jueves, 2 de junio de 2016

"Mágico, sombrío, impenetrable", por Carol Joyce Oates.

Mágico.
Sombrío.
Impenetrable.

Pocas veces un título resulta tan elocuente, tan revelador de su contenido.

La prosa de Oates es pura magia, el juego de una experimentada prestidigitadora en el que nada es casual. Cada signo de puntuación, los adjetivos, el uso de la cursiva… todo es intencional y parece estar cuidadosamente colocado para provocar algo en el lector. Y sin embargo, la narración de la neoyorkina resulta tan fluida y natural, tan creíble, que parece que estuviese contándole a uno, café mediante, lo que le pasó a un conocido común.

Sombrío es el universo que recrea a través de los trece relatos que conforman este volumen, retratando con una limpieza pocas veces vista las miserias del alma humana. Cada narración resulta una especie de fogonazo de luz que retrata, con todas sus luces y sombras, un sentimiento o un estado de ánimo, la complejidad interior del ser humano. Pone el foco de forma especial sobre la mujer: aborto, dependencia emocional, enfermedad. Se acerca a temas que son dolorosos, áridos, y sin embargo, nunca resulta su narración tétrica o sentimentaloide, sino lúcida. Cuando uno lee a Oates, es inevitable convivir con la sensación de que estamos ante una mujer tremendamente inteligente, con una habilidad para leer emociones tan grande como la que tiene para (d)escribirlas.

Impenetrable resulta casi siempre el carácter de la historia en la que nos vamos a adentrar. Uno se aproxima a ella confiado, sin ver venir el revés emocional que te aguarda tras unos primeros párrafos de anodina realidad. Cada relato es un zarpazo, más o menos cruel, pero siempre inesperado. Así, un viaje en coche se convierte en un periplo emocional por el interior de la mujer sentada en el asiento del copiloto, o un pequeño santuario al borde de una carretera se convierte en el lugar que da voz al fantasma que habita en él.

Los relatos de Oates, cada uno en su extensión, conforma una historia completa, que no deja esas sensaciones propias del género en las que uno echa de menos algo más de profundidad y tiempo para encariñarse con los personajes y dejarlos marchar al final. Todos ellos transmiten una idea completa, circular, y ofrecen al lector la posibilidad de llevarlos a su terreno, de ponerse en la piel de los seres que los habitan, porque todos estamos familiarizados con aquello de lo que nos hablan.

Me ha gustado mucho también ver parte del mundo en que se desenvuelve la autora plasmado en algunas de sus historias. Las alusiones al Nobel, con el que tanto se ha asociado su nombre últimamente, en un tono casi despreciativo, como un clímax al que ningún escritor debería llegar; la crítica literaria, que igual ensalza que destroza entre sus garras a un autor; o su violento retrato de la docencia universitaria, dibujada como un microcosmos de marcado carácter patriarcal en el que la mujer sigue siendo vista como un ser inferior.


Ya veis que mi primer acercamiento a la literatura de Carol Joyce Oates ha sido ha sido más que grato. Las trece historias que componen “Mágico, sombrío, impenetrable” están narradas con exquisitez pero además, todas ellas nos tocan de una forma u otra y dejan poso tras de sí, de tal forma que resulta difícil acabar un relato y enlazar con el siguiente, ya que el lector necesita un instante de reposo con el que sacudirse la resaca literaria. Y eso, dada la extensión de cada historia, es todo un logro. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

"Orígenes secretos", por David Galán Galindo.

“En lo que menos fe tienen los españoles es en los héroes. Mientras en Inglaterra se escribía sobre el Rey Arturo, nosotros escribíamos El Quijote. Sólo concebimos que haga el bien un loco”.

No es casual que bajo la portada de “Orígenes secretos”, al desdoblar las solapas, uno se encuentre un mapa de la ciudad de Madrid. Como tampoco lo es que el protagonista de la cubierta sea un hombre sin rostro vestido de traje. La primera novela de David Galán es, además de un magnífico paseo por la capital, un homenaje a los superhéroes de siempre y, más aún, un recordatorio de que nunca deberíamos haber perdido nuestra fe en ellos.

