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viernes, 16 de octubre de 2015

"Hipotermia", por Arnaldur Indridason.

Frío. Ése es el eje y el motor, lo que predomina por encima de todo en "Hipotermia", la novela que ha supuesto mi primer encuentro que el autor islandés Arnaldur Indridason, venerado por muchos y denostado por otros tantos por eso mismo, por ese estilo frío y aséptico que impregna su narración y sus historias. Yo soy de las que toleran bien las bajas temperaturas, de las que disfrutan cobijándose bajo las mantas y cerrando herméticamente pijamas y calcetines. Así que, como imaginaréis, "Hipotermia" me ha dejado buenas sensaciones.

La obsesión de María por la vida más allá de la muerte la persigue desde niña, cuando vio a su padre ahogarse en el lago. Ahora que acaba de perder a su madre, María no cesa de buscar señales y mensajes del otro lado. Cuando el cuerpo de María aparece colgando de una viga en su casa de las afueras, pocos dudan de sus motivaciones. Pero el inspector Erlendur Sveinsson necesita ir un paso más allá y, de forma extraoficial, empieza a investigar la muerte de María y a vincularla con otras desapariciones ocurridas en Islandia en años anteriores.

No es amable el dibujo que Indridason hace su país. Islandia se nos aparece como un lugar en las antípodas del idílico paraíso de las agencias de viajes. Una tierra sombría y helada, lúgubre, donde los crímenes se pueden cubrir con hielo y quedar ocultos por siempre. Se intuye una orografía compleja, poblada de nombres imposibles que contribuyen a mantenernos lejos de la narración, que casi consiguen sacarte de ella. Lo lograrían de no ser porque la narración del autor es tan fluida y sencilla que uno lee sin esfuerzo ni casi conciencia de hacerlo. Me han llamado la atención los diálogos, tremendamente simples, casi pegados a la forma real expresarnos de forma oral, lejos de ésos monólogos inacabables que a veces los autores endilgan a sus personajes. He de reconocer que al principio me resultaban extraños y cortantes. Fríos, al fin y al cabo. Luego he terminado viéndolos como una característica más del curioso estilo del islandés.

Quizá ha influido en mis buenas vibraciones el hecho de que hacía más de un año que no había tocado suelo nórdico, puede que porque en otro tiempo terminé saturada entre tanta Lackberg y Larsson. Puestos a elegir, me quedo con el estilo distante, despiadado y lóbrego de Indridason, menos aderezado, más áspero que el de ellas, pero más afín a mi. ¿Y vosotros?