Reconozco que cuando me
senté con “Holy Cow” entre las manos tuve miedo. Había cumplido a rajatabla con
todo el ritual. Silencio, luces a medio gas, taza de café caliente, manta. Pero
es que era él.
No.
ÉL. Notad el uso de las
mayúsculas, por favor.
David era lo más parecido
a un amor platónico que he tenido en mi vida. Él es el tipo por el que me
levantaba a media noche, a riesgo de que mi madre me devolviese a la cama
tirando de mí por las orejas, para ver a escondidas “Expediente X”. Con las
consecuentes pesadillas y ojeras posteriores. Por ÉL me fui a dormir a horas
intempestivas en días de colegio. Me maté a dar clases particulares todo un
verano para comprarme la serie en un formato que ya no puedo ver en ningún
dispositivo. Hice ese tipo de cosas. Y ahora me encuentro con una historia
escrita por él entre las manos. ¿Cómo se digiere eso? ¿Hay algo más íntimo que
el acto de leer las letras de otro? Era como asomarse al diario del chico que
te gustaba en el instituto. Algo así. Pero, ¿y si no me gustaba? Por Dios, era
la historia de una vaca. Una fábula. No las tenía todas conmigo, desde luego.
El alivio al asomarme a
las primeras páginas fue inmediato. Me gustaba. El humor de Elsie, la vaca, me
resultaba fresco, auténtico, natural. Un humor a lo Hank Moody, desenfadado y
sarcástico. Pero aún así, ¿una vaca?
“Holy Cow” es la historia
de Elsie Bovary, una vaca que vive feliz en una granja de Nueva York. La propia
Elsie es la voz narrativa, en primera persona, de esta fábula para adultos
salpicada de referencias entrañables para todos los que nacimos en las décadas
de los setenta y ochenta. Elsie resulta ser una profunda conocedora de la
cultura pop y la literatura de la época, además de una nostálgica sin remedio.
Por ello, salpica su relato de simpáticas referencias que serán conocidas para
todos los que aterrizasteis en la tierra por aquel tiempo. De lo que no sabe
tanto Elsie es del universo de los humanos, a los que se esfuerza en comprender
con escaso éxito.
Un buen día, Elsie
descubrirá que existe un Dios Caja en torno al cual las familias se reúnen y al
que prestan más atención de la que se otorgan entre ellos. Y gracias al Dios
Caja descubrirá que la vida para los animales, en otros lugares, no es tan
grata como la suya. Gallinas, cerdos y vacas que se apilan en vida para
terminar sus días en mataderos. El impacto es tan grande que Elsie decide huir
hacia el único lugar posible: la India, donde sus congéneres son seres
sagrados.
El primer tercio de la
novela de Duchovny es puro aire fresco. Y además no cae en lo obvio. Su crítica
va muchísimo más allá del ecologismo o el amor por los animales, aunque también
se pueda leer sobre ello en lo más superficial. Pero todos esos animales
aglomerados en granjas no dejan de ser, por encima de todo, un acertado símil
de nosotros mismos, de lo previsible, aburrido y gris de nuestra sociedad. A
través de los ojos de Elsie nos vemos a nosotros, nuestra intolerancia, nuestra
falta de interés, nuestra despreocupación a la hora de explotar unos recursos
que se agotan y que parecen no importar a nadie. Con sarcástica lucidez, Elsie
habla de religión y política, los dos males que más gravemente aquejan a
nuestra sociedad. Y nos da también alguna pincelada acerca del mundo editorial,
sobre aquello que se puede o se debe publicar, lo que vende, lo que lastra a un
autor.
¿Hay algún “pero” que
ponerle a “Holy Cow”? Sí, sí lo hay. Y es que en la parte central de la
historia, tras un inicio sorprendente y con mucho gancho, la novela decae un tanto.
No es una cuestión de ritmo, los capítulos siguen siendo brevísimos y la
lectura ligera, pero sí desaparece el factor sorpresa y aparecen nuevos
personajes que a mi parecer, lastran a Elsie, quitándole mucha más fuerza de la
que le aportan. En ese momento, la trama pide un avance que resulta forzado y
que cae en lo inverosímil, cosa que no había ocurrido en ningún momento antes.
El bache se solventa con
un final en el que nuestros entrañables protagonistas retoman el discurso
inicial y vuelve la inspiración que eché de menos en la parte central.