¿Alguna vez os habéis parado a pensar en las miles de historias que se esconden tras los libros que tenemos en casa? No os hablo del contenido, sino de lo que hay un poquito más allá. El cómo y el dónde se gestaron ésas tramas, el cómo el curso de la historia pudo haber influido en ellas o cuánto hay de real en la visión que tenemos de los clásicos. En “La noche que Frankenstein leyó El Quijote”, Santiago Posteguillo nos anima a dar ese paso y adentrarnos en la historia de los libros, en las anécdotas, curiosidades y leyendas que rodean al vasto universo literario.
Os propongo echar un vistazo rápido a vuestras estanterías y a buscar a una escritora que antes de eso, fue una asesina. ¿Os lo imaginabais? Apuesto a que muchos de vosotros tenéis en casa una o varias novelas de esta gran dama del género negro que antes de darle al lápiz, empuñaba con gracia el martillo. Y no hablamos de bricolaje precisamente. ¿Sabéis de quien os hablo?
Probad ahora a visualizar a Alejandro Dumas. ¿Qué veis? Al novelista y dramaturgo clásico ¿verdad? Va, un poquito más. Mirad más allá de ése simpático bigote y ése aspecto de escritor simpático y bonachón. Después de leer a Posteguillo, creedme, ha cambiado considerablemente mi concepto del autor francés. Ahora también veo a un tipo dado a los excesos y el lujo al que alguien le escribía gran parte de sus exitosas novelas.
Os cuento estas dos anécdotas para ilustraros un poquito acerca de lo que podéis encontrar en este sugerente título de Santiago Posteguillo. Reconozco que no todas las historias son tan jugosas ni tan oscuras, pero es que sé lo que os gusta, por eso he empezado por ahí.
Encontraremos también un retrato desconocido para muchos de algunos autores universalmente reconocidos. Reconozco que me han gustado especialmente los fragmentos dedicados a la fabulosa Mary Shelley, dibujada aquí como una mujer cultísima que sentía una predilección especial por los autores españoles. Tanto que aprendió el idioma solamente para poder leer “El Quijote” en su versión original. Sobre eso, y sobre los paralelismos entre la obra de Cervantes y el Frankenstein de Mary Shelley encontraréis más entre las páginas de esta obra que hoy os traigo.
Muchos más nombres célebres son los que se pasan por las páginas de “La noche que Frankenstein leyó El Quijote”. Shakespeare, Zorrilla, Jane Austen o Dostoyevski también aparecen en diversas situaciones, unas más cómicas, otras de marcado carácter histórico y otras que no dejan de ser meras anécdotas pero que estoy segura, gustarán mucho a los lectores con callo y gusto por todo lo que tenga que ver con la literatura.
Una lectura muy recomendable para beberla a sorbitos, sin prisa, sin empachos y con espíritu curioso.
jueves, 28 de mayo de 2015
martes, 19 de mayo de 2015
"El murciélago", por Jo Nesbo.
Me enfado un poco,
conmigo y con el mundo, cuando no me gusta una novela que debería haberlo
hecho. Sobre todo si se trata de uno de ésos autores reconocidos a los que uno
ha hecho esperar largo tiempo. Y en ésas estamos. Aquí sentada intentando
entender, para poderlo explicar después, por qué no me ha satisfecho mi primer
encuentro con Nesbo. Porque lo más complicado es no saber el por qué. “El
murciélago” tiene un ritmo aceptable, está bien escrita, contiene una serie de
elementos que suelo valorar positivamente cuando me encuentro con ellos. Y sin
embargo, ni frío ni calor.
Jo Nesbo nos presenta en
“El murciélago” el primer caso de su emblemático detective Harry Hole, que ha
sido enviado a Sidney para la ocasión. Allí tendrá que investigar la misteriosa
muerte de una joven noruega, Inger Holter, cuyo cadáver ha sido hallado en un
acantilado. Allí conocerá al detective Andrew Kensington, un aborigen
australiano, que se encargará de acompañar a Andrew en su periplo por los bajos
fondos de la ciudad; y a Birgitta Enquist, de la que se enamorará perdidamente.
