autor alterna el estilo típico de la época decimonónica en la que se ambienta la novela con otro más actual que usa para dirigirse al lector o incluir alguna chanza.

También acierta el italiano con la construcción de sus personajes. Desde los hijos del barón, excéntricos, vagos y algo justitos de inteligencia, hasta la divertida caricatura de un personaje real como Pellegrino Artusi, pasando por la aduladora Cosima o la malhumorada matriarca de la familia. Todos ellos serán sospechosos para el comisario Artistico, el sagaz investigador que habrá de resolver el entuerto.

“El caso del mayordomo asesinado” es una novela recomendable para todos los lectores: desde los asiduos al género negro que busquen una ruptura con lo convencional hasta los más asiduos al género humorístico, pasando por los nostálgicos de Poirot y los ansiosos por descubrir una pluma nueva, ligera, mordaz y muy prometedora.

jueves, 16 de abril de 2015

"La caja de marfil", por José Carlos Somoza.

“La caja de marfil” ha sido una de ésas novelas intencionadamente postergada a lo largo de los años, de ésas que uno guarda en la estantería como quien conserva su mejor vino para una ocasión especial. Descubrí a José Carlos Somoza hace más de diez años con su brutal “Clara y la penumbra”, una novela que flota entre la distopía y el thriller, plagada de referencias acerca del mundo del arte y la literatura. Un primer encuentro que produjo en mí una tremenda fascinación, y que hizo que fuese adquiriendo y leyendo, a lo largo de los años, todas sus obras. Obviamente, no todos mis posteriores acercamientos al autor han sido tan satisfactorios, especialmente en los últimos años, con “Tetrammeron” y “La cuarta señal”, que me gustaron poco y nada respectivamente. Hace unos días decidí rescatar de mi estantería “La caja de marfil”, uno de los títulos de Somoza que aún conservaba sin leer, para ver si conseguía quitarme ése regusto amargo que me habían dejado aquellas dos lecturas. Y a pesar de que es una historia que queda lejos de los complejos universos de sus otras novelas, tampoco ha resultado un reencuentro del todo decepcionante.

En Roquedal, un pueblecito costero que los asiduos del autor ya habíamos visitado en “Cartas de un asesino insignificante”, se produce la desaparición de una joven madrileña, hija de un adinerado y conocidísimo magnate. El padre pondrá el asunto en manos de Quirós, que es de todo menos un detective convencional. Nieves, una de las profesoras de la niña, también querrá implicarse en el caso. Esta extraña pareja de investigadores comparte denominador común con la mayoría de los personajes del universo Somoza, extrañamente complejos y con los que no resulta fácil empatizar. Eso no tiene por qué ser un hándicap, pero sí puede lastrar la lectura para según qué lectores y sus sensibilidades.

La trama fluye de una forma ciertamente irregular. El arranque es lento, algo tedioso, y va cogiendo ritmo poco a poco, hasta caer en un final bastante apresurado. El lenguaje sí es, como siempre, cuidado y especial. Como si en él pudiesen confluir las características del best seller y de la mejor literatura. Una literatura que está presente, casi siempre, en las novelas de Somoza, de una u otra manera. En este caso, aparece aquí en forma de pequeños cuentos o relatos, píldoras simbólicas que la joven protagonista escribía en el colegio y que tendrán su protagonismo dentro de la trama que el autor propone.

No os voy, ni me voy a engañar. No es ni de lejos la mejor obra de José Carlos Somoza. De hecho carece de la complejidad propia de algunas de sus otras novelas. La violencia se limita al envoltorio, es superflua y simplona y está muy lejos de la crudeza argumental y mucho menos evidente de “Clara y la penumbra” o “La dama número trece”. No es una buena obra para iniciarse con el autor, pero tampoco es como para acabar relaciones. Siempre, siempre, animaré a los lectores que no le conocen a descubrir alguna de sus obras. Somoza ha escrito de todo: ciencia ficción, thriller, erótica, terror… Seguro que hay un libro suyo que puede conquistar a cualquier tipo de lector. Pero esa caja de marfil, mejor reservarla para los muy adeptos a su obra.

martes, 14 de abril de 2015

"Uno más uno", por Jojo Moyes.

