jueves, 29 de diciembre de 2016

Mejores Lecturas 2016

No ha sido este 2016 un mal año lector. Han pasado por mis manos unas cuantas novelas de ésas que se cuelan en nuestro olimpo particular y otras tantas que me han hecho perder, gustosamente, horas de sueño. No ha sido tan bueno a la hora de sentarme a plasmar mis sensaciones acerca de lo que he ido leyendo, y me he encontrado con una incapacidad manifiesta para reseñar varias de las historias que más me han gustado.  Aún así, quería compartir con vosotros mis sensaciones lectoras de este año que se acaba.


Si tuviese que destacar una novela por encima de todas, sería "Los amores perdidos" de Miguel de León. Conmovedora y maravillosamente escrita, la historia de Arturo Quíner y Alejandra Cortés se me quedó muy dentro y se coló, sin avisar, en esa lista que cada cual tenemos de lecturas especiales.
Los mismos calificativos me sirven para hablar de "Patria", de Fernando Aramburu, el sorpresón de este año. Poco os puedo yo decir de ella que no sepáis ya. Hay que leerla.


Allá por Enero también leí dos historias muy distintas entre sí pero que me dejaron huella: "La ley del menor", de Ian McEwan y "Tierra de brumas", de Cristina López Barrios. Con el autor británico era la primera vez que intimaba, y vaya sensaciones me dejó. A la prosa de Cristina López Barrios ya la conocía de antes, y siempre es un placer reencontrarse con ella. Ambas historias exigen tiempo, silencio y calma para adentrarse en ellas, pero le devuelven a uno la inversión con creces.



En cuanto al thriller y la novela negra, dos géneros (o uno) que frecuento muy a menudo, no ha sido un año particularmente destacable en lo personal aunque me ha servido para darme cuenta de que cada vez disfruto más del apartado psicológico y menos de lo truculento. Destacaría "Sé dónde estás", de Claire Kendal, una novela perturbadora, de ésas de atmósfera opresiva, que habla también, con un enfoque muy particular, de violencia de género.


Disfruté también, durante las vacaciones de los dos volúmenes publicados hasta ahora de la que será una pentalogía protagonizada por el padre Marcus, de la mano del italiano Donato Carrisi: "El tribunal de las almas" y "El cazador de la oscuridad".

Y dos autores que nunca fallan también me lo hicieron pasar en grande: Federico Axat, con "La última salida", y César Pérez Gellida, con "Sarna con gusto".


 

El género histórico me cuesta pero suelo aventurarme en él de vez en cuando y llevarme gratas sorpresas. Este año me gustó especialmente "La habitación de los niños", de Valentine Goby, durísima y, a la vez, delicada.

Fue este 2016 también un año de descubrimientos, en el que me acerqué por primera vez a dos autoras que llevaban años en mi lista de pendientes: Amèlie Nothomb y Carol Joyce Oates. De la primera leí "Diario de Golondrina", que me dejó sensaciones encontradas", y de la segunda "Mágico, sombrío, impenetrable", un libro de relatos que me agradó mucho.




También se cuelan entre mis mejores momentos lectores de este año dos autoras mucho menos conocidas pero a las que pienso seguir la pista muy de cerca: Cristina Campos ("Pan de limón con semillas de amapola") y Neïra, mi descubrimiento "indie" de este año, autora de la bilogía de Daniela: "Fuimos un invierno" y "Fuiste mi verano".

No quisiera terminar esta entrada sin agradecer vuestras visitas a pesar de este año tan irregular en todos los sentidos, y daros las gracias por seguir descubriéndome lecturas a las que de otro modo, no llegaría. Ahora que tanto se discute sobre la utilidad y la motivación de los blogs literarios, creo que ése es el fin último y también el más sencillo: compartir nuestra afición literaria.

Os deseo una feliz salida y entrada de año, y que nos sigamos leyendo en este y en vuestros rincones.
Un abrazo.


jueves, 22 de diciembre de 2016

"La pareja de al lado", por Shari Lapena.

Hay títulos que desprenden, ya a primera vista, ése olorcillo a éxito editorial. Este que hoy os traigo es uno de ellos. De ésos que intuyes que se van a vender como rosquillas nada más poner los pies en las grandes superficies, en las que tendrán reservado un stand para ellos solitos. A partir de Enero, la vais a ver hasta en la sopa. Y además, con razón. Porque “La pareja de al lado” es un best seller con todas las de la ley.

Anne y Marco no son los padres perfectos. Ella vive sumida en una depresión post parto que la llena de culpa e insatisfacción. Él está cansado de todo. Y además dejan a su hija de meses sola en casa para asistir a una cena en la casa de al lado. Un monitor infantil y una visita, en turnos, cada media hora, alivian un poco el malestar, la irresponsabilidad. Pero a la vuelta, la cuna está vacía.

Todo eso en el primer capítulo. Ya veis que no hay demasiado espacio para respirar. La novela empieza con un ritmo brutal y no llega a decaer en ningún momento. Shari Lapena se vale del verbo en presente para imprimir fuerza y velocidad a la narración, sin descuidar en ningún momento el desarrollo de sus dos personajes principales, Anne y Marco, con los que se entretiene el tiempo suficiente para dibujarlos con precisión, tanto en lo psicológico como en lo emocional. Especialmente me ha gustado el personaje de Anne , por su complejidad y por lo que aporta en las últimas páginas. No os digo más.

O sí. Que cuando paséis a su lado os la llevéis con vosotros a casa, especialmente si os gusta el género. Y es que sin ser una novela especialmente negra, “La pareja de al lado” demuestra que el thriller puede vivir sin vísceras ni sexo, que la tensión psicológica bien llevada puede golpear más fuerte que el crimen más sofisticado. 

jueves, 15 de diciembre de 2016

"Sarna con gusto", por César Pérez Gellida.

De un tiempo a esta parte, y gracias sobre todo a mi incursión en la globosfera, he descubierto a una serie de autores a los que he acabado siendo fiel con cada una de sus publicaciones. Uno de esos descubrimientos fue César Pérez Gellida, a cuya primera trilogía llegué de casualidad, gracias a una colección de novela negra de El País y a mi obsesión por comprar libros baratos. Me ganó con su “Memento Mori” y le seguí a lo largo de su trilogía de “Versos, canciones y trocitos de carne”. Pero si aquellas me gustaron, esta que os traigo hoy mucho más.

Y es que “Sarna con gusto” es, ante todo, un gran salto. De César como autor, y de Ramiro como protagonista. El primero hacia adelante, el segundo hacia una trama que se prevé compleja e interesantísima y en la que, no tengo duda, nos sumergiremos en la segunda y tercera entrega. Mantiene la novela todas las bondades con las que ya nos conquistó antes César, pero aquí aparecen envueltas en una mayor madurez y complejidad, de contenido y narrativa, haciendo de "Sarna con gusto" una historia con más empaque, más arriesgada. Como ya ocurría sobre todo en "Consummatum Est", el autor nos muestra un magnífico manejo de la acción y la información, logrando que el lector no pierda nunca la tensión que le acompaña desde el primer asalto.

Pero para mí, sin duda, lo mejor de la novela, como ya me ocurrió con las otras, es la construcción que César hace de sus personajes. Me imagino que debe ser duro retomar a un personaje como Ramiro y hacérselas pasar canutas. Seguro que aunque no se nota, César le tiene cariño al pelirrojo. La cosa es que Ramiro mantiene el encanto que nos hizo encariñarnos con él hasta el infinito, y nos obliga a sufrir su inevitable caída al vacío. Junto a él, retomamos a los emblemáticos Olafur y Erika y a esos carismáticos secundarios que les acompañan.

Reconozco que lo he pasado mal leyendo "Sarna con gusto" y eso no es demasiado habitual en mí. Pero cuando uno se ha encariñado tanto con unos personajes y un estilo narrativo, es difícil ser objetiva ¿verdad? Yo no puedo más que recomendarla y pedirle a los Reyes la continuación. 

martes, 29 de noviembre de 2016

"La maldición de los Montpensier", por Francisco Robles.