El primer escollo lo
encontré en la ambientación. Sidney, Australia. Las antípodas. Un lugar donde
conviven aborígenes y blancos en tensa armonía, a resultas de un largo proceso
histórico que no conozco, ni comprendo, ni la novela me ha ayudado a
comprender. No porque no lo intente, porque lo hace en la medida de lo posible.
Pero ésas pequeñas píldoras de historia puestas en boca de los personajes me
han resultado lejanas, incomprensibles y forzadas. Me producían desgana,
desinterés y ganas de pensar en lo que iba a preparar de cenar. No digo que la
culpa sea de Nesbo, igual soy yo y mi escasa motivación para aprender sobre el
pasado de Australia. Probad vosotros a ver si entendéis mejor todo ése embrollo
y luego podréis abofetearme con mi enorme incultura.
Prosigo. Los personajes.
Como imaginaréis, Harry Hole es la estrella. Este era mi primer encuentro con
él, así que quizá esperaba un detective más clásico, o más atormentado, o más
marchoso. No lo sé. Entendedme. Valoro la evolución de Harry, lo que ocurre con
él y las probables consecuencias de todo lo que pasa en “El murciélago”. Pero
por eso mismo, tengo la sensación de que estamos ante una novela escrita para
aquellos que ya están familiarizados con el personaje. Igual que ocurría con
“El ángel rojo” de Thilliez, que se lee de forma muy distinta dependiendo de si
uno ya conoce o no a Franck Sharko.
Sí me ha gustado el
estilo de Nesbo, rítmicamente pausado, muy visual, casi sensorial en ocasiones,
jugando con colores y sensaciones, creando símiles casi imposibles y logrando
una narración ágil, densa e intensa. Menos atinados me han parecido algunos
fragmentos de diálogo reconvertido en casi monólogos, aunque quizá esta
apreciación sea muy personal ya que, en general, siempre me provocan una
sensación artificiosa ésas intervenciones tan largas.
viernes, 15 de mayo de 2015
"Paranoia", por Franck Thilliez.
Monsieur Thilliez, mon cher écrivain, cuántos buenos ratos
hemos pasado usted yo. Permítame que me salte a la española todas ésas
fabulosas formules de politesse tan
cuidadas en su país y me dirija a usted sin previo ejercicio de contención ni
modales. Pero es que me gusta usted tanto, tanto… No voy a negar que en algún
momento me he dejado llevar y he mostrado enorme entusiasmo por los escritos de
su compatriota, el señor Leimatre, que pueden haberle hecho pensar que soy un
poco volátil y traicionera en mis afectos. No se engañe. Usted es mi francés
favorito.
Si hay algo que me gusta de usted es que
confía en la inteligencia de sus lectores. No, no es de ésos que van por ahí
buscando el giro imposible ni la última vuelta de tuerca. Usted no necesita de
imprevistos, ni de remiendos, ni de ases en la manga. Usted le va dejando al
lector las herramientas que necesita para colocar cada pieza en su lugar.
Algunas más escondidas, otras más evidentes, pero están ahí, para quien las
quiera ver. Me gusta que sus tramas, y más que nunca ocurre aquí en “Paranoia”,
sean pequeñas obras de ingeniería basadas en un plano que el lector puede
construir por sí mismo. Es usted un valiente, mon ami, porque algunos
podrían decir aquello de “lo vi venir”. Pero es que se trataba de eso, ¿verdad?
Confieso, al respecto de
sus personajes, que pensé que echaría de menos a Sharko. Pero me equivoqué,
usted gana otra vez. Quizá porque no hay ningún carácter en esta amplia galería
de “Paranoia” que recuerde en lo más remoto a su emblemático policía francés.
Ni Ilan, ni Chloé, ni Gygax, ni el mastodóntico Mocky contienen algún atisbo de
Franck, sus tormentos van por otro camino. Sí que resultan enigmáticos y
complejos. Aquel que durante un instante se erige como un monstruo puede
resultar el más tierno de los seres un segundo después. Qué cosas.