Cantaba Enrique Bunbury, en una de las letras más hermosas que se han escrito en castellano, que todo arde si le aplicas la chispa adecuada. Siempre he pensado que es una frase aplicable a todo, incluso a los libros. Porque al margen de calidades literarias, géneros y autores, tengo el convencimiento de que cualquier novela puede gustar a cualquiera si se acomoda al instante necesario, ése que hace que prenda la chispa, la química, entre la historia y el lector. “Uno más uno” ha caído en mis manos en un momento de necesidad, de ésos que uno anda por las esquinas boqueando para aspirar un poquito de optimismo. Y vaya si lo he encontrado.

Jojo Moyes tiene un poder especial. Hay escritores que lo tienen. De hecho, casi todos creen que lo tienen. La británica tiene un don para la creación de personajes, consiguiendo seres reales, corpóreos, amables, a los que es imposible no querer. Personajes que siempre son un poquito estrafalarios, con alma de perdedores, pequeños desastres andantes. Como Jess, que convive con una hija, Tanzie, que es un genio en matemáticas y un hijo, Nicky, que realmente no es suyo sino de su ex marido y que suele llevar más rímel que ella. También hay un perro, pero no un perro listo ni bonito. Un perro baboso, peludo e insufrible.  Jess se dedica a limpiar casas y a intentar que sus hijos traspasen el umbral de la adolescencia con los menos traumas posibles a pesar de su precaria situación económica. Y un día se cruza con esta atípica familia Ed Nichollls, un tipo que acaba de perderlo todo por culpa de una mujer. Juntos emprenderán un viaje que va a cambiar muchas cosas.

Jojo Moyes lo cuenta bonito, con un estilo desenfadado, muy agradable y asequible, intercalando abundantes diálogos que son sin duda el punto fuerte de su narración. Unos diálogos que consiguen sonar reales, ágiles y muy divertidos. Reconozco que más de una vez he sonreído como una idiota mientras la gente a mi alrededor me miraba, con mi cara de boba y mi libro verde, pensando que había venido de algún lugar más allá de Orión.

“Uno más uno” se ha adaptado a mi instante, nos hemos entendido bien, como ya me pasó con su novela anterior. Quizá aquí estamos ante una historia mucho más desenfadada, menos comprometida si uno quiere verlo así, aunque tras su apariencia superflua floten temas como el acoso escolar o la difícil situación económica y la forma en la que afecta a ciertos colectivos. Jojo Moyes ha vuelto a regalarme una lectura amable, de las que uno necesita para tomar aire, para sonreír, para escapar.


jueves, 9 de abril de 2015

"La luna no está", por Nathan Filer.

Difícilmente puede entender un niño de nueve años que la vida puede girar en un segundo y darte la espalda cuando hace un momento sólo alcanzabas a ver su luminosa cara. Matthew Holmes lo comprende de golpe la noche en que decide salir con su hermano Simon, durante las vacaciones familiares en caravana, para hacer una expedición nocturna por los alrededores.

“Te contaré lo que pasó, porque será un buen modo de presentar a mi hermano. Se llama Simon. Creo que te caerá bien. A mí me cae muy bien. Pero en pocas páginas habrá muerto. Y después nada volverá a ser igual”.

“La luna no está” ha resultado una lectura más incómoda de lo que esperaba. Abordar el tema de las enfermedades mentales siempre me resulta duro, pero más si nuestro protagonista es apenas un niño. Tras la muerte de Simon, Matthew inicia su calvario personal. Afectado por la pérdida y condenado a vivir en una casa donde sus padres viven en permanente duelo, el joven va construyendo otro universo que se irá volviendo más sólido conforme se adentre en la adolescencia.

