Qué agradable la estancia
en Gramercy Park. Empezando por su prólogo, ése viaje de ida que siempre se lee
con impaciencia, con un poco de inquietud, con desgana. No es el caso. La
introducción de Carmen Forján es un viaje preparatorio, el suave vaivén del
carruaje, un plano del lugar al que te diriges. También es un intenso retrato
de la autora, Anna Katherine Green, y de su Amelia Butterworth, la gran
precursora de muchas. De Miss Marple, sí. Pero también de Jorgina, la de los
cinco; de la gran Jessica Fletcher, la voraz escritora y detective aficionada
de “Se ha escrito un crimen”; incluso de las modernas investigadoras
televisivas, de Temperance Brennan o Carrie Mathison. Amelia es una especie de
matriarca cuyas descendientes son todas ésas mujeres capaces de abrirse camino
en un mundo de hombres, mujeres que a la hora de investigar se rigen más por su
instinto, aunque éste les obligue a caminar con el paso cambiado.
Anna Katherine Green y su
Amelia Butterworth fueron antes que todas ellas. Por eso “El misterio de
Gramercy Park” es, ante todo, un viaje a otra época en la que los crímenes se
resolvían a través de la observación y la deducción. Cuando no había intrincados
procesos científicos en los que apoyarse, y los señores detectives fumaban en
pipa mientras las mujeres no se metían en según qué asuntos, y se dedicaban a
vivir entre pucheros y bastidores.
Excepto si te llamas
Amelia Butterworth. Entonces, ésos menesteres son secundarios. Amelia Butterworth es el alma de la novela.
Una dama de mediana edad, soltera por propia elección (¡faltaría más!);
decente, culta, perspicaz. Una señorita bendecida con el don de la curiosidad,
tremendamente observadora (que no fisgona, ¡faltaría más!). De agradables y
correctísimos modales, sólo modificables por causas de fuerza mayor. Quizá cabría añadir que es algo impertinente,
un poco cargante a veces, pero no quiero ser yo quien ofenda a una señorita con
tanta clase y buen gusto.
Cuando una noche asiste
desde su ventana a la llegada de dos personas a la casa de sus vecinos, los Van
Burnam, no se imagina que se verá implicada en un rocambolesco caso de
asesinato. Un misterio que habrá de desentrañar, de forma oficial, el curtido
detective Gryce, hombre de larga trayectoria y poco acostumbrado a las
señoritas con ínfulas de investigadoras. La rivalidad entre ambos está servida.
“El misterio de Gramercy
Park” es también el fabuloso retrato de una ciudad de Nueva York invadida por
carruajes, caballos y damas con velo. Pero es, aún más que eso, el dibujo sutil
de la sociedad que lo poblaba, de los ritos y costumbres de la época, cuando
las mujeres sucumbían al desmayo a causa de la más mínima impresión o
enfermaban de fiebre por amor.
Narrado en primera
persona, la prosa de Anna Katherine Green comparte las bondades de su
protagonista: pulcra, exquisita, propia de una dama, sin excesos. Tan deliciosa
como esta edición ilustrada de la editorial D’Epoca, un alarde de buen gusto
que va desde la sobrecubierta al punto y final, pasando por la calidad del
papel y las ilustraciones que lo pueblan.
Si estas Navidades tenéis
que hacer un regalo a un lector exigente, recurrid a D’Epoca. Seguro que no
falláis.