Mi padre empezó a poner ladrillos muy pronto. No lo hacía
por gusto, le gustaban más los libros que la paleta, pero a veces no se puede
elegir. Mi padre es albañil, y aunque no es lo que él quería ser, hace su
trabajo con extraña devoción. Coloca los ladrillos, deberíais verlo, con mimo y
precisión, y entorna mucho los ojos para ajustar el nivel y tensar la cuerda.
Puede pasar mucho tiempo así. Dando pasos aquí y allí que nadie podría
descifrar, pasos que sólo él entiende.
He pensado mucho en mi padre leyendo "Un millón de gotas". En parte porque Víctor del Árbol habla mucho de éso, de nuestros padres, de lo que nosotros vemos, de la que imagen que de ellos dibujamos para construir sus mitos. Y en parte porque me imagino al autor haciendo un trabajo parecido al que hace mi padre. Un trabajo lento y minucioso, feo al principio, desolador cuando aún se están echando los cimientos. Una obra que gana en belleza y empaque con tiempo y paciencia, que necesita horas de incomodidad para erigirse como el lugar hermoso y casi confortable que resulta al final.
"Un millón de gotas" es la historia de Elías Gil, el joven que llegó a la URSS con un título de ingeniería bajo el brazo y volvió con una carga demasiado pesada a la espalda. Es la historia de Gonzalo, el hijo de Elías, un antihéroe, un hombre sometido por su familia política, por su incómodo matrimonio y por la carga de su propio padre. Es también la historia de Laura, de Luis, de Alcázar... Un amplio coro de personajes que no se pierden en la enorme galería que conforman, sino que se dibujan de forma individual, precisa e intensa. Víctor del Árbol toma páginas y tiempo, todo el que necesita, para recrearse en su creación, dándoles forma a través de su presente y su pasado, de sus actitudes y sus miedos, dando lugar a una fascinante amalgama de personalidades e historias crudas y amargas, como la vida misma.
No os voy a engañar, no es una lectura cómoda ni fácil, sino una de ésas que necesita paciencia, tiempo y fe para entrar en ella. El apartado histórico recoge varios episodios de la historia de ésos que hacen que tengas ganas de bajarte del mundo, plagados de violencia, crudos y descarnados. Víctor del Árbol escribe bonito pero no disfraza ni pone paños en la herida, su prosa no se recrea en las heridas, pero tampoco las tapona. Como si quisiera dejar la sangre fluir.
Reconozco que hacia el final, cuando ya estaba completamente dentro de la historia, y como ya me pasó con su novela "La tristeza del samurai", a veces debía pararme para cerrar el libro, tomar aire y tratar de deshacer el nudo del estómago. "Un millón de gotas" es una novela que duele, pero también me ha parecido imprescindible para los amantes de la buena literatura.
No es título, sin embargo, que me atrevería a recomendar a nadie. Creo que es una novela que da mucho pero que exige otro tanto al lector; que requiere de ciertos espacios, ambientes y estados de ánimo. "Un millón de gotas" necesita de un instante muy particular para ser leída, un lugar en el tiempo que yo no supe encontrarle y que me dificultó mucho el avance durante la primera mitad de la novela. Pero a pesar de ello, es casi con toda seguridad, una de las mejores lecturas que me ha traído este año.
He pensado mucho en mi padre leyendo "Un millón de gotas". En parte porque Víctor del Árbol habla mucho de éso, de nuestros padres, de lo que nosotros vemos, de la que imagen que de ellos dibujamos para construir sus mitos. Y en parte porque me imagino al autor haciendo un trabajo parecido al que hace mi padre. Un trabajo lento y minucioso, feo al principio, desolador cuando aún se están echando los cimientos. Una obra que gana en belleza y empaque con tiempo y paciencia, que necesita horas de incomodidad para erigirse como el lugar hermoso y casi confortable que resulta al final.