L a promesa de “Paranoia”
no se queda en el título, no es un farol, sino un auténtico reto para el lector
que se moverá, durante sus casi quinientas páginas, entre la realidad y la
ficción sin saber cuál es cuál. Atrás quedan la brutal violencia de “El ángel
rojo” o la elaborada parte científica de “Gataca”. Aquí la trama se mueve en el plano del más
puro thriller psicológico, sin apenas vísceras ni despliegues amatorios, con
trazas de clásicos como Silent Hill o
Cube pero con el particular toque Thilliez.
Franck, mon amour, espero que en tus próximos
libros muera el personaje que te escribe las sinopsis. No dejes que vuelvan a
hacerlo. Y tú, futuro lector, no cedas a la tentación. No le des la vuelta al
libro ni vayas un paso más allá de ésos pies en la nieve. En la parte de atrás
te cuentan MÁS de la mitad de la novela.
Y no quieres saber tanto, créeme.
Franck, escríbeme pronto
querido. Escríbenos pronto. Escríbenos más, mucho, a menudo. Que no nos falte.
martes, 12 de mayo de 2015
"La campanilla de la doncella y otros relatos", por Edith Wharton.
A Edith Wharton le tocó
vivir en un tiempo en el que era casi imposible ser todo lo que ella era. Mujer,
novelista, divorciada, bisexual y ganadora de un Pulitzer. Demasiado para el
recién nacido siglo XX. Y sin embargo, jamás cejó en su empeño de ser quien
ella con plenitud. Escribió para ironizar sobre los de su sociedad, una clase
pudiente de la que nunca se sintió parte. Escribió también sobre el amor, sobre
los lugares que visitó. Y escribió también para exorcizar sus propios
fantasmas, en el sentido más literal.
Cuando Edith Wharton
tenía nueve años enfermó de tifus y alguien dejó en su mesita de noche un libro
con relatos de fantasmas. Tanto la impactaron que, ya en la edad adulta, era
incapaz de dormir en un cuarto donde hubiese un libro que contuviese historias
de terror. Para matar sus miedos, empezó a escribirlos. Ahí surgió esta pequeña
compilación de relatos de fantasmas que hoy os traigo y que son un caramelo
para los asiduos al género.
Quizá tenga mucho que ver
en el estilo narrativo de estos cuentos la influencia de Henry James, amigo
personal de Wharton. La sombra de “Otra vuelta de tuerca” es alargada, y se
proyecta especialmente sobre “La campanilla de la doncella”. En este relato, la
joven Alice Hatley, aún recuperándose del tifus (no hay que ser un genio para
ver la analogía entre autora y personaje), llega a trabajar como dama de
compañía a la mansión de los Brympton. Pronto descubrirá una presencia
espectral que se deja ver al final de los fríos y lóbregos pasillos.
Es posible que al lector
de hoy algunos de estos relatos le resulten previsibles e insustanciales. Tan
acostumbrados estamos a los giros y las sorpresas, a los fantasmas post
góticos, que ya no sabemos disfrutar de aquella ambientación tan envolvente, de
las damas con tendencia al vahído ante la más mínima impresión (¡qué sería hoy
de ellas!) y de los clásicos fantasmas vestidos con enaguas y sombreros de ala
ancha que pueblan estas páginas.
No eran los fantasmas la
especialidad de Edith Wharton, que era más dada a la ironía y al retrato
social. Hay ciertos relatos que sí resultan algo deslavazados, aunque también
consigue asombrar con otros, como el fantástico “Kerfol” que recuerda tanto a
Henry James como a algunas de las píldoras policíacas que escribía Ágatha
Christie. Pero son lectura obligatoria para los amantes de los clásicos, más
allá de géneros, o para conocer a otra Edith Wharton que sorprenderá a los que
sólo la conocen por novelas como “La edad de la inocencia”.
jueves, 7 de mayo de 2015
"Buenaventura", por Toni Aparicio.
Soy una de ésas personas con una habilidad especial para construir castillitos en el aire. A veces se me caen. Eso me pasó con “Buenaventura”. Que me hice un castillo grande, grande, grande. Y se me cayó.