David es un policía recién llegado a Madrid que se verá obligado a colaborar con Jorge Elías, el orondo dueño de una tienda de cómics, para resolver una serie de crímenes que recrean los orígenes secretos de los superhéroes clásicos. Las pistas que el asesino deja les conducirán de un rincón a otro de la ciudad, descubriendo a su paso más de lo que quisieran sobre sus propios pasados.

El clásico tándem que une al policía duro y al friki inteligente y esperpéntico no es nuevo, pero aquí funciona de nuevo a las mil maravillas. Se le nota el oficio a David Galán, que antes que escritor fue guionista y cineasta. Los diálogos y las características de sus personajes son más propias del mundo de las series y la pantalla grande que del clásico thriller escrito. No sólo eso. También la forma en la que está escrita la novela remite más al guión cinematográfico y, sobre todo, al mundo del cómic. El autor juega con recursos como la onomatopeya, tan poco usado en la novela, y dota de ritmo a su relato tirando de diálogos cortos y párrafos también breves, que a veces provocan la sensación de que la acción se produce en pequeños saltos. Al final, uno tiene la sensación de estar leyendo una especie de cómic novelado. Me ha parecido una narración muy original y muy a tono con la historia que nos está contando.

En cuanto a la trama, he de reconocer que de niña, fui más de tebeos patrios que de la Marvel. Sé más de SúperLópez que de El Increíble Hulk. Así que al principio temí perderme un poco. Pero doy fe de que la novela puede leerse aunque uno sea un completo profano en la materia. Los súper héroes que pueblan la trama son de sobra conocidos por todos, y no es necesario ser una eminencia para poder seguir el hilo de la historia. Para eso está Jorge Elías, para instruirnos.

“Cuando Madrid despierta, la plaza de Tirso de Molina abre los ojos. Ojos de todos los colores y forma, bajo unos mismos párpados. (…) Las pupilas de Tirso siempre ven al emperador desnudo, y por eso gusta de parpadeos de pancartas y lucha contra la ceguera, pese a los guiños de represión policial.”

Pero como os contaba al principio, más allá de héroes con capa y antifaz, la absoluta protagonista de “Orígenes Secretos” es Madrid. Desde Gran Vía hasta el cementerio de La Almudena, pasando por la plaza de Tirso de Molina, el Barrio del Pilar, el hospital de La Paz y Chamberí. Galán no se limita a llevarnos de un lugar a otro, sino que nos deja siempre un pequeño párrafo sobre cada lugar. Y en ocasiones, una crítica llena de añoranza, o de decepción. Creo que ha sido esta mi parte favorita de la historia, sin duda.

Como también he disfrutado de los guiños a la cultura pop de los últimos años. No sólo acerca del mundo del cómic, sino también del cine, la literatura, el fútbol o la música que nos han acompañado en las últimas décadas. Escenas míticas que recordamos de la mano de Jorge Elías, que acaba convertido en un personaje sumamente entrañable a pesar de sus rarezas.

“Orígenes Secretos” es una novela distinta, apta para casi todos los públicos, especialmente aquellos sin prejuicios que gustan de probar estilos nuevos e historias que se alejan de lo habitual. Un interesante debut el de David Galán, al que ya tenía el gusto de conocer gracias a algunos de sus cortometrajes, y que me sorprende ahora en una faceta como escritor que espero siga cultivando. 

miércoles, 18 de mayo de 2016

"El desorden que dejas", por Carlos Montero.

“Así estoy yo ahora, como un niño pequeño. Todos los días al levantarme tengo que hacer un esfuerzo monumental para aceptar la idea de que no está. Es un trabajo titánico, nunca nada me había costado tanto esfuerzo como esa media hora donde tengo que obligarme a reordenar el mundo. A reordenar un mundo en el que ella ya no está.”