"Un millón de gotas" es la historia de Elías Gil, el joven que llegó a la URSS con un título de ingeniería bajo el brazo y volvió con una carga demasiado pesada a la espalda. Es la historia de Gonzalo, el hijo de Elías, un antihéroe, un hombre sometido por su familia política, por su incómodo matrimonio y por la carga de su propio padre. Es también la historia de Laura, de Luis, de Alcázar... Un amplio coro de personajes que no se pierden en la enorme galería que conforman, sino que se dibujan de forma individual, precisa e intensa. Víctor del Árbol toma páginas y tiempo, todo el que necesita, para recrearse en su creación, dándoles forma a través de su presente y su pasado, de sus actitudes y sus miedos, dando lugar a una fascinante amalgama de personalidades e historias crudas y amargas, como la vida misma.
No os voy a engañar, no es una lectura cómoda ni fácil, sino una de ésas que necesita paciencia, tiempo y fe para entrar en ella. El apartado histórico recoge varios episodios de la historia de ésos que hacen que tengas ganas de bajarte del mundo, plagados de violencia, crudos y descarnados. Víctor del Árbol escribe bonito pero no disfraza ni pone paños en la herida, su prosa no se recrea en las heridas, pero tampoco las tapona. Como si quisiera dejar la sangre fluir.
Reconozco que hacia el final, cuando ya estaba completamente dentro de la historia, y como ya me pasó con su novela "La tristeza del samurai", a veces debía pararme para cerrar el libro, tomar aire y tratar de deshacer el nudo del estómago. "Un millón de gotas" es una novela que duele, pero también me ha parecido imprescindible para los amantes de la buena literatura.
No es título, sin embargo, que me atrevería a recomendar a nadie. Creo que es una novela que da mucho pero que exige otro tanto al lector; que requiere de ciertos espacios, ambientes y estados de ánimo. "Un millón de gotas" necesita de un instante muy particular para ser leída, un lugar en el tiempo que yo no supe encontrarle y que me dificultó mucho el avance durante la primera mitad de la novela. Pero a pesar de ello, es casi con toda seguridad, una de las mejores lecturas que me ha traído este año.
Como siempre una reseña especial e impecable para un libro que, efectivamente, duele y no se puede recomendar a la ligera. Un libro para el que hay que estar preparado tanto como lector como anímicamente.
ResponderEliminarBesos.
Es una novela dura sin duda pero, como bien dices, una de mis mejores lecturas. Yo me atrevo a recomedarla aunque es cierto que hay que encontrar el momento para leerla.
ResponderEliminarBesos
Pufff lo tengo pendiente desde hace un montón pero es tan gorsote que no me animo aún con él.. creo que lo dejaré para navidad que siempre tengo más tiempo libre y a ver si así lo acabo antes que si no me eternizaría!!! Me anima bastante que haya sido una de tus mejores lecturas!
ResponderEliminarMe pareció un libro fabuloso aunque como tú bien dices, el libro exige un tiempo y unos momentos para coger aire y respirar. Saludos :D
ResponderEliminarSí, ya me he leído en otros blogs de confianza que esta es una novela dura, así que comprendo bien lo que dices del nudo en el estómago. Me da corte a estas alturas no haber leído todavía a Víctor del Árbol, sé que me estoy perdiendo algo bueno pero me retiene un poquito ese dolor de sus novelas. Ahora que tú nos dices que es una de las mejores lecturas de este año, sé que la leeré :-)
ResponderEliminarP.D.: Me ha encantado ese principio de reseña, ese pensamiento sobre tu padre.
Totalmente de acuerdo contigo- una lectura exigente y dolorosa, pero merece el esfuerzo. Yo tengo que leer las novelas anteriores del autor quien, en mi opinión, es uno de los más interesantes en el panorama español hoy en día.
ResponderEliminarbesos
Opino como tú, no es una novela fácil... y yo también tuve que cerrar el libro un par de veces para respirar...