La historia nunca ha sido lo mío, supongo que es bueno partir de ahí a la hora de encarar esta reseña. Ni me gustó como asignatura en su momento ni frecuento demasiado el género literario. En el instituto, hubo un par de cursos en que aborrecía la asignatura a más no poder. Sólo en mi último año me topé con un profesor que me enseñó a tolerarla y casi a disfrutarla. Su mayor virtud, que yo recuerde, era su sencillez a la hora de narrar hechos históricos. Lo contaba como quien te cuenta, con un café por medio, lo que le pasó a la amiga de su amiga la semana pasada. Con él aprendí a digerir aquella bola indigesta que era para mí su asignatura. Aprendí a deducir, a que era más importante el por qué, que si aquello fue en abril o en mayo. Quizá sea que soy algo estrecha de entendederas, pero necesito luz y claridad para acercarme al género. Y justo eso es lo que no he encontrado en "La maldición de los Montpensier", una novela puramente histórica que no he conseguido disfrutar.

Y es que lo más llamativo de esta novela de Francisco Robles no es tanto lo que cuenta sino el cómo lo cuenta. Es obvio que el autor conoce a la perfección los hechos que nos está narrando, que hay una labor ingente de documentación tras estas "memorias" de la Infanta María Luisa Fernanda de Borbón y que se trata de un instante histórico digno de profundizar en él. Pero Francisco Robles se vale de un estilo tan sumamente recargado y descriptivo que la narración se hace lenta y, me perdonen, soporífera. No se le puede negar su capacidad para recrear lugares y atmósferas, especialmente la del palacio de San Telmo y las calles de Sevilla, pero uno termina saturado ante ese estilo barroco y oscuro.

El elemento de intriga que se introduce, con la muerte del escultor Antonio Susillo y su relación con la Infanta, deja enseguida de mantener cualquier atisbo de tensión y mi interés al respecto se diluyó más pronto que tarde, sobrepasada por la cantidad de datos, personajes y saltos en el tiempo que van sacudiendo la historia.

No pongo en duda las bondades de la novela, pero sí su capacidad para llegar al lector medio o a cualquiera que no sea un auténtico devoto del género histórico y que traiga ya de casa algún conocimiento al respecto de la época que aquí se cuenta. Sí creo que la premisa era buena, sobre todo con la introducción de personajes como Antonio Susillo o el inspector Cranio, pero uno se ve pronto sepultado por el peso de una narración demasiado densa que no la hace apta para cualquiera.

jueves, 24 de noviembre de 2016

"Phobia", por Wulf Dorn.

Por muchos libros que uno lleve leídos, los hay que no aprendemos. Y otra vez me vuelve a pasar, o tal vez sea sólo una forma de buscar una excusa, pero las expectativas me la han jugado a lo grande con esta "Phobia" del alemán Wulf Dorn, una novela que tenía muchas ganas de leer y que no me ha dejado grandes sensaciones.

Y es que "Phobia" tiene un arranque tan bueno, tan brutal, que es difícil que no acabe, tal como ocurre, desinflándose como un globo. El primer capítulo se desarrolla en la penumbra del cuarto de una madre que consuela a su hijo después de una pesadilla. Algo tan sencillo, tan banal, y que sin embargo, logra transmitir una enorme sensación de angustia y malestar. Dorn juega a inquietar al lector haciéndole dudar de prácticamente todo lo que sucede, sin que en ningún momento podamos discernir cuánto hay de miedo o pesadilla, y cuánto de realidad.

Sin embargo, a partir de ahí la trama se diluye rápidamente. La química entre ambos protagonistas es nula, y su carrera contrarreloj previsible, avanzando con golpes de efecto que no acabaron de funcionar conmigo. Y es que la trama, a partir de ese gran inicio, se encamina cuesta abajo y sin frenos hasta un final que no me acabó de gustar, ni en la forma en que está narrado ni en la explicación final de las motivaciones del antagonista, que me parecieron demasiado descabelladas y poco creíbles.

Otro aspecto que me ha dejado un regusto bastante extraño tiene que ver con algo que le ocurre al protagonista casi al principio de la novela, cuando visita la que fue la casa de su mentor en la universidad. No sé si la intención del autor será retomar esto más adelante, en otra novela, y fui yo la que no entendió nada, pero lo que allí ocurre no vuelve a mencionarse en ningún momento y no he sabido encajarlo en el resto de la historia.

No sé si no elegí un buen momento para leerla y por eso no he terminado de conectar con ella, pero "Phobia" no ha pasado de ser una novela entretenidilla para pasar el rato, sin más. Y lo cierto es que esperaba más inquietud, más misterio, un poco más de "chicha". Así que me quedo con la duda de si debería seguir leyendo al autor, del que tan buenas reseñas he leído.


jueves, 17 de noviembre de 2016

"Patria", por Fernando Aramburu.

Me ha conmovido “Patria” de una forma poco común. Ha sido una especie de catástrofe invisible, sin destrozos ni lágrimas ni nada que se le parezca. Tan silenciosa y cotidiana que creo que es precisamente eso lo que hace especial esta novela de Fernando Aramburu, que está consiguiendo que todo el mundo la lea, la compre y hable de ella. Y con razón.

“Patria” es la historia de dos familias, que una vez fueron una, y a las que distanció su distinta forma de entender el mundo. Así lo cuenta Aramburu, así nos lo hace ver. Desde esa premisa tan simple, recorremos las dos vertientes de una misma historia, la del pueblo vasco, la de oprimidos y opresores, que a veces se identifican con la idea que tenemos de ellos, y otras tantas no. Y lo cuenta no desde el panfleto, el grito, la reivindicación o el odio, que sería lo fácil. Sino que narra desde la intimidad de la cocina de Miren, desde el  cuarto donde el Txato duerme su última siesta, desde la cama de la celda de Jose Mari, por donde se atisba un pedazo de cielo.

“Patria” es una novela larga e intensa, dos factores que pueden repelerse o como aquí, amoldarse para conformar una novela con mayúsculas, que discurre en vaivenes que nos llevan de delante atrás y vuelta para adelante, de la casa de Bittori a la de Miren y de allí al pisito donde Gorka huye del miedo y la represión, la celda en la que Jose Mari engorda su odio por miedo a verlo morir, y de allí vuelta a la casa de Miren, al espejo donde Arantxa se ve vieja y enferma y aún así, decidida a mirar hacia adelante. No son demasiados los personajes que sostienen “Patria” pero sí son todos ellos importantes porque en cada cual vive una forma de abordar el conflicto vasco desde dentro de cada uno: huir, gritar, asumir, callar, luchar, morir.

Sobre todo, “Patria” es una novela valiente, arriesgada y necesaria. Más aún, es una novela buena, muy buena, escrita con un estilo algo particular en ocasiones pero con el que uno se acomoda enseguida. Llena de pequeñas historias que conforman un retrato lleno de verdad de lo que se ha vivido en las últimas décadas en El País Vasco. De los imprescindibles de este año.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

"La carne", por Rosa Montero.

Me voy familiarizando con Rosa Montero, y reconozco que cada vez me gusta más su forma de narrar, su peculiar sentido del humor y lo mucho que hay de ella misma en cada una de sus historias. En “La carne”, su última novela, conocemos a Soledad, solitaria como su nombre indica y sexagenaria, entendido esto último como una tremenda tragedia. Y para plantar batalla a todas sus calamidades, se le ocurre recurrir a Adam, un chico de compañía con la mitad de años y casi tantos frentes abiertos como ella. Sus caminos se cruzan por primera vez en una noche de ópera y se entrelazan de forma inevitable.

“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor.”

Son poco amables los personajes que dibuja Rosa Montero y que llevan prácticamente todo el peso de la historia. Soledad es superficial, infantil a veces, insoportable. Adam, extranjero en tierra extraña, puto de profesión. No están hechos, ninguno de ellos, para que el lector empatice con ellos. Y sin embargo, es imposible no encariñarse de algún modo con esa sexagenaria que se niega a dejar caer sus carnes, con esa mujer que moriría de soledad antes que llevarse a la cama a un señor de su edad. Y con ese Adam del que es mejor que yo no os cuente nada, porque así me lo pide Rosa Montero al final de su novela, pero por el que uno también acaba sintiendo algo que no esperaba sentir en modo alguno.

Lo mejor de “La carne” es el sentido del humor que la autora imprime a su historia, que al final no deja de ser una trama ligerita, sin grandes giros ni sorpresas, pero que se lee con agrado y con una sonrisa en los labios, si es que uno es capaz de tolerar ese toque agrio y mordaz, y si somos capaces de comulgar con la visión que Montero nos ofrece del amor, del sexo y el paso del tiempo, con sus implicaciones.