Es difícil armar una novela con tantos ingredientes como esta que hoy os traigo y no perderse por el camino. Carlos Montero encaja con una habilidad exquisita una amplísima amalgama de personajes, con sus respectivas personalidades, y recorre con ojo atento algunos de los problemas que nos aquejan como sociedad, dotándolo todo de sensación de conjunto. “En el desorden que dejas” confluyen temas como el acoso en el aula, la crisis económica, la pérdida emocional. Y lo hacen de un modo coherente y cohesionado, a ritmo de thriller. Un cóctel que ha sido reconocido con el Premio Primavera de Novela. Muy merecido, a mi parecer.

Raquel es una profesora de literatura interina, destinada a una suplencia en Novariz, un pueblo del interior de Galicia. En su primer día, la joven descubre que Viruca, su predecesora en el puesto, se suicidó. Al finalizar las clases, encuentra en el bolso una nota que le apela directamente: “¿Y tú, cuánto vas a tardar en morir?”.

Me ha gustado mucho la forma en que Carlos Montero dibuja a Raquel, metiéndose en su piel y otorgándole el privilegio de ser ella la narradora. No es un personaje fácil, de ésos con los que uno empatiza de entrada. Quizá ni siquiera al final uno consigue encariñarse con ella. Pero sí me ha parecido tremendamente real y compleja, impulsiva, metepatas, obsesiva, frágil, ambigua e incomprensible a veces. Sin maniqueísmos, Montero construye una narradora más que solvente para su historia. Y la rodea, como decía al principio, de una galería de personajes de características muy diversas. En este caso, unos resultan más acertados que otros, aunque de tener que elegir, me quedaría con Roi por las mismas razones que me gustó el personaje de Raquel: la verdad que desprende.

“El desorden que dejas” es, ante todo, una thriller, y como tal se comporta su trama. Información bien dosificada, giros finales, alguna que otra sorpresa de las que te dejan ojioplática perdida y mucha tensión. Un Page Turner, que le llaman ahora. Vaya, que uno siempre necesita leer “sólo un capítulo más”. Bien construida y bastante bien resuelta (quizá demasiada acción en los compases finales, para mi gusto), la trama se salpica de alusiones a la crisis económica, a su efecto sobre la vida en los pueblos más pequeños. Y se atreve también con un tema tan candente como el acoso escolar y su estrecha relación con la vida paralela de muchos jóvenes (y mayores) a través de las redes sociales, que actúan como arma y escaparate. Un acoso que, como le ocurre a Raquel, no se da solamente entre iguales. Me ha gustado cómo Montero pone el foco sobre el asunto y la forma en que se desarrolla y resuelve.

Queda también espacio para el aspecto emocional, para hablar sobre la pérdida, la fragilidad de las bases en las que asentamos nuestra vida. He de decir que en el aspecto narrativo, ha sido en esos pasajes en los que más he disfrutado de la prosa del autor, que a ritmo de thriller resulta bastante más ligera que cuando se adentra en el terreno de lo emocional.

Muy buenas sensaciones me deja mi primer acercamiento a Carlos Montero, un autor al que me tocará seguir de cerca de ahora en adelante porque ha demostrado, con su primera novela, que maneja a la perfección los tiempos del thriller y que sabe armar buenas y complejas historias.

miércoles, 11 de mayo de 2016

"La fábrica de las sombras", por Ibon Martín.

Llegué a “La fábrica de las sombras” después de haber leído, muy poquitos días antes, “El faro del silencio”. Disfruté mucho de la primera novela protagonizada por la escritora Leire Altuna, así que me apetecía repetir. Por otro lado, jugaba en mi contra el hecho de que me pudiera saturar al tratarse de dos novelas muy similares en su estructura y desarrollo, algo que no suelo hacer habitualmente.

En los arcos de la Real Fábrica de Armas de Orbaizeta, aparece colgando el cadáver de Saoia Goinetxe, la joven historiadora al frente de la rehabilitación del lugar para convertirlo en un lugar de atractivo turístico. Lo que al principio parecía un suicido, pronto se revela como un asesinato en el que cualquiera de los habitantes del lugar pueden estar implicados. Ane Cestero, la agente de la ertainzta que ya conocimos en el caso del Sacamantecas, pedirá ayuda a Leire para esclarecer el crimen.