“Buenaventura” es la segunda novela de Toni Aparicio y está ambientada en la sugerente, gris y misteriosa Asturias de los años treinta. Esperanza, una joven huérfana, llega a la mansión de los Campoamor para trabajar como dama de compañía de doña Rosario. Allí se topará, como no podía ser de otra manera, con un misterio que está relacionado con la única hija de la señora y con una galería de personajes llenos de claroscuros.
La primera parte de la novela es un ejemplo fantástico de cómo crear expectativas en el lector respecto a la historia que se le va a contar. En primer lugar, hay una ambientación deliciosa: una mansión en las afueras de una villa en tierras asturianas. Pasillos lóbregos, enormes cortinas, escaleras y puertas prohibidas… ¿Quién se resiste a semejante enclave? Ante nuestros ojos comienzan a desfilar unos personajes irresistibles: Doña Agustina, la sigilosa y estirada ama de llaves; Diego Carreño, el atractivo administrador de la fortuna de doña Rosario; Sagrario, la criada… y frente a todos ellos Esperanza, la frágil Esperanza, que habrá de hacer frente a las intrigas de los habitantes de Campoamor y desenmarañar el secreto que todos ellos esconden. Porque hay un secreto, un misterio que se palpa, pero del que aún no podemos saber nada porque estamos empezando con la historia.
A todo esto hay que añadir que el estilo del autor resulta muy ágil y sencillo y que la estructura de los capítulos, que son de corta extensión, consigue transmitir la sensación de que el libro se lee solo. Uno se desliza por las páginas movido por la intriga y la necesidad de saber sólo un poco más, así que cuando quieres darte cuenta, has alcanzado las doscientas páginas casi por ensalmo.
En la segunda parte empiezan los peros. Alguno, pero nada grave. El aire de misterio que envuelve la novela se mantiene a costa de no revelar nada. Los diálogos de los personajes se tornan algo artificiosos, y a uno le cuesta entender por qué no hablan claro si están solos y todos ellos saben lo que se traen entre manos. Pero aún así, se entiende y se concede la licencia para mantener la intriga. Esperanza hace alguna cosa rara, pero es nuestra heroína y… bueno, las heroínas hacen ésas cosas.
El castillo se desmorona en la tercera parte. Por alguna razón que no acabo de comprender, el estilo narrativo de Aparicio se torna confuso y a ratos, uno no consigue situarse ni entender hacia dónde van los personajes o en qué momentos nos encontramos. Por otra parte, la magnitud del misterio creado es tal que cuando uno va atisbando la solución, no puede remediar pensar que quizá no era para tanto. Y luego hay un par de recursos que salen de ninguna parte y que caen en la trama como dos parches, dos remiendos que se han colocado ahí para evitar una fuga masiva. Pero uno se queda con la sensación de que la resolución hace aguas por todas partes y que nada de lo acontecido es como se esperaba. Claro, siempre habrá que alguien que piense que es cuestión de leer entre líneas.
La sensación final, en mi caso, no fue buena. La novela tiene un buen sustento inicial, hay una ambientación interesante y personajes con el suficiente empaque para mantenerla y tirar para adelante. Pero la tercera parte pierde fuelle y coherencia por momentos hasta llegar a un epílogo que, para mi gusto, está también fuera de lugar. Quizá otro lector, más avezado, más espabilado o más entendido, haya comprendido mejor el trasfondo de "Buenaventura". No ha sido mi caso.
“Buenaventura” es la segunda novela de Toni Aparicio y está ambientada en la sugerente, gris y misteriosa Asturias de los años treinta. Esperanza, una joven huérfana, llega a la mansión de los Campoamor para trabajar como dama de compañía de doña Rosario. Allí se topará, como no podía ser de otra manera, con un misterio que está relacionado con la única hija de la señora y con una galería de personajes llenos de claroscuros.