“El cuerpo era una cosa tremenda, en efecto. La vejez y el deterioro se agazapaban de manera insidiosa ya menudo el interesado era el último en enterarse, como los cornudos del teatro clásico.”

Soledad, con sus sesenta, con sus soliloquios y sus complejos, se erige como una magnífica narradora, de prosa impecable, deliciosa, salpimentada con su peculiar humor. Y reconozco que se ha quedado conmigo, que a pesar de que hace semanas que cerré las páginas de “La carne”, miro la novela allá en la estantería y se me escapa una sonrisa de puro agradecimiento, esa que sólo le regalamos a las historias que nos hicieron sentir bien.

jueves, 20 de octubre de 2016

"La habitación de los niños", por Valentine Goby.

Estará sin duda “La habitación de los niños” entre mis mejores lecturas de este año. Después de una larguísima temporada huyendo de las novelas históricas encuadradas en el Holocausto, con la sensación de que está casi todo contado al respecto, esta novela de Valentine Goby me descubre que aún nos queda mucho que aprender y recordar.

Mila, una joven militante de la Resistencia francesa, es deportada al campo de concentración de Ravensbrück. Como el resto de prisioneras políticas, sabe que no será condenada a muerte, pero ignora todo sobre el futuro que le aguarda, a ella y a la criatura que nadie sabe que guarda en el vientre.

“Cada noche repite el día, el día se vive dos veces, pues, vuelve a vivirse por la noche, y cada nuevo día es semejante al anterior. Se pierde así toda noción el tiempo, de sus rupturas en el mundo de fuera, fuera del campo, el campo es un día sin fin que dura toda la noche y todos los días sucesivos, un largo día sin costuras infectado por imágenes de muerte.”

Hay varios aspectos de “La habitación de los niños” que la hacen especial. Lo es, sobre todo, por la bellísima prosa de su autora. Es tarea difícil escribir sobre el horror y que tu narración resulte hermosa, y lo consigue con aparente facilidad Valentine Goby. Desde los paisajes hasta los sentimientos más íntimos de las mujeres que pueblan Ravensbrück, todo está contado con intensa belleza. La prosa de Goby resulta cuidada, pulida y bonita. Sí es cierto que hay abundancia de palabras en alemán, que la dotan de cierta dureza y que contribuyen a la inmersión del lector, que siente con Mila el desconcierto y la incomprensión a la que ella se enfrenta.

“El campo es una lengua. Esa noche y los días sucesivos surgirán imágenes que no tendrán nombre, como tampoco lo tenía el campo la noche de su llegada, como tampoco tienen nombre todavía las formas a los ojos de un recién nacido”.

Mila es un personaje que se te pega a la piel, su forma de ver el mundo, entre la ingenuidad y el miedo, entre la ilusión y la desesperanza, ha conseguido conmoverme. A su alrededor orbitan cientos, decenas de miles de mujeres que mueren o sobreviven pero que van dejando una pequeña impronta en ella y en ti, como lector.

No es una lectura fácil, ni agradable, ni cómoda. Y sin embargo es necesaria, obligatoria, valiente e incluso esperanzadora.

jueves, 13 de octubre de 2016

"Sé dónde estás", por Claire Kendal.

“Necesito creer que sólo en los periódicos los asesinos torturan a mujeres y ocultan sus cadáveres debajo de las tablas del suelo. No en la vida real.”

Este es uno de ésos libros que al descubrirlo en una reseña, capta inmediatamente tu atención. Me atrajo su portada, su argumento, y las buenas sensaciones que dejó en cierta bloguera, así que me hice con él y he comprobado que no me falló la intuición. Me ha gustado mucho, mucho, “Sé dónde estás”, de Claire Kendal.

Clarissa trabaja como administrativa en la universidad de Bath. Rafe Solmes, un profesor con cierta predilección por los cuentos de hadas, la invita a la presentación de su libro. Esa noche ambos acaban compartiendo copa y cama. A partir de ahí, la obsesión de Rafe se va tornando cada vez más exigente y enfermiza, y Clarissa decide llevar un diario en el que relata el acoso que sufre para acumular pruebas contra Solmes. Al mismo tiempo, Clarissa es convocada como jurado en un juicio sobre el secuestro y violación de una joven prostituta, con la que no podrá evitar identificarse de algún modo.

Supongo que ya podéis intuir que estamos ante una lectura incómoda. Lo es en todos los aspectos. La mayor parte de la narración son extractos del diario de Clarissa, en la que se dirige directamente a Rafe. Una narración en segunda persona a la que no estamos acostumbrados y que nos saca en volandas de la zona de confort. Y si nos centramos en el contenido, hablar de incomodidad es quedarse corto. Es imposible no meterse en la piel de Clarissa y sentir el creciente acoso al que Rafe la somete, no sentir su escalofrío cuando sale a la calle y sabe que hay unos ojos que la vigilan y una voz que la llama constantemente por su nombre. Y es inevitable entrar en ese juzgado y no ver en él el retrato de la tolerancia de nuestra sociedad para con la violencia de género.

Y todo ello sin abandonar la esencia del thriller psicológico, creando una atmósfera de creciente angustia, cada vez más perturbadora. Añade Kendal un toque metaliterario con las pequeñas píldoras de los cuentos de hadas que Solmes construye para Clarissa, creando un par de pasajes que me resultaron especialmente aterradores.

La prosa de Kendal se ajusta como un guante a la historia que nos quiere contar. La voz de Clarissa se mezcla de cuando en cuando con la del narrador omnisciente, ofreciéndonos cierta perspectiva y zambulléndonos de nuevo, casi de forma inmediata, en el universo de la protagonista y en su incómodo vocativo.

Merece la pena darle una oportunidad a esta novela debut y seguir los pasos de Claire Kendal, que nos invita aquí a una lectura que trasciende sus límites y que funciona como thriller, pero también como reflexión y crítica.

jueves, 6 de octubre de 2016

"Un lugar secreto", por Tana French.

Os traigo hoy una historia de ésas tan peculiares que, independientemente de cuánto  se hayan disfrutado, uno nunca se atreve a recomendar a otro lector. Una novela extraña, densa, inquietante y terriblemente pausada que no resulta apta para los amantes del thriller al uso, ni para los devotos de la novela negra clásica, pero que sin embargo, puede satisfacer a ambos.

“Un lugar secreto” es la quinta entrega de la saga Dublin Murder Squad, aunque todos los volúmenes se pueden leer de forma independiente y aleatoria. En esta ocasión nos reencontramos con algún viejo conocido para los fieles de la autora irlandesa, que llena su narración de guiños a las entregas anteriores sin despistar, a un tiempo, al lector novel.

Un lugar secreto, un tablón de anuncios en el que las alumnas del St. Kilda cuelgan cuchicheos, temores, confesiones. Y de repente, un día, una frase. “Sé quién lo mató”. Cuando casi nadie se acordaba ya de la muerte de Chris, uno de los chicos más populares del instituto, el detective Stephen Moran se ve obligado a retomar el caso. Lo hará junto a Antoinette Conway, una mujer de carácter que no se deja avasallar por el machismo imperante en el departamento de Homicidios. Ambos se tendrán que adentrar en la asfixiante atmósfera del St. Kilda, un colegio para niñas ricas que se rige por unos códigos desconocidos para ellos.

Calificar “Un lugar secreto” como una novela de suspense, o como una novela negra, o como cualquier otra cosa, sería simplista e insuficiente. Tana French nos entrega una amplísima amalgama de personajes y va poniendo el foco sobre cada uno de ellos, a través de los interrogatorios de los detectives Moran y Conway y de los recurrentes viajes al pasado a través de los recuerdos de las chicas del St. Kilda.

Lo más llamativo, la característica más marcada, es esa atmósfera tan cerrada que nos propone French. Todo ocurre en el internado y en sus alrededores, en esa pequeña burbuja se crea un universo alternativo en el que la lealtad, la amistad y el amor se rigen por unas normas que no pueden entenderse desde fuera. Y dentro de ese mundo denso y complejo, la narración se escurre con excesiva lentitud. Quizá ese ritmo sea el que más espante a muchos lectores. Las más de setecientas páginas de la novela transcurren en apenas un día, por lo que no estamos ante una historia precisamente ágil o trepidante.


