Lincoln es un buen niño. Con cuatro años es curioso, inteligente y bien educado. Hace lo que su madre le dice y sigue las normas.
«Hoy las reglas son distintas. Y las reglas dicen que nos escondamos y no permitamos que el hombre del arma nos encuentre.»
Cuando un día feliz en el zoo se convierte en una pesadilla y Joan se ve atrapada con su hijo, deberá hacer acopio de todas sus fuerzas y encontrar el coraje para protegerlo a cualquier precio; incluso si eso significa cruzar la línea entre el bien y el mal, entre la humanidad y el instinto animal. Una línea que nadie imaginaría nunca traspasar.
Pero, a veces, las normas son diferentes.
"Reino de fieras" llegó al mundo en nuestro país a principios de este año, amparada bajo sonoras recomendaciones y al cobijo de una campaña publicitaria brutal. No hay más que echar un vistazo a la faja promocional para encontrar rotundas y entusiastas frases que lo colocan entre los mejores thrillers del año. En ella leeréis "inteligente", "irresistible", "adictiva", "nervios de acero", "rebosante de adrenalina". La mayor parte es mentira. De hecho, tras muchísimas frases de este tipo en distintos libros, empiezo a dudar de que existan realmente medios como The Observer o Publishers Weekly.
Partiendo de la base, pues, de que todo eso no es cierto, y de que por regla general, no suelo creérmelo, intenté afrontar su lectura borrando de mi mente todo lo leído al respecto. Las primeras reseñas fueron más entusiastas, y la segunda hornada, mucho más tibia. Cuando el libro llegó a mis manos, tenía ante todo curiosidad por ver qué sensaciones me dejaba a mí, porque tenía bastante claras las que había dejado en el resto del mundo.
El punto de partida a mí sí me impactó de alguna forma. En este mundo en el que estamos, ya nadie se sorprendería de que un par de locos entraran armados a cualquier sitio y empezasen a disparar a diestro y siniestro. Como Joan, yo también tengo un niño de cuatro años locuaz, imaginativo y que necesita mucho de mi mano izquierda. Así que la autora lo tenía fácil conmigo para zambullirme en su historia.
Las primeras cien páginas se leen solas. El problema llega cuando tras ese buen arranque, Gin Phillips parece no saber muy bien qué hacer con sus personajes. Como si hubiese tenido claro el principio y el final de su historia, pero no hubiese sabido qué hacer para llegar de A a B. La parte central es entretenida, pero carece de nervio, de adrenalina y de la angustia que yo debería haber sentido ante la situación. La autora tampoco ahonda en el aspecto psicológico de Joan o de los agresores, y aunque en un determinado momento parece que la trama va a virar hacia ese punto, luego se diluye y se queda en nada.
Así que al final, "Reino de fieras" resultó más drama que thriller, entretenida pero no absorbente ni adictiva. Una novela que posiblemente se venderá como rosquillas y que dejará a muchos lectores con la sensación de que se podrían haber sacado mucho más de ella.