jueves, 20 de octubre de 2016

"La habitación de los niños", por Valentine Goby.

Estará sin duda “La habitación de los niños” entre mis mejores lecturas de este año. Después de una larguísima temporada huyendo de las novelas históricas encuadradas en el Holocausto, con la sensación de que está casi todo contado al respecto, esta novela de Valentine Goby me descubre que aún nos queda mucho que aprender y recordar.

Mila, una joven militante de la Resistencia francesa, es deportada al campo de concentración de Ravensbrück. Como el resto de prisioneras políticas, sabe que no será condenada a muerte, pero ignora todo sobre el futuro que le aguarda, a ella y a la criatura que nadie sabe que guarda en el vientre.

“Cada noche repite el día, el día se vive dos veces, pues, vuelve a vivirse por la noche, y cada nuevo día es semejante al anterior. Se pierde así toda noción el tiempo, de sus rupturas en el mundo de fuera, fuera del campo, el campo es un día sin fin que dura toda la noche y todos los días sucesivos, un largo día sin costuras infectado por imágenes de muerte.”

Hay varios aspectos de “La habitación de los niños” que la hacen especial. Lo es, sobre todo, por la bellísima prosa de su autora. Es tarea difícil escribir sobre el horror y que tu narración resulte hermosa, y lo consigue con aparente facilidad Valentine Goby. Desde los paisajes hasta los sentimientos más íntimos de las mujeres que pueblan Ravensbrück, todo está contado con intensa belleza. La prosa de Goby resulta cuidada, pulida y bonita. Sí es cierto que hay abundancia de palabras en alemán, que la dotan de cierta dureza y que contribuyen a la inmersión del lector, que siente con Mila el desconcierto y la incomprensión a la que ella se enfrenta.

“El campo es una lengua. Esa noche y los días sucesivos surgirán imágenes que no tendrán nombre, como tampoco lo tenía el campo la noche de su llegada, como tampoco tienen nombre todavía las formas a los ojos de un recién nacido”.

Mila es un personaje que se te pega a la piel, su forma de ver el mundo, entre la ingenuidad y el miedo, entre la ilusión y la desesperanza, ha conseguido conmoverme. A su alrededor orbitan cientos, decenas de miles de mujeres que mueren o sobreviven pero que van dejando una pequeña impronta en ella y en ti, como lector.

No es una lectura fácil, ni agradable, ni cómoda. Y sin embargo es necesaria, obligatoria, valiente e incluso esperanzadora.

jueves, 13 de octubre de 2016

"Sé dónde estás", por Claire Kendal.

“Necesito creer que sólo en los periódicos los asesinos torturan a mujeres y ocultan sus cadáveres debajo de las tablas del suelo. No en la vida real.”

Este es uno de ésos libros que al descubrirlo en una reseña, capta inmediatamente tu atención. Me atrajo su portada, su argumento, y las buenas sensaciones que dejó en cierta bloguera, así que me hice con él y he comprobado que no me falló la intuición. Me ha gustado mucho, mucho, “Sé dónde estás”, de Claire Kendal.

Clarissa trabaja como administrativa en la universidad de Bath. Rafe Solmes, un profesor con cierta predilección por los cuentos de hadas, la invita a la presentación de su libro. Esa noche ambos acaban compartiendo copa y cama. A partir de ahí, la obsesión de Rafe se va tornando cada vez más exigente y enfermiza, y Clarissa decide llevar un diario en el que relata el acoso que sufre para acumular pruebas contra Solmes. Al mismo tiempo, Clarissa es convocada como jurado en un juicio sobre el secuestro y violación de una joven prostituta, con la que no podrá evitar identificarse de algún modo.

Supongo que ya podéis intuir que estamos ante una lectura incómoda. Lo es en todos los aspectos. La mayor parte de la narración son extractos del diario de Clarissa, en la que se dirige directamente a Rafe. Una narración en segunda persona a la que no estamos acostumbrados y que nos saca en volandas de la zona de confort. Y si nos centramos en el contenido, hablar de incomodidad es quedarse corto. Es imposible no meterse en la piel de Clarissa y sentir el creciente acoso al que Rafe la somete, no sentir su escalofrío cuando sale a la calle y sabe que hay unos ojos que la vigilan y una voz que la llama constantemente por su nombre. Y es inevitable entrar en ese juzgado y no ver en él el retrato de la tolerancia de nuestra sociedad para con la violencia de género.