Los que ya hayáis leído a French sabéis cómo se las gasta, cómo invierte páginas y tiempo en dibujar con mimo a cada uno de sus personajes. Aquí, vuelve a explorar su psicología hasta la extenuación. El mayor hándicap es que en “Un lugar secreto”, la galería es tan amplia que puede terminar haciéndose farragosa, lenta y aburrida. No ha sido mi caso, quizá porque me gusta cada vez más este estilo de thriller que invita a la pausa, a leer despacio y a prestar cierta atención para no perderse en la inmensidad. No es una novela, como dije al principio, que me atrevería a recomendar, y está solo en vuestra mano decidir si es o no para vosotros.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

"El tribunal de las almas", por Donato Carrisi.

Hubo en tiempo en el que le dabas una patada a una piedra, y aparecía debajo una novela de Dan Brown. Tras aquella, llegó otra época en la que era tarea imposible encontrar un libro que no estuviera protagonizado por algún avezado investigador enredado en una trama imposible con la Santa Madre Iglesia. Por aquel entonces yo eran joven e ingenua. Acababa de descubrir que había sitios con muchos más libros de los que cabían en la pequeña librería del pueblo del que acababa de salir. ¿He dicho ya que era joven e ingenua? Me metí entre pecho y espalda decenas de títulos por el estilo, hasta que los masones se me salieron por las orejas. Acabé tan empachada que me juré que nunca más volvería a pecar. Pero llegó Carrisi…

Me resistí bastante, lo reconozco. Pero caí. La culpa la tuvieron el montón de reseñas que salieron tras la publicación de su última novela, “El cazador de la oscuridad”. Me dejaron con tantas ganas que decidí darle una oportunidad a la saga protagonizada por Marcus, el sacerdote capaz de ver en las tinieblas. Y así me hice con el primer libro de lo que será, dicen por ahí, una pentalogía. Ahí, por la puerta grande. Para colmo de males, me ha encantado y tendré que seguir leyendo.

“El tribunal de las almas” es un thriller hipnótico, que te atrapa desde las primeras páginas y que te deja sin resuello a base de giros imposibles. Cuando crees que has comprendido algo, Carrisi se saca un as de la manga que no habrías visto venir ni en un millón de años. El mérito es todo del autor, que como buen narrador que es, dosifica la acción y la intriga con tino, manejando a la perfección los tiempos y la tensión, creando una sensación de tensión constante de la que es difícil escapar. Literalmente cuesta cerrar el libro, desconectar y ponerse a otra cosa. Uno sólo quiere seguir leyendo y que lo dejen en paz.

El otro gran acierto de Carrisi es el desarrollo de sus personajes, no sólo de sus protagonistas, sino también del resto. Me ha gustado especialmente la figura del enigmático Clemente, que dirige las acciones de un Marcus desorientado y amnésico, y la del misterioso agente de la Interpol al que me encantaría volver a ver en el futuro. Carrisi construye con solvencia unos personajes complejos que se mueven entre la sombra y la luz, que tienen sus bondades y demonios. Ahonda en la psicología del mal, en su origen y en la forma en que el ser humano es capaz de realizar las hazañas más loables o de cometer los crímenes más atroces. ¿Está el mal dentro de nosotros, forma parte de nuestra naturaleza? ¿El asesino nace o se hace?

El encuadre de la historia mejora aún más el conjunto. La ciudad de Roma se dibuja como un lugar sombrío, lleno de misterios y leyendas, poblado de rincones de insólita belleza que esconden significados ocultos y mucho menos agradables. Me ha encantado visitar la ciudad de la mano de Carrisi.


A resumidas cuentas, un thriller de obligada lectura para los amantes del género, bien escrito, bien documentado y con unos personajes de los que se quedan con uno hasta mucho después de haber cerrado sus páginas.

jueves, 7 de julio de 2016

"Nunca es tarde para morir", por Pablo Palazuelo.

Si ya es difícil sentarse a reseñar una novela que no te ha gustado, y de la que poco bueno puedes contar, más resulta todavía cuando te pilla en medio de una crisis lectora que no sólo consiste en no conectar con ningún libro que cae en mis manos, sino que también incluye una absoluta desmotivación al respecto y una incapacidad manifiesta para reseñar que espero que me sepáis perdonar. Hoy me tocaba hablar de “Nunca es tarde para morir”, de Pablo Palazuelo. A ver cómo lo hago.

Debo decir en mi defensa que con un esfuerzo considerable, llegué casi hasta la página doscientos. Y no encontré en ellas nada que llamara mi atención, más allá de las primeras páginas de ese poderoso prólogo en El Ártico. De vuelta en Nueva York, me encontré con una galería de personajes poco definidos, sin fuerza ni gancho, demasiado parecidos unos a otros. Me encontré con una chica de ojos verdes que quizá tendría su atractivo en pantalla grande, pero que no resulta tan provocadora desde el papel. La ambientación se me antojó excesivamente sórdida, demasiados contenedores, demasiados callejones, demasiados suburbios. Todo ello contribuyó a que la narración me pareciera lenta, farragosa y poco atractiva, aderezada con unos diálogos flojos, poco creíbles e incoherentes con los personajes que se los ponen en la boca.


La paciencia no me dio para alcanzar ese punto de inflexión, al que otros muchos  lectores sí llegaron, en el que la novela coge ritmo y te atrapa. No sé si en otro momento lo habría conseguido. Reconozco mi parte de culpa. Pero debo decir que esta no es, tampoco, ni de lejos, la mejor novela negra que cacarea ser. Que la publicidad excesiva, las opiniones que escriben nuestros amigos, las estrellas al montón también han perjudicado una lectura a la que quizá me debía haber acercado con otras expectativas. 

jueves, 16 de junio de 2016

"El color del perdón", por María Suré.

“El color del perdón” es, ante todo, una novela valiente. Lo es porque se decide a ahondar en un tema que a todos nos resulta, de un modo u otro, incómodo y doloroso. Y lo es también porque lo hace sin perder de vista la naturaleza misma de la historia. Conservando lo que es en esencia, un thriller psicológico, pero sin tirar de recursos fáciles. En la novela de María Suré apenas hay acción o giros imprevistos, todo fluye con naturalidad hacia donde debe ir. La tensión se halla en otro lugar, de otra forma.

Jane es una de esas mujeres, otra más, a la que el amor se le tornó en pesadilla. De forma paulatina, casi sin darse cuenta, el Jason que le regaló los instantes más mágicos de su vida se ha convertido en una bestia de la que se siente incapaz de escapar. Jane vive paralizada por el miedo, esperando inmóvil la bofetada definitiva. Una llamada comunicándole que han hallado el cadáver de su padre, desaparecido cuando ella era una niña, resulta ser el detonante que Jane necesita para empezar a moverse de una vez por todas.

Empezaba la reseña diciendo que es esta una novela valiente. Y lo es desde todos los ángulos. Valientes son sus personajes, y arriesgada su construcción. No era fácil lo de Serena, la amiga de Jane, dotada con un extraño poder para ver el color de las emociones. Es posible que si me lo hubiese contado cualquier otro, no me hubiese creído nada de ésa mujer, tan fuerte en la apariencia y tan frágil por dentro. Si esto fuese una película, Serena sería la típica robaplanos. Un personaje entrañable y lleno de matices, con una atípica conexión emocional con Jane, que me ha conquistado. Del mismo modo lo han hecho el resto de personajes. La evolución de Jane me ha parecido creíble, tan complicada como debe de ser en realidad decidirse a salir del bucle en el que vive. Jason también resulta un personaje muy logrado, con esa dualidad propia de los maltratadores, que lloran después de dañar.

“El color del perdón” es un thriller psicológico intenso, muy intenso, pero aquí el lector no aprieta los dientes ante un miedo desconocido o sobrenatural. La tensión reside en la situación que vive Jane, en el terror a la próxima salida de tono de la persona con la que vives, a la duda constante de si te matará mañana. Es una historia dura pero narrada con buen gusto y solvencia por una autora a la que habrá que prestar mucha atención de aquí en adelante, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta.


Quisiera cerrar mi reseña disculpándome con María Suré por la tardanza en leer su historia, que tan amablemente me ofreció, y que he ido demorando por razones que nada han tenido que ver con su novela que, como veis, me ha gustado mucho. Gracias María, por tu paciencia. ;)

miércoles, 8 de junio de 2016

"Diario de Golondrina", por Amélie Nothomb.