Porque el Matthew que nos narra esta historia ya es mayor, está a punto de entrar en la veintena, y es ahora cuando se siente capaz de contar cómo ha sido su vida, el por qué de todo. Valiéndose de un ordenador, una vieja máquina de escribir y sus dibujos, desgranará para nosotros cómo su mundo real fue desmoronándose en detrimento del otro, en el que Simon aún está con él. De la niñez a la esquizofrenia, de Ocean Coves a un centro para enfermos psiquiátricos.

“Lo peor de esta enfermedad no es lo que me hace creer o me empuja a hacer. No es el control que ejerce sobre mí, ni siquiera el control que les  permite ejercer sobre mí a otras personas. Lo peor de todo es lo egocéntrico que me he vuelto. La enfermedad mental hace que la gente se repliegue hacia dentro. Nos atrapa para siempre en nuestro dolor mental…”

Nathan Filer se nos descubre como un narrador tremendamente imaginativo, capaz de adentrarse en el caótico universo de su personaje y transcribirlo para nosotros, con una excelente sensibilidad y una narración equilibrada, que consigue desdramatizar la historia en la medida de lo posible. Recurre también a distintas tipografías (dependiendo de dónde escribe Matthew), incluso dibujos, para dotar de realismo a su historia y representar, a un tiempo, el caos que se ha instalado en la mente de Matthew.

Si acaso tuviera que ponerle un pero sería que en su parte central, a pesar de la brevedad de la novela, eché en falta algo más de ritmo y se me antojó un poquito repetitiva. Pero al margen de ello, estamos ante una novela que aúna con acierto el drama y el buen humor, la ternura y la crudeza de la enfermedad de su protagonista, consiguiendo un interesante equilibrio narrativo y alcanzando distintas emociones en el lector.

lunes, 6 de abril de 2015

"Los amantes de Hiroshima", por Toni Hill.

Últimamente ando desencantada con la cantidad de trilogías, sagas y otras formas de estirar historias que pueblan las librerías. No sé si os ha pasado alguna vez, pero mi despiste habitual me ha hecho terminar algún libro con un mosqueo de campeonato porque no me había enterado de que formaba parte de alguno de estos inventos para vender libros llenos de paja. Porque lo que más encuentra uno en muchas de estas sagas es eso: una historia que no se sabe muy bien hacia donde nos lleva, con la acción tan dosificada que al final, no pasa nada.

Todo lo contrario ocurre con la trilogía de Toni Hill protagonizada por el inspector Héctor Salgado. El autor tiene cosas que contar, y las cuenta muy muy bien. Aquí no hay demasiado relleno ni final abrupto, Hill crea tres tramas autoconclusivas para cada uno de los tres volúmenes y deja de fondo la historia personal del inspector, que irá tomando protagonismo conforme ahondemos en ella.

En “Los amantes de Hiroshima” nos reencontramos con los personajes que ya nos acompañaron en “El verano de los juguetes muertos” y “Los buenos suicidas”: Héctor Salgado, aquel inspector reflexivo, fumador empedernido, algo taciturno, impulsivo, un poco argentino cuando se enfada; junto a él la agente Leire Castro, una tía con principios (los suyos), joven pero sin miedo a su inexperiencia. Dos personajes carismáticos a más no poder, dotados de una especial humanidad y realismo. Como en las dos entregas anteriores, junto a ellos encontramos un amplio coro de personajes de gran complejidad, alejados de cualquier tópico y tremendamente ambiguos. Sus personalidades se irán dibujando a través de flashbacks cuya ubicación espacio temporal no viene especificada, por lo que habrá de ser el lector quien los ubique dentro de la narración. Supongo que alguien habrá echado de menos ciertas aclaraciones al respecto aunque a mí, en lo personal, me ha gustado ése pequeño reto que Toni Hill propone al lector.