ResponderEliminarMuy buen reseña Mara, a pesar del tiempo ausente, no has perdido ni un ápice de sentimiento, en esas reseñas tan tuyas y que tanto me gustan leer.
Un beso
Yo todavía no me he estrenado con Víctor del Árbol, pero esta misma semana mi hermana ha publicado la reseña de "Respirar por la herida", y parece que le ha gustado mucho también. Parece que no me queda otra que ponerme con él, ¿no? ;-)
ResponderEliminar¡Un abrazo!
La tengo apuntada pero para mucho más adelante porque se que si lo leo ahora no lo disfrutaré tanto. Un beso! :)
ResponderEliminarEs muy curioso que en muchas reseñas he visto que os ha pasado lo mismo: necesitar dejar el libro para parar a tomar aire.
ResponderEliminarEn estos momentos no creo que sea una lectura para mí.
Besos!
Es un libro al que le tengo muchas y por fin este año me he hecho con él. Ahora solo falta encontrar el momento adecuado. Besos
ResponderEliminarQué bonito lo que cuentas de tu padre. Casi hasta he podido "verlo", colocando ladrillos no de forma mecánica, sino como quien compone un puzzle o una escultura. Un trabajo bien hecho...
ResponderEliminarYa sabes que este libro es para mí, que me gusta que me hagan nudos en el estómago y luego que me los deshagan ;)
Un abrazo
Mira que me cuesta animarme con Víctor del Árbol. Creo que aunque suene contradictorio es por tantas cosas buenas que leo de él. Este es el libro suyo que tengo en primer puesto por si algún día me animo. Deja que te diga que tu reseña es la única que he leído que señala de este libro las cosas que a mí me gustan de un libro, que de y que quite. Y me ha gustado mucho cómo la has iniciado, con ese homenaje a tu padre.
ResponderEliminarBesos!!
Qué ganas tengo de leer este!
ResponderEliminarBesotes
Qué ganas tengo de ponerme con ella. Me alegra mucho que me la hayas recordado. Qué bonito lo que cuentas. Un besazo!
ResponderEliminarUna reseña perfecta. Y un libro que leeré sí o sí.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es una novela dura pero hay que leerla.
ResponderEliminarEstá claro que quienes ya la leísteis decís que es una novela dura pero lo que importa es que, por las críticas que se han vertido sobre ella, es literatura de la buena y eso se agradece. Me la compré hace poco porque aún no me estrené con Víctor del Árbol. Muy buena reseña. Besos.
ResponderEliminarA mi me gustó y me falta seguir leyendo sus novelas, consigue llegar muy bien a los lectores y crear su propia marca. Tu reseña me ha encantado.
ResponderEliminarBesos
Totalmente de acuerdo contigo en todo!! Besos
ResponderEliminarPreciosa entrada Mara, siempre consigues dejarme con la boca abierta.
ResponderEliminarEste es el único libro del autor que me queda por leer, así que espero hacerlo pronto
Besos
Desde luego, no es cómoda, ni fácil, es dura con ganas, pero es de una calidad...imprescindible. Dí que sí. Un besote!
ResponderEliminar¡Vaya!! Yo no supe tener paciencia ni fe, acabé abandonándola y ahora, al leerte me arrepiento. Igual lo vuelvo a intentar porque el que sea una novela dura no me asusta
ResponderEliminarBesos
Jo, este es uno de mis eternos pendientes. Tengo la novela desde hace meses por casa y, quizá por esa impresión que me da de que no es el momento adecuado para lanzarme a ella, de momento ahí se iba quedando. Caerá seguro, porque "La tristeza del samurái", esa prosa, a mí me dejó con muchísimas más ganas de Víctor, que me parece un narrador sublime. Veremos qué tal, voy advertido :)
ResponderEliminarFenomenal la reseña, como es costumbre ;)
Yo lo tengo pendiente, pero no es la primera vez que leo que es un libro que hay que tomarse con el ánimo tranquilo, así que de momento lo dejo durmiendo.
ResponderEliminarUn beso.