Amélie Nothomb ha sido durante mucho tiempo una de ésas autoras que a uno se le enquistan. Su aire provocador y que despierte sentimientos tan dispares entre los lectores que se aproximan a ella alentaba mi curiosidad, pero por otro lado, uno siempre tiene el temor de si sabrá estar a la altura del escrito al que se enfrenta. En este caso, la partida ha quedado en tablas. En “Diario de Golondrina” he encontrado elementos que me han entusiasmado y otros pocos que no lo han hecho tanto.

Se atreve Nothomb a meterse en la piel de un hombre sin corazón. Alguien que ha decidido, espoleado por un fracaso amoroso del que poco sabemos, apagar de motu proprio el interruptor de las emociones. Hasta que descubre que puede reencontrar el placer en la sangre ajena. Y la muerte se convierte en su oficio y su único alivio.

Me ha gustado mucho el estilo de Nothomb. Su prosa resulta sencilla en la forma y áspera y compleja en el fondo, formada en párrafos de aparente simplicidad, asequibles, pero que esconden distintas interpretaciones y que involucran emocionalmente al lector que quiera dejarse ir. Las poquitas páginas de “Diario de Golondrina” pueden leerse de una tacada, pero no se pueden asimilar ni digerir así, porque sería quedarse en lo obvio.

No me ha llenado tanto, sin embargo, la historia en sí. Nothomb no consigue que me crea a su protagonista, a pesar de la narración en primera persona. Sin embargo, tengo la sensación de que tampoco lo pretende. La narración a saltos, el giro que se produce tras el encuentro con Golondrina y el clímax final me han resultado inverosímiles y forzados, con un deje poético, demasiado rosa me atrevería a decir, que no casa ni con el estilo de la autora ni con la historia que hasta ese momento nos ha estado contando.


Aún así, me deja con ganas de seguir probando con Amélie Nothomb. Tengo curiosidad por ver qué tal funciona su estilo contando otro tipo de historia. ¿Me dejáis alguna recomendación?

jueves, 2 de junio de 2016

"Mágico, sombrío, impenetrable", por Carol Joyce Oates.

Mágico.
Sombrío.
Impenetrable.

Pocas veces un título resulta tan elocuente, tan revelador de su contenido.

La prosa de Oates es pura magia, el juego de una experimentada prestidigitadora en el que nada es casual. Cada signo de puntuación, los adjetivos, el uso de la cursiva… todo es intencional y parece estar cuidadosamente colocado para provocar algo en el lector. Y sin embargo, la narración de la neoyorkina resulta tan fluida y natural, tan creíble, que parece que estuviese contándole a uno, café mediante, lo que le pasó a un conocido común.

Sombrío es el universo que recrea a través de los trece relatos que conforman este volumen, retratando con una limpieza pocas veces vista las miserias del alma humana. Cada narración resulta una especie de fogonazo de luz que retrata, con todas sus luces y sombras, un sentimiento o un estado de ánimo, la complejidad interior del ser humano. Pone el foco de forma especial sobre la mujer: aborto, dependencia emocional, enfermedad. Se acerca a temas que son dolorosos, áridos, y sin embargo, nunca resulta su narración tétrica o sentimentaloide, sino lúcida. Cuando uno lee a Oates, es inevitable convivir con la sensación de que estamos ante una mujer tremendamente inteligente, con una habilidad para leer emociones tan grande como la que tiene para (d)escribirlas.

Impenetrable resulta casi siempre el carácter de la historia en la que nos vamos a adentrar. Uno se aproxima a ella confiado, sin ver venir el revés emocional que te aguarda tras unos primeros párrafos de anodina realidad. Cada relato es un zarpazo, más o menos cruel, pero siempre inesperado. Así, un viaje en coche se convierte en un periplo emocional por el interior de la mujer sentada en el asiento del copiloto, o un pequeño santuario al borde de una carretera se convierte en el lugar que da voz al fantasma que habita en él.

Los relatos de Oates, cada uno en su extensión, conforma una historia completa, que no deja esas sensaciones propias del género en las que uno echa de menos algo más de profundidad y tiempo para encariñarse con los personajes y dejarlos marchar al final. Todos ellos transmiten una idea completa, circular, y ofrecen al lector la posibilidad de llevarlos a su terreno, de ponerse en la piel de los seres que los habitan, porque todos estamos familiarizados con aquello de lo que nos hablan.

Me ha gustado mucho también ver parte del mundo en que se desenvuelve la autora plasmado en algunas de sus historias. Las alusiones al Nobel, con el que tanto se ha asociado su nombre últimamente, en un tono casi despreciativo, como un clímax al que ningún escritor debería llegar; la crítica literaria, que igual ensalza que destroza entre sus garras a un autor; o su violento retrato de la docencia universitaria, dibujada como un microcosmos de marcado carácter patriarcal en el que la mujer sigue siendo vista como un ser inferior.


Ya veis que mi primer acercamiento a la literatura de Carol Joyce Oates ha sido ha sido más que grato. Las trece historias que componen “Mágico, sombrío, impenetrable” están narradas con exquisitez pero además, todas ellas nos tocan de una forma u otra y dejan poso tras de sí, de tal forma que resulta difícil acabar un relato y enlazar con el siguiente, ya que el lector necesita un instante de reposo con el que sacudirse la resaca literaria. Y eso, dada la extensión de cada historia, es todo un logro. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

"Orígenes secretos", por David Galán Galindo.

“En lo que menos fe tienen los españoles es en los héroes. Mientras en Inglaterra se escribía sobre el Rey Arturo, nosotros escribíamos El Quijote. Sólo concebimos que haga el bien un loco”.

No es casual que bajo la portada de “Orígenes secretos”, al desdoblar las solapas, uno se encuentre un mapa de la ciudad de Madrid. Como tampoco lo es que el protagonista de la cubierta sea un hombre sin rostro vestido de traje. La primera novela de David Galán es, además de un magnífico paseo por la capital, un homenaje a los superhéroes de siempre y, más aún, un recordatorio de que nunca deberíamos haber perdido nuestra fe en ellos.

David es un policía recién llegado a Madrid que se verá obligado a colaborar con Jorge Elías, el orondo dueño de una tienda de cómics, para resolver una serie de crímenes que recrean los orígenes secretos de los superhéroes clásicos. Las pistas que el asesino deja les conducirán de un rincón a otro de la ciudad, descubriendo a su paso más de lo que quisieran sobre sus propios pasados.

El clásico tándem que une al policía duro y al friki inteligente y esperpéntico no es nuevo, pero aquí funciona de nuevo a las mil maravillas. Se le nota el oficio a David Galán, que antes que escritor fue guionista y cineasta. Los diálogos y las características de sus personajes son más propias del mundo de las series y la pantalla grande que del clásico thriller escrito. No sólo eso. También la forma en la que está escrita la novela remite más al guión cinematográfico y, sobre todo, al mundo del cómic. El autor juega con recursos como la onomatopeya, tan poco usado en la novela, y dota de ritmo a su relato tirando de diálogos cortos y párrafos también breves, que a veces provocan la sensación de que la acción se produce en pequeños saltos. Al final, uno tiene la sensación de estar leyendo una especie de cómic novelado. Me ha parecido una narración muy original y muy a tono con la historia que nos está contando.

En cuanto a la trama, he de reconocer que de niña, fui más de tebeos patrios que de la Marvel. Sé más de SúperLópez que de El Increíble Hulk. Así que al principio temí perderme un poco. Pero doy fe de que la novela puede leerse aunque uno sea un completo profano en la materia. Los súper héroes que pueblan la trama son de sobra conocidos por todos, y no es necesario ser una eminencia para poder seguir el hilo de la historia. Para eso está Jorge Elías, para instruirnos.

“Cuando Madrid despierta, la plaza de Tirso de Molina abre los ojos. Ojos de todos los colores y forma, bajo unos mismos párpados. (…) Las pupilas de Tirso siempre ven al emperador desnudo, y por eso gusta de parpadeos de pancartas y lucha contra la ceguera, pese a los guiños de represión policial.”

Pero como os contaba al principio, más allá de héroes con capa y antifaz, la absoluta protagonista de “Orígenes Secretos” es Madrid. Desde Gran Vía hasta el cementerio de La Almudena, pasando por la plaza de Tirso de Molina, el Barrio del Pilar, el hospital de La Paz y Chamberí. Galán no se limita a llevarnos de un lugar a otro, sino que nos deja siempre un pequeño párrafo sobre cada lugar. Y en ocasiones, una crítica llena de añoranza, o de decepción. Creo que ha sido esta mi parte favorita de la historia, sin duda.