El punto de partida es mayo de 2011. El país está en plena efervescencia gracias a los movimientos de los indignados, y los españoles se mueven entre el miedo y la simpatía a ésas manifestaciones que pueblan las plazas. Toni Hill dibuja este telón de fondo, y sobre él construye la trama de los amantes de Hiroshima, los dos jóvenes que son hallados en una casa abandonada, abrazados y envueltos en un hule de flores amarillas. Mientras trata de resolver el caso, Héctor seguirá obsesionado con Ruth, su ex mujer, cuya desaparición toma tintes cada vez más complejos.

Las tramas de Toni Hill son maravillosas obras de ingeniería, complejas pero sin giros absurdos que terminen mareando al lector. El autor catalán mantiene el pulso a la historia hasta el final, sin frenadas ni cambios de marcha bruscos, dosificando la información con tino. Se permite incluso en este tercer volumen adornarse con un fabuloso juego metaliterario que incluye a Henry James y su conocidísima “Otra vuelta de tuerca”, además de un relato, creado por uno de los personajes, titulado “Los amantes de Hiroshima” que será, como os podéis imaginar, de enorme relevancia para desentrañar el misterio.
También acierta de pleno Toni Hill en la creación de ambientes: desde la mastodóntica Barcelona a un pequeño aula cuyos cristales son azotados por la lluvia, el autor crea espacios, lugares y atmósferas con sencilla minuciosidad.


Os decía al principio que últimamente no me entusiasma la idea de engancharme a una saga. Ante tanta oferta, me puede la pereza y la necesidad, cada vez más acuciante, de variar en mis lecturas. Pero en este caso, y sobre todo si gusta el género negro, merece la pena dejarse convencer y adentrarse en esta propuesta de otro autor patrio que viene a demostrar que aquí también se escribe muy bien.

viernes, 3 de abril de 2015

"El eterno legado", por Elisabet Castany.

Igual que el más avinagrado crítico cinéfilo se pone al llegar a casa una peli de Bruce Willis, hay momentos en la vida en los que incluso el más cultivado lector necesita tomarse un respiro. Épocas en las que uno no quiere más miserias de la guerra ni más prosas de impecable factura ni más detectives alcohólicos. Sólo un momento de evasión. Eso es lo que ofrece Elisabet Castany en su novela debut, “El eterno legado”. Una combinación de aventuras, fantasía y romance, agitada y servida a buena temperatura.

Amy es la protagonista de esta historia, una joven de fuerte carácter que ha quedado dolorosamente afectada por la reciente muerte de su padre. Su pérdida le conduce al hallazgo de unas cartas relacionadas con la familia de su madre, a la que Amy no conoció. En su necesidad de saber más de ella, nuestra chica terminará en un pueblecito del Pirineo francés donde se sucederán los descubrimientos, a cada cual más sorprendente.

Así contado, pudiera parecer que estamos ante una de ésas novelas de secretos e intrigas familiares. Pero pronto la trama coge otros caminos y se va más por los vericuetos de lo fantástico y la aventura, incluyendo sueños premonitorios, lobos domesticados, poderes y un montón de chicos demasiado guapos y encantadores para existir en la vida real.

La galería de personajes es amplísima y tradicional: los buenos son muy buenos, valientes, aguerridos y encantadores. Los malos son muy malos, malos de remate, y les odias con toda tu alma. Como en toda buena historia que se precie, hay también algún elemento con el que jugar, del que dudar, con el que sorprenderse.  Elisabet Castany dosifica bien los giros imprevistos, dejándolos caer de cuando en cuando pero sin abusar del factor sorpresa. Consigue así imprimir un ritmo constante, de puro entretenimiento, tirando de una prosa muy sencillita y asequible, aderezada con diálogos muy ágiles y con bastante chispa.

En el otro lado de la balanza, “El eterno legado” comete los pecadillos típicos del autor novel: el uso excesivo de adjetivos, las explicaciones innecesarias y cierta reiteración de escenas. No son elementos que lastren la narración, pero sí están ahí de forma evidente. También agradecería la novela un repasito para reducir el número de páginas, pues a pesar de leerse con fluidez, resulta larga y uno tiene la sensación de que lo mismo se podría haber contado con menos.