Y todo ello sin abandonar la esencia del thriller psicológico, creando una atmósfera de creciente angustia, cada vez más perturbadora. Añade Kendal un toque metaliterario con las pequeñas píldoras de los cuentos de hadas que Solmes construye para Clarissa, creando un par de pasajes que me resultaron especialmente aterradores.

La prosa de Kendal se ajusta como un guante a la historia que nos quiere contar. La voz de Clarissa se mezcla de cuando en cuando con la del narrador omnisciente, ofreciéndonos cierta perspectiva y zambulléndonos de nuevo, casi de forma inmediata, en el universo de la protagonista y en su incómodo vocativo.

Merece la pena darle una oportunidad a esta novela debut y seguir los pasos de Claire Kendal, que nos invita aquí a una lectura que trasciende sus límites y que funciona como thriller, pero también como reflexión y crítica.

jueves, 6 de octubre de 2016

"Un lugar secreto", por Tana French.

Os traigo hoy una historia de ésas tan peculiares que, independientemente de cuánto  se hayan disfrutado, uno nunca se atreve a recomendar a otro lector. Una novela extraña, densa, inquietante y terriblemente pausada que no resulta apta para los amantes del thriller al uso, ni para los devotos de la novela negra clásica, pero que sin embargo, puede satisfacer a ambos.

“Un lugar secreto” es la quinta entrega de la saga Dublin Murder Squad, aunque todos los volúmenes se pueden leer de forma independiente y aleatoria. En esta ocasión nos reencontramos con algún viejo conocido para los fieles de la autora irlandesa, que llena su narración de guiños a las entregas anteriores sin despistar, a un tiempo, al lector novel.

Un lugar secreto, un tablón de anuncios en el que las alumnas del St. Kilda cuelgan cuchicheos, temores, confesiones. Y de repente, un día, una frase. “Sé quién lo mató”. Cuando casi nadie se acordaba ya de la muerte de Chris, uno de los chicos más populares del instituto, el detective Stephen Moran se ve obligado a retomar el caso. Lo hará junto a Antoinette Conway, una mujer de carácter que no se deja avasallar por el machismo imperante en el departamento de Homicidios. Ambos se tendrán que adentrar en la asfixiante atmósfera del St. Kilda, un colegio para niñas ricas que se rige por unos códigos desconocidos para ellos.

Calificar “Un lugar secreto” como una novela de suspense, o como una novela negra, o como cualquier otra cosa, sería simplista e insuficiente. Tana French nos entrega una amplísima amalgama de personajes y va poniendo el foco sobre cada uno de ellos, a través de los interrogatorios de los detectives Moran y Conway y de los recurrentes viajes al pasado a través de los recuerdos de las chicas del St. Kilda.

Lo más llamativo, la característica más marcada, es esa atmósfera tan cerrada que nos propone French. Todo ocurre en el internado y en sus alrededores, en esa pequeña burbuja se crea un universo alternativo en el que la lealtad, la amistad y el amor se rigen por unas normas que no pueden entenderse desde fuera. Y dentro de ese mundo denso y complejo, la narración se escurre con excesiva lentitud. Quizá ese ritmo sea el que más espante a muchos lectores. Las más de setecientas páginas de la novela transcurren en apenas un día, por lo que no estamos ante una historia precisamente ágil o trepidante.


Los que ya hayáis leído a French sabéis cómo se las gasta, cómo invierte páginas y tiempo en dibujar con mimo a cada uno de sus personajes. Aquí, vuelve a explorar su psicología hasta la extenuación. El mayor hándicap es que en “Un lugar secreto”, la galería es tan amplia que puede terminar haciéndose farragosa, lenta y aburrida. No ha sido mi caso, quizá porque me gusta cada vez más este estilo de thriller que invita a la pausa, a leer despacio y a prestar cierta atención para no perderse en la inmensidad. No es una novela, como dije al principio, que me atrevería a recomendar, y está solo en vuestra mano decidir si es o no para vosotros.