La primera parte de la novela es un ejemplo fantástico de cómo crear expectativas en el lector respecto a la historia que se le va a contar. En primer lugar, hay una ambientación deliciosa: una mansión en las afueras de una villa en tierras asturianas. Pasillos lóbregos, enormes cortinas, escaleras y puertas prohibidas… ¿Quién se resiste a semejante enclave? Ante nuestros ojos comienzan a desfilar unos personajes irresistibles: Doña Agustina, la sigilosa y estirada ama de llaves; Diego Carreño, el atractivo administrador de la fortuna de doña Rosario; Sagrario, la criada… y frente a todos ellos Esperanza, la frágil Esperanza, que habrá de hacer frente a las intrigas de los habitantes de Campoamor y desenmarañar el secreto que todos ellos esconden. Porque hay un secreto, un misterio que se palpa, pero del que aún no podemos saber nada porque estamos empezando con la historia.
A todo esto hay que añadir que el estilo del autor resulta muy ágil y sencillo y que la estructura de los capítulos, que son de corta extensión, consigue transmitir la sensación de que el libro se lee solo. Uno se desliza por las páginas movido por la intriga y la necesidad de saber sólo un poco más, así que cuando quieres darte cuenta, has alcanzado las doscientas páginas casi por ensalmo.
En la segunda parte empiezan los peros. Alguno, pero nada grave. El aire de misterio que envuelve la novela se mantiene a costa de no revelar nada. Los diálogos de los personajes se tornan algo artificiosos, y a uno le cuesta entender por qué no hablan claro si están solos y todos ellos saben lo que se traen entre manos. Pero aún así, se entiende y se concede la licencia para mantener la intriga. Esperanza hace alguna cosa rara, pero es nuestra heroína y… bueno, las heroínas hacen ésas cosas.
El castillo se desmorona en la tercera parte. Por alguna razón que no acabo de comprender, el estilo narrativo de Aparicio se torna confuso y a ratos, uno no consigue situarse ni entender hacia dónde van los personajes o en qué momentos nos encontramos. Por otra parte, la magnitud del misterio creado es tal que cuando uno va atisbando la solución, no puede remediar pensar que quizá no era para tanto. Y luego hay un par de recursos que salen de ninguna parte y que caen en la trama como dos parches, dos remiendos que se han colocado ahí para evitar una fuga masiva. Pero uno se queda con la sensación de que la resolución hace aguas por todas partes y que nada de lo acontecido es como se esperaba. Claro, siempre habrá que alguien que piense que es cuestión de leer entre líneas.
La sensación final, en mi caso, no fue buena. La novela tiene un buen sustento inicial, hay una ambientación interesante y personajes con el suficiente empaque para mantenerla y tirar para adelante. Pero la tercera parte pierde fuelle y coherencia por momentos hasta llegar a un epílogo que, para mi gusto, está también fuera de lugar. Quizá otro lector, más avezado, más espabilado o más entendido, haya comprendido mejor el trasfondo de "Buenaventura". No ha sido mi caso.
martes, 5 de mayo de 2015
"Milena o el fémur más bello del mundo", por Jorge Zepeda.
Quiero escribir mi reseña
con el mismo espíritu con el que leí “Milena o el fémur más bello del mundo”.
Quiero olvidarme por completo de que viene con el sambenito de Premio Planeta. No
quiero acordarme de que hace nada lo ganó Clara Sánchez. No me quiero acordar de que a su autor le han
otorgado un reconocimiento en forma de cifra de seis números mientras un montón
de autores tan buenos como él pero menos conocidos se buscan la vida como
pueden para que se reconozca su trabajo. No he leído el resto de obras
finalistas, y por tanto no puedo valorar si es realmente la mejor. Puedo dudar,
por puro escepticismo. Pero no puedo afirmar. Así que voy a intentar centrarme
en la novela de Jorge Zepeda sin mencionar más al Planeta, ni al jurado, ni a
lo descreída y malpensada que soy. Como si se tratase, solamente, de una novela
más.
Dicen las sinopsis
oficiales que esta novela es un retrato de las mafias ucranianas que operan en
España y el resto del mundo. Mucho más que eso, a mí me ha parecido un
devastador retrato de la violencia contra la mujer, duro y narrado sin un ápice
de benevolencia, pero sin recrearse en sus miserias, conformando una especie de
narración aséptica que la hace aún más cruda si cabe.