En esta ocasión, Ibon Martín nos traslada a Navarra, a la población de Orbaizeta. Tal como hiciera con Pasaia en su anterior novela, la ambientación vuelve a ser lo más destacable. El autor juega con sonidos, olores y descripciones muy logradas que consiguen transportarte a esa gélida, turbadora, Real Fábrica de Armas de Orbaizeta y alrededores. De igual modo, consigue dotar a la pequeña población donde se desarrolla la trama de una atmósfera tremendamente opresiva, más propia del terror gótico que del género negro que frecuentamos habitualmente. Un lugar pequeño, aislado, donde todos esconden traumas y secretos familiares que nadie quiere sacar a la luz. Acierta también el autor al añadir referencias a los seres mitológicos de la tierra navarra, muchos de los cuales ya nos resultan familiares a los que leímos la Trilogía del Baztán. Me ha gustado toparme de nuevo con el basajuan o las lamias, su presencia redondea la recreación de los bosques y la selva de Irati, dotándola de una agradable dosis de realismo mágico.

La novela se lee con agrado gracias al buen ritmo que el autor imprime a su narración, con una buena dosificación de la acción, revelando lo necesario y manteniendo la intriga a través de las dos líneas temporales que se van alternando. Sí que es cierto que en la parte central hubo algún capítulo que me resultó algo tedioso y algún evento demasiado previsible, pero la sensación final es positiva. Me ha parecido también muy acertada la forma de resolver la historia, a excepción de algún momento final de película que solemos encontrar siempre de cara al desenlace  y que creo que no es siempre necesario.

Ibon Martín vuelve a dejarme buenas sensaciones. El autor repite con la fórmula que tan bien funcionaba en “El faro del silencio”: trama compleja, armada en dos líneas temporales; amplísima galería de personajes que se prestan a sospechar de ellos; una ambientación logradísima y al frente, Leire Altuna y Ane Cestero, dos chicas listas de las que, sospecho, volveremos a saber pronto.



miércoles, 4 de mayo de 2016

"El teorema Katherine", por John Green.

Si Colin Singleton, protagonista de la historia que hoy nos ocupa y genio de las matemáticas, tuviera que representar a través de una de sus gráficas mi relación con esta novela de John Green, el resultado sería una especie de parábola invertida. Porque más o menos el idilio fue tal que así:

INICIO / PLANTEAMIENTO.

Soy de las que disfrutaron mucho con “Bajo la misma estrella”. A pesar del marcado carácter juvenil de la novela, la forma de contarlo de John Green me pareció deliciosa y sus personajes se quedaron un poquito conmigo. Así que con ese precedente abordé la lectura de “El teorema Katherine”. Y el inicio no estuvo mal.
Me gustó reencontrarme, sobre todo, con el particular humor del autor, entre lo infantil y lo corrosivo, a veces benévolo y otras tantas doloroso. Fue suficiente acicate para continuar con una lectura que no estaba resultando lo esperado en cuanto a su trama, pero sí en cuanto a la forma de contarla.

Los personajes tampoco me disgustaban. El típico genio carente de habilidades sociales está muy visto, pero lo está porque funciona. Ahí está Sheldon Cooper, manteniendo a la audiencia año tras año. Sólo que Colin… quizá es un poco más llorón, más deprimente de la cuenta. Pero para compensar tenemos a su amigo Hassan, el oportuno contrapunto, aligerando en lo posible el peso que nuestro (anti)héroe carga sobre los hombros.

Pero entonces llegamos al…

NUDO.