Como también he disfrutado de los guiños a la cultura pop de los últimos años. No sólo acerca del mundo del cómic, sino también del cine, la literatura, el fútbol o la música que nos han acompañado en las últimas décadas. Escenas míticas que recordamos de la mano de Jorge Elías, que acaba convertido en un personaje sumamente entrañable a pesar de sus rarezas.

“Orígenes Secretos” es una novela distinta, apta para casi todos los públicos, especialmente aquellos sin prejuicios que gustan de probar estilos nuevos e historias que se alejan de lo habitual. Un interesante debut el de David Galán, al que ya tenía el gusto de conocer gracias a algunos de sus cortometrajes, y que me sorprende ahora en una faceta como escritor que espero siga cultivando. 

miércoles, 18 de mayo de 2016

"El desorden que dejas", por Carlos Montero.

“Así estoy yo ahora, como un niño pequeño. Todos los días al levantarme tengo que hacer un esfuerzo monumental para aceptar la idea de que no está. Es un trabajo titánico, nunca nada me había costado tanto esfuerzo como esa media hora donde tengo que obligarme a reordenar el mundo. A reordenar un mundo en el que ella ya no está.”

Es difícil armar una novela con tantos ingredientes como esta que hoy os traigo y no perderse por el camino. Carlos Montero encaja con una habilidad exquisita una amplísima amalgama de personajes, con sus respectivas personalidades, y recorre con ojo atento algunos de los problemas que nos aquejan como sociedad, dotándolo todo de sensación de conjunto. “En el desorden que dejas” confluyen temas como el acoso en el aula, la crisis económica, la pérdida emocional. Y lo hacen de un modo coherente y cohesionado, a ritmo de thriller. Un cóctel que ha sido reconocido con el Premio Primavera de Novela. Muy merecido, a mi parecer.

Raquel es una profesora de literatura interina, destinada a una suplencia en Novariz, un pueblo del interior de Galicia. En su primer día, la joven descubre que Viruca, su predecesora en el puesto, se suicidó. Al finalizar las clases, encuentra en el bolso una nota que le apela directamente: “¿Y tú, cuánto vas a tardar en morir?”.

Me ha gustado mucho la forma en que Carlos Montero dibuja a Raquel, metiéndose en su piel y otorgándole el privilegio de ser ella la narradora. No es un personaje fácil, de ésos con los que uno empatiza de entrada. Quizá ni siquiera al final uno consigue encariñarse con ella. Pero sí me ha parecido tremendamente real y compleja, impulsiva, metepatas, obsesiva, frágil, ambigua e incomprensible a veces. Sin maniqueísmos, Montero construye una narradora más que solvente para su historia. Y la rodea, como decía al principio, de una galería de personajes de características muy diversas. En este caso, unos resultan más acertados que otros, aunque de tener que elegir, me quedaría con Roi por las mismas razones que me gustó el personaje de Raquel: la verdad que desprende.

“El desorden que dejas” es, ante todo, una thriller, y como tal se comporta su trama. Información bien dosificada, giros finales, alguna que otra sorpresa de las que te dejan ojioplática perdida y mucha tensión. Un Page Turner, que le llaman ahora. Vaya, que uno siempre necesita leer “sólo un capítulo más”. Bien construida y bastante bien resuelta (quizá demasiada acción en los compases finales, para mi gusto), la trama se salpica de alusiones a la crisis económica, a su efecto sobre la vida en los pueblos más pequeños. Y se atreve también con un tema tan candente como el acoso escolar y su estrecha relación con la vida paralela de muchos jóvenes (y mayores) a través de las redes sociales, que actúan como arma y escaparate. Un acoso que, como le ocurre a Raquel, no se da solamente entre iguales. Me ha gustado cómo Montero pone el foco sobre el asunto y la forma en que se desarrolla y resuelve.

Queda también espacio para el aspecto emocional, para hablar sobre la pérdida, la fragilidad de las bases en las que asentamos nuestra vida. He de decir que en el aspecto narrativo, ha sido en esos pasajes en los que más he disfrutado de la prosa del autor, que a ritmo de thriller resulta bastante más ligera que cuando se adentra en el terreno de lo emocional.

Muy buenas sensaciones me deja mi primer acercamiento a Carlos Montero, un autor al que me tocará seguir de cerca de ahora en adelante porque ha demostrado, con su primera novela, que maneja a la perfección los tiempos del thriller y que sabe armar buenas y complejas historias.

miércoles, 11 de mayo de 2016

"La fábrica de las sombras", por Ibon Martín.

Llegué a “La fábrica de las sombras” después de haber leído, muy poquitos días antes, “El faro del silencio”. Disfruté mucho de la primera novela protagonizada por la escritora Leire Altuna, así que me apetecía repetir. Por otro lado, jugaba en mi contra el hecho de que me pudiera saturar al tratarse de dos novelas muy similares en su estructura y desarrollo, algo que no suelo hacer habitualmente.

En los arcos de la Real Fábrica de Armas de Orbaizeta, aparece colgando el cadáver de Saoia Goinetxe, la joven historiadora al frente de la rehabilitación del lugar para convertirlo en un lugar de atractivo turístico. Lo que al principio parecía un suicido, pronto se revela como un asesinato en el que cualquiera de los habitantes del lugar pueden estar implicados. Ane Cestero, la agente de la ertainzta que ya conocimos en el caso del Sacamantecas, pedirá ayuda a Leire para esclarecer el crimen.

En esta ocasión, Ibon Martín nos traslada a Navarra, a la población de Orbaizeta. Tal como hiciera con Pasaia en su anterior novela, la ambientación vuelve a ser lo más destacable. El autor juega con sonidos, olores y descripciones muy logradas que consiguen transportarte a esa gélida, turbadora, Real Fábrica de Armas de Orbaizeta y alrededores. De igual modo, consigue dotar a la pequeña población donde se desarrolla la trama de una atmósfera tremendamente opresiva, más propia del terror gótico que del género negro que frecuentamos habitualmente. Un lugar pequeño, aislado, donde todos esconden traumas y secretos familiares que nadie quiere sacar a la luz. Acierta también el autor al añadir referencias a los seres mitológicos de la tierra navarra, muchos de los cuales ya nos resultan familiares a los que leímos la Trilogía del Baztán. Me ha gustado toparme de nuevo con el basajuan o las lamias, su presencia redondea la recreación de los bosques y la selva de Irati, dotándola de una agradable dosis de realismo mágico.

La novela se lee con agrado gracias al buen ritmo que el autor imprime a su narración, con una buena dosificación de la acción, revelando lo necesario y manteniendo la intriga a través de las dos líneas temporales que se van alternando. Sí que es cierto que en la parte central hubo algún capítulo que me resultó algo tedioso y algún evento demasiado previsible, pero la sensación final es positiva. Me ha parecido también muy acertada la forma de resolver la historia, a excepción de algún momento final de película que solemos encontrar siempre de cara al desenlace  y que creo que no es siempre necesario.

Ibon Martín vuelve a dejarme buenas sensaciones. El autor repite con la fórmula que tan bien funcionaba en “El faro del silencio”: trama compleja, armada en dos líneas temporales; amplísima galería de personajes que se prestan a sospechar de ellos; una ambientación logradísima y al frente, Leire Altuna y Ane Cestero, dos chicas listas de las que, sospecho, volveremos a saber pronto.



miércoles, 4 de mayo de 2016

"El teorema Katherine", por John Green.

Si Colin Singleton, protagonista de la historia que hoy nos ocupa y genio de las matemáticas, tuviera que representar a través de una de sus gráficas mi relación con esta novela de John Green, el resultado sería una especie de parábola invertida. Porque más o menos el idilio fue tal que así:

INICIO / PLANTEAMIENTO.

Soy de las que disfrutaron mucho con “Bajo la misma estrella”. A pesar del marcado carácter juvenil de la novela, la forma de contarlo de John Green me pareció deliciosa y sus personajes se quedaron un poquito conmigo. Así que con ese precedente abordé la lectura de “El teorema Katherine”. Y el inicio no estuvo mal.
Me gustó reencontrarme, sobre todo, con el particular humor del autor, entre lo infantil y lo corrosivo, a veces benévolo y otras tantas doloroso. Fue suficiente acicate para continuar con una lectura que no estaba resultando lo esperado en cuanto a su trama, pero sí en cuanto a la forma de contarla.