A resumidas cuentas, “El eterno legado” es una apuesta interesante dentro de su género, una voz fresca la de Elisabet Castany, que nos ofrece horas de evasión y una historia con unos ingredientes que resultan muy atractivos: secretos, un romance condenado a no consumarse, elementos sobrenaturales y una lectura sencilla y fluida para desconectar del mundanal ruido.

miércoles, 1 de abril de 2015

"No nos dejan ser niños", por Pere Cervantes.

No todo es idílico en Menorca. No lo digo yo, lo dice la portada de la novela de Pere Cervantes “No nos dejan ser niños”. Y sí, la historia que el autor nos trae no puede estar más lejos de lo idílico. En ella convergen extraños asesinatos, suegras puñeteras y música de Raphael, entre otros ingredientes. Tres cosas que dependiendo del momento y el contexto, no me lo negaréis, pueden resultar aterradoras.

María Médem, nuestra protagonista y heroína, acaba de reincorporarse a su puesto de agente en la comisaría local tras una baja por maternidad. María ha decidido abandonar su pasado como agente de Homicidios y dedicarse a la tarea, mucho más tranquila, de tramitar denuncias desde un despacho. Por desgracia, hay una asesina suelta en Ciudadela que va a obligar a María a retomar su vocación y, también, a reencontrarse con Roberto Rial, ex compañero en Homicidios y ex compañero también de cama. Por si María no tuviera bastante, su marido pasa media vida en Shangai y su suegra, malvada e insoportable como debe ser, se ha instalado en su casa.

Pere Cervantes dota a su novela de buen ritmo a través de capítulos cortos, ordenados cronológicamente por fecha y hora. Con un estilo narrativo ágil, fluido y sencillo, quizá lo más destacable es, a mi parecer, el sentido del humor algo retorcido con el que adereza su trama, jugando con algún tópico y creando escenarios de crímenes algo extravagantes. Y es que nuestra asesina, porque desde el principio sabemos que es una mujer, deja en el lugar de los hechos la música de Raphael, la canción que da título a la novela, reproduciéndose en bucle. También hay un enjuague bucal y azucarillos. Un cóctel realmente extraño que hará que María termine sospechando de su propia suegra.

Con una sencilla pero muy lograda ambientación, Pere Cervantes nos sumerge en las cálidas calles de Ciudadela y nos invita a un agradable tour por sus calas y alguna otra ciudad emblemática de la isla de Menorca. No acierta tanto el autor en la construcción de sus personajes, quizá porque es complicado para un autor meterse en la voz de una narradora de sexo femenino que, para más inri, acaba de ser madre. No ha conseguido conquistarme tampoco el desarrollo de la relación entre María, su marido y Roberto Rial, demasiado tópica y para mi gusto, carente del enfoque femenino que yo, personalmente, necesitaba.

Quizá porque este es mi género favorito y llevo ya muchos títulos similares leídos, he adivinado demasiado pronto quién estaba detrás de los crímenes de Ciudadela, y desde el principio, el desarrollo de la novela me ha parecido algo previsible. Es probable que para los que frecuentáis este género con frecuencia, como es mi caso, la novela resulte algo descafeinada y sencilla: no hay una estudiada complejidad argumental, carece de brutalidad o sofisticación en sus crímenes. Pero eso es una cuestión muy personal que os agradará más o menos dependiendo del tipo de lector que seáis y vuestras sensibilidades particulares.

“No nos dejan ser niños” es una novela negra con aroma patrio, con una agradable ambientación que me ha dejado con las ganas de visitar Menorca. Una lectura entretenida, sin complicaciones, con un toque de humor algo excéntrico y unos personajes que quizá son lo más flojo de la historia. Una buena propuesta, eso sí, para los que no tienen demasiada experiencia en el terreno de la novela negra y les apetece hacer una incursión en ella sin pasarlo mal.