martes, 19 de enero de 2016

"La ley del menor", por Ian McEwan.

Se le ocurrió la idea blasfema de que no importaba mucho que el chico viviera o muriera. Todo en gran parte seguiría siendo igual. La profunda tristeza, quizá el pesar amargo, los recuerdos tiernos y después la vida seguiría su curso y las tres cosas significarían cada vez menos, a medida que los que le amaban iban envejeciendo y muriendo, hasta que ya no representasen nada en absoluto.

Hay historias que consiguen reencontrarnos con la lectura como acto de profunda intimidad. A veces ocurre. Hay libros que no son para leer en el metro ni en la sala de espera. Que nos exigen un instante de soledad. Libros con los que queremos estar a solas. En “La ley del menor”, Ian McEwan nos golpea y nos abraza a la vez con una historia tan intensa que uno no quiere compartir ése cúmulo de sensaciones con nadie. Sólo dejarse llevar, sin interrupción, sin distracción.

El mundo de Fiona se resquebraja. Bajo la máscara de la intachable y exitosa jueza del Tribunal Superior, hay una mujer que se cae a cachos. Pocas veces reparamos en ello. Se nos olvida que bajo ésos seres que toman decisiones por los demás se esconden hombres y mujeres que fallan, se equivocan, que tienen insomnio o beben más de la cuenta. Personas que han de ser justas y ecuánimes mientras conviven con sus propias convicciones. Y además de eso, en el caso de Fiona, hay un marido que quiere vivir el último affair, porque ya está cansado de convivir con la jueza y necesita a la mujer. O eso dice él.

Es casi imposible asistir a la narración de ése narrador omnisciente, que todo lo sabe, sin caer rendida a los pies de un personaje como Fiona Maye. Acabas siendo partícipe de su debacle. Cómo no hacerlo.

“Y luego estaba la edad. No el deterioro tal, no todavía, pero asomaba su precoz promesa, de la misma manera en que se podría, a una luz determinada, captar un vislumbre del adulto en la cara de un niño de diez años”.

“La ley del menor” habla a las claras del dolor. De ése dolor no demasiado agudo pero sí martilleante, el que provoca el tomar conciencia del paso de los años, la inminencia de la vejez, de la carne que se cae y las encías que se retraen. Y se atreve también a hablar de la muerte como un acto inminente, y de la aceptación fuera de toda lógica de Adam, que se niega a recibir una transfusión a causa de sus convicciones religiosas.

Ian McEwan podría haber intentado convencernos de algo. Pero por suerte no lo hace. Actúa como un simple moderador, y como excelente narrador, poniendo sobre el tapete vida, muerte, fe, decadencia, dolor, abandono, esperanza. Los personajes juegan con las cartas que les han tocado, Fiona en su papel de jueza de familia, que habrá de decidir si puede obligar a un joven a vivir en contra de su voluntad. Adam, que expone con toda lógica sus argumentos.

A veces es difícil reseñar un libro que te ha tocado tanto. Uno nunca tiene la sensación de estar haciéndole justicia a la novela, como si no pudieses transmitir con palabras la intensidad que te ha provocado. No suelo recomendar abiertamente una lectura nunca, siempre intento plasmar mis sensaciones para que los demás decidan. Pero en este caso, me voy a permitir el lujo de invitaros a leerla. 

14 comentarios:

  1. Pues hija lo has transmitido fenomenal. Me lo llevo del tirón. Una reseña preciosa la que has hecho, tocando la fibra sensible.

    Besos

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  2. Me lo llevo! me llama la atención que te haya tocado tanto!
    Besos

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  3. Una gran reseña. Después de leerla solo me queda conocer la novela que ha causado este volcán de emociones.
    besos

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  4. Del autor solo he leído Expiación, una lectura que me encantó y con la que me hice el firme propósito de volver a leer al autor. Lo de firme ya sabes cómo se queda a veces cuando te colapsas con tanto libro, pero con tu reseña me quedan clarísimas dos cosas, que tengo que volver con McEwan y que tiene que ser con este libro.
    Besos.

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  5. Te entiendo con eso de que un libro te toque e incluso cueste halbar de él. Me gustáría leerlo porque el autro me gusta.

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  6. ¡Gracias por la reseña! Fue mi último pedido al Círculo de lectores y lo tengo pendiente, pero lo leeré pronto, porque McEwan es uno de mis escritores favoritos.
    ¡Besos!

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  7. Ian McEwan es de esos autores que sí pero no, no pero sí. Me deslumbra su narrativa, creo que tiene madera de clásico del siglo XX, eso sin duda, pero sus historias me resultan (a mí, personalmente) irregulares y tan pronto me atrapan como me cansan con tantas vueltas sobre sí mismas. Por eso no soy capaz de decirle que no cuando nos vuelve a servir en bandeja novelas como esta :-)

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  8. Me la apunto. No conoc<co todabia al autor. Un beso ;)

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  9. No lo conocía, pero como siempre me tientas un montón, y me lo llevo apuntadísimo...
    Besos

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  10. Tengo pendiente leer al autor este año, pero voy a tirar por Expiación, que es el que tengo en casa.
    Apunto este también =)

    Besotes

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  11. Como no hacerte caso??? Claro que me la apunto para esos momentos de profunda soledad lectora que son los mejores. Ahora también he dejado para el finde una novela que requiere esa soledad sin gente al rededor y sin tele puesta de fondo porque quiero paladearla tranquila.

    Bs.

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  12. No es mi estilo así que lo dejo pasar :')
    Un beso!

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  13. Es un libro que nos deja muchas preguntas pero no ofrece ninguna respuesta, como hacen los buenos libros. Me pareció de admirar cómo el autor en tan pocas páginas consigue dejarnos tantas reflexiones. Al igual que a ti me conquistó el personaje de Fiona, esa mezcla de fortaleza y vulnerabilidad.
    Me ha gustado mucho tu reseña y coincido con tus impresiones.
    Besos!!

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  14. Tengo pendiente Expiación y espero que me guste tanto como para irme corriendo a leer el que hoy nos traes
    besos

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