Los personajes tampoco me disgustaban. El típico genio carente de habilidades sociales está muy visto, pero lo está porque funciona. Ahí está Sheldon Cooper, manteniendo a la audiencia año tras año. Sólo que Colin… quizá es un poco más llorón, más deprimente de la cuenta. Pero para compensar tenemos a su amigo Hassan, el oportuno contrapunto, aligerando en lo posible el peso que nuestro (anti)héroe carga sobre los hombros.

Pero entonces llegamos al…

NUDO.

Y aquí, la catástrofe absoluta. Un tedio insufrible, con un montón de referencias a un archiduque y miles de Katherines pululando por una historia inconsistente que no sabe dónde va.
Los personajes no evolucionan. Colin sigue siendo un llorón, Hassan se vuelve cada vez más impertinente y Lindsey no tiene nada que aportar, más allá de lo sorprendente que resulta que una chica que lee la prensa rosa pueda tener alguna neurona que le funcione. No lo digo yo, claro. Lo dicen ellos.

Me aburro.

DESENLACE.

La novela no mejora en términos generales pero, lo reconozco, me río (incluso a carcajadas) en un par de ocasiones. No sé ni por qué, nunca he sido de las que se ríen en situaciones de peleas, caídas y demás. Pero quizá por el efecto sorpresa, me encuentro a mí misma divirtiéndome con algunas situaciones.  Puedo ser muy infantil a veces.

La cosa es que ésos dos ratos finales elevan un tanto mi impresión final de “El teorema Katherine” y no me llevo un mal sabor de boca. Incluso puede que me encariñase un poquito con algún personaje. Pero no lo suficiente para recomendarla a cualquiera que haya superado los años de instituto. 

miércoles, 27 de abril de 2016

"Holy Cow", por David Duchovny.

Reconozco que cuando me senté con “Holy Cow” entre las manos tuve miedo. Había cumplido a rajatabla con todo el ritual. Silencio, luces a medio gas, taza de café caliente, manta. Pero es que era él.

No.

ÉL. Notad el uso de las mayúsculas, por favor.

David era lo más parecido a un amor platónico que he tenido en mi vida. Él es el tipo por el que me levantaba a media noche, a riesgo de que mi madre me devolviese a la cama tirando de mí por las orejas, para ver a escondidas “Expediente X”. Con las consecuentes pesadillas y ojeras posteriores. Por ÉL me fui a dormir a horas intempestivas en días de colegio. Me maté a dar clases particulares todo un verano para comprarme la serie en un formato que ya no puedo ver en ningún dispositivo. Hice ese tipo de cosas. Y ahora me encuentro con una historia escrita por él entre las manos. ¿Cómo se digiere eso? ¿Hay algo más íntimo que el acto de leer las letras de otro? Era como asomarse al diario del chico que te gustaba en el instituto. Algo así. Pero, ¿y si no me gustaba? Por Dios, era la historia de una vaca. Una fábula. No las tenía todas conmigo, desde luego.

El alivio al asomarme a las primeras páginas fue inmediato. Me gustaba. El humor de Elsie, la vaca, me resultaba fresco, auténtico, natural. Un humor a lo Hank Moody, desenfadado y sarcástico. Pero aún así, ¿una vaca?

“Holy Cow” es la historia de Elsie Bovary, una vaca que vive feliz en una granja de Nueva York. La propia Elsie es la voz narrativa, en primera persona, de esta fábula para adultos salpicada de referencias entrañables para todos los que nacimos en las décadas de los setenta y ochenta. Elsie resulta ser una profunda conocedora de la cultura pop y la literatura de la época, además de una nostálgica sin remedio. Por ello, salpica su relato de simpáticas referencias que serán conocidas para todos los que aterrizasteis en la tierra por aquel tiempo. De lo que no sabe tanto Elsie es del universo de los humanos, a los que se esfuerza en comprender con escaso éxito.

Un buen día, Elsie descubrirá que existe un Dios Caja en torno al cual las familias se reúnen y al que prestan más atención de la que se otorgan entre ellos. Y gracias al Dios Caja descubrirá que la vida para los animales, en otros lugares, no es tan grata como la suya. Gallinas, cerdos y vacas que se apilan en vida para terminar sus días en mataderos. El impacto es tan grande que Elsie decide huir hacia el único lugar posible: la India, donde sus congéneres son seres sagrados.

El primer tercio de la novela de Duchovny es puro aire fresco. Y además no cae en lo obvio. Su crítica va muchísimo más allá del ecologismo o el amor por los animales, aunque también se pueda leer sobre ello en lo más superficial. Pero todos esos animales aglomerados en granjas no dejan de ser, por encima de todo, un acertado símil de nosotros mismos, de lo previsible, aburrido y gris de nuestra sociedad. A través de los ojos de Elsie nos vemos a nosotros, nuestra intolerancia, nuestra falta de interés, nuestra despreocupación a la hora de explotar unos recursos que se agotan y que parecen no importar a nadie. Con sarcástica lucidez, Elsie habla de religión y política, los dos males que más gravemente aquejan a nuestra sociedad. Y nos da también alguna pincelada acerca del mundo editorial, sobre aquello que se puede o se debe publicar, lo que vende, lo que lastra a un autor.

¿Hay algún “pero” que ponerle a “Holy Cow”? Sí, sí lo hay. Y es que en la parte central de la historia, tras un inicio sorprendente y con mucho gancho, la novela decae un tanto. No es una cuestión de ritmo, los capítulos siguen siendo brevísimos y la lectura ligera, pero sí desaparece el factor sorpresa y aparecen nuevos personajes que a mi parecer, lastran a Elsie, quitándole mucha más fuerza de la que le aportan. En ese momento, la trama pide un avance que resulta forzado y que cae en lo inverosímil, cosa que no había ocurrido en ningún momento antes.

El bache se solventa con un final en el que nuestros entrañables protagonistas retoman el discurso inicial y vuelve la inspiración que eché de menos en la parte central.

“Holy Cow” ha resultado ser una lectura distinta, curiosa, simpática y con un trasfondo que a pesar de lo amplio y complejo de los temas que aborda, se lee con agrado y buen humor. Si os apetece leerla, u os pica la curiosidad simplemente, aún podéis participar en el sorteo que sigue activo en el blog hasta finales de esta semana.

miércoles, 20 de abril de 2016

"Todos iremos al paraíso", por José Ángel Mañas.

Me topé por primera vez con José Ángel Mañas en plena efervescencia adolescente, cuando somos más vulnerables y tenemos ésa tendencia a vivirlo todo con intensidad. Supongo que eso tuvo mucho que ver en que me impactase tanto “Historias del Kronen”. Yo acababa de llegar a la ciudad, estaba sola y todo se me antojaba enorme y caótico. En la novela de Mañas me encontré con una visión del mundo que no conocía, yo era una niña de pueblo con todas las letras, con todo lo que eso conlleva, así que si la habéis leído, os podéis imaginar el impacto que causó en mí. Nunca me volví a cruzar con el autor madrileño hasta hace unas semanas, cuando vi su nombre entre las novedades de la editorial Stella Maris. Y decidí que era un buen momento para reencontrarnos.

“Todos iremos al paraíso” es la historia de Paz. Mujer de relativo éxito, trabajadora, madre, esposa. Tan común, tan anodina como ésas miles de mujeres con las que nos cruzamos cada día sin reparar en ellas. Paz puedes ser tú, o yo. Y sin embargo, un día cualquiera, el primero de las vacaciones, a Paz le ocurre algo que nos podría pasar a cualquiera. Uno de ésos accidentes tontos. Y luego una decisión desafortunada. Y a partir de ahí, lo cotidiano se torna en una debacle absoluta.

No os quiero contar nada más, esta es una de ésas historias que hay que leer sabiendo lo menos posible. Podría deciros de ella que es absorbente, que no te deja respirar, que es uno de ésos page-turner de manual que te obligan a permanecer en casa, con el pijama puesto y el pelo revuelto, con las persianas bajadas para ahuyentar a los posibles visitantes. Pero todo eso, aunque es cierto, no es lo más destacable de la novela de Mañas.