Milena se llamaba
realmente Alka cuando salió de Jastrebarsko, en Croacia, a los dieciséis años.
Viajaba con una amiga para trabajar en un restaurante de comida balcánica en
Berlín. Antes de alcanzar siquiera la frontera, ya era una esclava sexual más
en manos de una poderosa mafia dedicada a la trata de blancas, además de otros
negocios. Un magnate mexicano otorgará a Milena una pequeña temporada de
amparo, pero su suerte se tuerce de nuevo cuando el hombre muere y ella se ve
obligada a reemprender la huida. En su escapada, su camino se cruzará con el de
Los Azules, un grupo de justicieros formado por una política de izquierdas, un
periodista y un especialista en seguridad informática.
La novela de Jorge Zepeda
es, ante todo, una historia que se sustenta en sus personajes. Quizá por eso
son sus nombres los que encabezan cada capítulo, junto a una pequeña referencia
personal. Todos ellos aparecían ya en la novela previa del autor, “Los
corruptores”, que no he leído pero a la que no me importaría aproximarme más
adelante. Y todos ellos son dibujados con esmero por el autor, que dedica una
parte importante del arranque de la novela a dotarlos de personalidad y fuerza.
Así, a pesar de que la narración de Milena es quizá la más apasionante y
sobrecogedora, no carecen de interés las motivaciones de Amelia, Tomás o Jaime.
Quizá otorga especial fuerza el autor a los personajes femeninos, creando
mujeres que, a pesar de vivir sometidas de una forma u otra, tienen los
suficientes arrestos como para luchar por sus creencias. Desde la lucha de
Milena por su propia libertad a la emocional Amelia, dama de hierro de la izquierda, mujer intachable, sarcástica y
valiente, que se mueve con coraje en un mundo de hombres.
La ambientación es otro
de los puntos fuertes de “Milena…”. Jorge Zepeda dibuja un sistema podrido
hasta la raíz, en el que políticos, periodistas o funcionarios amparan a las
mafias y se venden al mejor postor. Refuerza estas sensaciones con los
capítulos titulados “Ellos”, en los que hombres poderosos y reconocidos de
distintos ámbitos de la sociedad narran en primera persona su experiencia en el
mundo de la prostitución. Políticos, obispos o empresarios, todos ellos
miembros de un complejo engranaje que aplasta a la más débil, y en el que todos
colaboran. También tiene Zepeda mucho que decir del mundo del periodismo, un
universo que el autor conoce de primera mano, y que no sale mejor parado que el
sistema político. Habla de “periodistas castrados por su adicción al poder”,
líneas editoriales que publican bajo las siglas de los distintos partidos
políticos, seres corrompidos que manejan y desinforman según convenga.
Como os podréis imaginar,
estamos ante una lectura densa, no por la forma en que está escrita, pues el
lenguaje resulta realmente cuidado pero cómodo y asequible, sino por el fondo. La
historia que se cuenta es dura y áspera. El ritmo con que se desarrolla tampoco
es bondadoso con el lector. No es una novela de acción al uso, a pesar de que
pueda en ocasiones parecerlo. Las implicaciones políticas y sociales, el
profundo dibujo que se hace de los personajes, la extensa longitud de algunos
capítulos hacen que la cadencia de la novela resulte algo irregular, con
algunos fragmentos algo tediosos, especialmente si uno no tiene un exorbitado
interés en saber más sobre las mafias ucranianas y su complejo funcionamiento.
Los capítulos centrales, exceptuando aquellos narrados con Milena, pueden
llegar a resultar algo repetitivos, creándose ciertas relaciones entre los
personajes que a mí personalmente me han resultado forzadas y poco creíbles.
No son peros suficientes
para desechar la lectura de “Milena o el fémur más bello del mundo”. Jorge
Zepeda orquesta una novela moderadamente compleja, de intenso trasfondo social
y político, cruda y necesaria a un tiempo.
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