La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como
bibliotecaria cuando se le encarga catalogar la biblioteca de una mansión
victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático
coronel. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto
descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que
este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos
una extraña relación. Una relación íntima. Inquietante. Nada ambigua. Gradualmente,
Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, y emprende un
camino de auto descubrimiento. En todos los sentidos. A pesar de las críticas
que recibió por su controvertida temática, Oso ganó el premio Governor de
literatura en 1976.
A veces me empeño en hacer
cosas que no son las cosas que haría habitualmente. Como leer en pleno mes de
agosto, con la cabeza funcionando a todo gas, una novela como "Oso",
de Marian Engel. Una historia que es un viaje, no sólo a los paisajes de la
hermosa Canadá, sino también al interior de Lou. No os asuste lo del viaje
interior. O sí, más bien debería hacerlo. Porque el camino es bastante atípico,
quizá excesivamente transgresor para según qué ojos. Todo dependerá de cómo tú
lo entiendas.
La sinopsis desvela casi todo
lo que ocurre, y sí, ocurre lo que podéis deducir. Hay una mujer y hay un oso,
y una relación que se forja entre ellos y que a mí, aún a día de hoy, tras
intentar digerir sus páginas desde mil ópticas, me sigue dejando en el limbo.
No me ha escandalizado, no me ha asustado, no me ha producido ni miedo, ni
asco, ni repulsión. Y no sé si eso debería preocuparme o la culpa hay que
echársela toda a Marian Engel, que lo cuenta con una naturalidad y una belleza
que cobran un mayor protagonismo que los actos en sí.
"Amaba al oso. Había en él unas
profundidades que Lou no podía sondear, que no podía palpar ni destruir con los
dedos del intelecto. [...] Era una enorme criatura viva, más vieja, grande y
sabia que el tiempo, una criatura que por ahora era su criatura, pero que en el
cualquier otro momento podría volver a su propio mundo, a su propia sabiduría."
En apenas doscientas y pico
páginas, recorremos de la mano de Lou el trayecto que va de la bibliotecaria
aburrida, frustrada, rígida, hasta la mujer que resurge en esa isla canadiense,
entre libros y notas sobre osos, a base de transgredir las normas, a veces tan
absurdas, que nos dirigen en el día a día. Aislada en la isla, la mansión del
coronel se convierte en un fuerte, una trinchera tras la que Lou empieza a
percibir que el mundo tiene otros colores, otros paisajes, menos cómodos pero
más placenteros.
La prosa de Engel, como os
decía más arriba, es en gran parte culpable de que seamos capaces de entrar en una historia como esta. Más allá de las escenas de Lou y el oso, narradas con
una exquisita delicadeza, la autora canadiense se recrea en los paisajes de esa
isla ficticia, en los colores del cielo y las aguas y la forma en que la luz
incide sobre ellos, mientras desmonta y vuelve a montar a Lou, sin artificios.
Me ha gustado especialmente la forma en que Engel echa el cierre a su historia,
un colofón magnífico y muy coherente que, obviamente, os invito a descubrir por
vosotros mismos.
Os invito a descubrir
"Oso", a pesar de tratarse de una de ésas lecturas que por mil
razones, no pueden recomendarse alegremente. Hay que sacudirse los prejuicios y
querer viajar con Lou, querer hacerlo de verdad, a su ritmo, de la mano.