“Todos iremos al paraíso” es, sobre todo, perturbadora, inquietante. Y lo es porque ahonda en lo cotidiano, porque te muestra lo fácil que es que la vida se tuerza y que todo lo que has conseguido con tiempo y esfuerzo se vaya al garete. Que es posible, incluso sencillo, que una decisión mal tomada te convierta en algo que nunca quisiste ser. Que te puede pasar a ti. Es inevitable ponerse constantemente en el lugar de Paz. Pensar qué habrías hecho tú, cómo habría sido tu camino de haberte visto en la misma encrucijada.

Mañas construye un fantástico personaje principal, se ceba con él y nos presenta a una mujer compleja, errática, vulnerable, llena de aristas y dobleces. A Paz cuesta comprenderla, a veces sus decisiones resultan inverosímiles, como si eligiese a conciencia la opción más difícil. Pero la trama funciona a la perfección y culmina, a mi parecer, con un final redondo y en mi caso, inesperado por completo.

Os animo, sin duda, a que os acerquéis a la nueva novela de José Ángel Mañas, especialmente si sois amantes del género negro y de los personajes turbadores y complicados que van mucho más allá de los clásicos roles del bueno y el malo de la historia. Podéis leer el primer capítulo aquí pero cuidado, que engancha. ;)

miércoles, 13 de abril de 2016

"El faro del silencio", por Ibon Martín.

Siempre he sido una enamorada del norte. Supongo que por aquello de que uno siempre ansía lo que no tiene. La cuestión es que todo lo que tenga que ver con aquellas tierras, desde su gastronomía a sus paisajes, me seducen sin remedio. Por eso, cuando empecé a leer las primeras reseñas de “El faro del silencio”, de Ibon Martín, supe que era una novela que me encantaría. Y así ha sido.

Porque la indiscutible y absoluta protagonista de “El faro del silencio” no es Leire Antuna, la escritora al frente de la trama, sino la bellísima población de Pasaia. Es imposible no sucumbir ante la descripción que Martín hace del lugar, de sus olores, de sus rincones, de sus gentes. El autor no se limita a lo estético, a lo superficial, sino que ahonda en el carácter mismo del lugar y sus habitantes, sus tabernas, sus tiendas y su costa. No te lo cuenta, te sumerge, te lleva. Tanto que me he hecho el firme propósito de visitar Pasaia y alrededores en cuanto pueda escaparme. Nada más que añadir al respecto.

El segundo puntal de la novela está en su bien orquestada trama y el buen ritmo al que ésta se desarrolla. Ibon Martín dosifica la información con buen pulso y mantiene la incertidumbre hasta el final, moviendo las intrigas de un personaje a otro, descolocando al lector, que va poniendo los ojos en uno y otro, cambiando de sospechoso como quien cambia de calcetines. Llegado el final, uno clama para sí aquello de “ya lo imaginaba…”. Pero lo admites, todos eran candidatos a ser el malo de la película.

También acierta el autor imprimiendo carácter a sus personajes. A la cabeza una aceptable protagonista, Leire Antuna, con carácter pero sin excesos (que nos plantan cada heroína últimamente en la novela negra que ríete tú de Wonder Woman) y un amplio y afinado elenco de secundarios, con distintas personalidad, oficios y misterios, que conforman una galería jugosa y con carácter.

Como veis, he disfrutado de mi primer encuentro con Ibon Martín, y como la suerte está de mi parte, pronto repetiré con él, ya que en unos días comenzaremos con la lectura conjunta de su novela “La fábrica de las sombras”, que comparte protagonista con esta que hoy os traigo y que espero, me vuelva a dejar tan buenas sensaciones.

martes, 5 de abril de 2016

"Nerve", por Jeanne Ryan.

Hace unos días salí un momento a comprar el pan. Volví a casa una hora después con el pan, una docena de magdalenas, unas tortas de limón y tres libros. No me preguntéis cómo ocurrió. El caso es que al sacar todo aquello de la bolsa reparé en que quizá me había dejado llevar un poco más de la cuenta. Malditos impulsos. Debí tener algún tipo de regresión o ataque de nostalgia, porque volví a casa con lo que almorzaba y leía hace quince años. Así que ahí estaba “Nerve”, una novela juvenil sobre la que había leído alguna reseña muy positiva. Y me puse a leer…

Supongo que el título tuvo mucha culpa en mi elección. De vez en cuando, aunque cada vez menos, me dejo caer por el género juvenil y, si algo agradezco de ésas lecturas, es que tengan precisamente eso de lo que presume el título de Jeanne Ryan: nervio. Que me resulten eléctricas de algún modo, que me rejuvenezcan, que me obliguen a enamorarme como una adolescente, o a huir, a correr, a sentir esa corriente eléctrica en las piernas que te fuerza a moverte. Algo así como lo que hizo Suzanne Collins en ya sabéis qué trilogía.

Lo malo de “Nerve” es que carece de lo que presume. La narración resulta bastante lineal, facilona, repetitiva. A sus protagonistas les falta garra y fuerza, no vale salir a poner tu vida patas arriba por un par de zapatos. No me lo creo, lo siento. Me falla su motivación, y a partir de ahí, falla todo lo demás. Incluso lo que ocurrió antes y nos trajo aquí resulta poco convincente. Aún así, todo es tan simplón que lo fácil es seguir leyendo, a ver qué pasa al final.

Y bueno… algo se le puede sacar. Hay un tímido intento de criticar nuestra vida alternativa en redes sociales, nuestros gustos televisivos y nuestra falta de escrúpulos, como sociedad y tal. Pero es que es todo tan obvio que acaba siendo redundante. También hay un intento de inquietar al lector al final que funcionaría bien si no fuera porque incluso yo, desde aquí, puedo ver que se trata simplemente de dar pie a una continuación si la cosa funciona. Que lo hará, sin duda. Pero espero no estar ahí en mi próxima regresión.



miércoles, 30 de marzo de 2016

"El aroma del crimen", por Xabier Gutiérrez.

La lectura y el comer son dos placeres que sin duda maridan bien. Desde la sibarita copa de vino hasta las más elementales chucherías o el socorrido café, siempre agrada tener algo que llevarse a la boca mientras uno se sumerge en una historia contada con buen pulso. Así lo ha visto Xabier Gutiérrez, y así ha sabido jugar en su ópera prima a dos bandas, con gastronomía y crimen, dando lugar a esta interesante “El aroma del crimen”.

A Vicente Parra, oficial instructor de la Ertzaintza, le asignan dos casos que nada parecen tener en común: el brutal asesinato de la diseñadora Elena Carrasco y la muerte, presumiblemente a causa de una insuficiencia renal, del joven Christian José. Pronto la investigación se verá vinculada al universo gastronómico de la capital vasca: chefs, restaurantes de postín y relaciones complejas convergen en una intrincada trama que hará las delicias de gourmets y amantes del género negro.

Lo más destacable, sin duda, es que Xabier Gutiérrez es cocinero antes que escritor, y por eso sabe hallar siempre el símil y la metáfora aludiendo al paladar del lector. Olores, sabores, texturas pueblan sus páginas, a veces rozando el exceso y ralentizando un poco un ritmo que ya de por sí, no resulta vertiginoso. Pero es que no sólo de cocineros va la cosa. A su manera, cada personaje contiene en él a un gourmet, un sibarita en ciernes, como resulta ser el propio Vicente Parra, o un experto en la materia, como algunos de los sofisticados jefes de cocina de los restaurantes más caros de San Sebastián. Reconozco que algunos pasajes referidos a la elaboración y presentación de los platos me resultaron casi tediosos, a pesar de la buena capacidad descriptiva del autor y su buena mano para integrarlos en la trama de la forma más sencilla posible.

La prosa de Gutiérrez se lee con facilidad y agrado, resulta rica y hasta sorprendente en ciertas ocasiones. No me ha satisfecho tanto el uso repetido del monólogo interior de los personajes como recurso para recapitular y obligar al lector a teorizar. El lector de novela negra, por regla general, sabe de qué va la cosa y ya teoriza él solito, si gusta de hacerlo.

Cierra “El aroma del crimen” un final satisfactorio, que da carpetazo con eficacia a la compleja trama urdida por el autor vasco. Quizá previsible pero certero, poniendo un adecuado colofón a una novela entretenida, que probablemente peca de algunos altibajos en el ritmo, poseedora de unos personajes carismáticos y bien perfilados y que deja, en general, buenas sensaciones. No me importaría, desde luego, leer la siguiente novela que ya hay publicada del autor para ver qué tal evoluciona su estilo.