Y aquí, la catástrofe absoluta. Un tedio insufrible, con un montón de referencias a un archiduque y miles de Katherines pululando por una historia inconsistente que no sabe dónde va.
Los personajes no evolucionan. Colin sigue siendo un llorón, Hassan se vuelve cada vez más impertinente y Lindsey no tiene nada que aportar, más allá de lo sorprendente que resulta que una chica que lee la prensa rosa pueda tener alguna neurona que le funcione. No lo digo yo, claro. Lo dicen ellos.

Me aburro.

DESENLACE.

La novela no mejora en términos generales pero, lo reconozco, me río (incluso a carcajadas) en un par de ocasiones. No sé ni por qué, nunca he sido de las que se ríen en situaciones de peleas, caídas y demás. Pero quizá por el efecto sorpresa, me encuentro a mí misma divirtiéndome con algunas situaciones.  Puedo ser muy infantil a veces.

La cosa es que ésos dos ratos finales elevan un tanto mi impresión final de “El teorema Katherine” y no me llevo un mal sabor de boca. Incluso puede que me encariñase un poquito con algún personaje. Pero no lo suficiente para recomendarla a cualquiera que haya superado los años de instituto. 

miércoles, 27 de abril de 2016

"Holy Cow", por David Duchovny.

Reconozco que cuando me senté con “Holy Cow” entre las manos tuve miedo. Había cumplido a rajatabla con todo el ritual. Silencio, luces a medio gas, taza de café caliente, manta. Pero es que era él.

No.

ÉL. Notad el uso de las mayúsculas, por favor.

David era lo más parecido a un amor platónico que he tenido en mi vida. Él es el tipo por el que me levantaba a media noche, a riesgo de que mi madre me devolviese a la cama tirando de mí por las orejas, para ver a escondidas “Expediente X”. Con las consecuentes pesadillas y ojeras posteriores. Por ÉL me fui a dormir a horas intempestivas en días de colegio. Me maté a dar clases particulares todo un verano para comprarme la serie en un formato que ya no puedo ver en ningún dispositivo. Hice ese tipo de cosas. Y ahora me encuentro con una historia escrita por él entre las manos. ¿Cómo se digiere eso? ¿Hay algo más íntimo que el acto de leer las letras de otro? Era como asomarse al diario del chico que te gustaba en el instituto. Algo así. Pero, ¿y si no me gustaba? Por Dios, era la historia de una vaca. Una fábula. No las tenía todas conmigo, desde luego.

El alivio al asomarme a las primeras páginas fue inmediato. Me gustaba. El humor de Elsie, la vaca, me resultaba fresco, auténtico, natural. Un humor a lo Hank Moody, desenfadado y sarcástico. Pero aún así, ¿una vaca?

“Holy Cow” es la historia de Elsie Bovary, una vaca que vive feliz en una granja de Nueva York. La propia Elsie es la voz narrativa, en primera persona, de esta fábula para adultos salpicada de referencias entrañables para todos los que nacimos en las décadas de los setenta y ochenta. Elsie resulta ser una profunda conocedora de la cultura pop y la literatura de la época, además de una nostálgica sin remedio. Por ello, salpica su relato de simpáticas referencias que serán conocidas para todos los que aterrizasteis en la tierra por aquel tiempo. De lo que no sabe tanto Elsie es del universo de los humanos, a los que se esfuerza en comprender con escaso éxito.

Un buen día, Elsie descubrirá que existe un Dios Caja en torno al cual las familias se reúnen y al que prestan más atención de la que se otorgan entre ellos. Y gracias al Dios Caja descubrirá que la vida para los animales, en otros lugares, no es tan grata como la suya. Gallinas, cerdos y vacas que se apilan en vida para terminar sus días en mataderos. El impacto es tan grande que Elsie decide huir hacia el único lugar posible: la India, donde sus congéneres son seres sagrados.

El primer tercio de la novela de Duchovny es puro aire fresco. Y además no cae en lo obvio. Su crítica va muchísimo más allá del ecologismo o el amor por los animales, aunque también se pueda leer sobre ello en lo más superficial. Pero todos esos animales aglomerados en granjas no dejan de ser, por encima de todo, un acertado símil de nosotros mismos, de lo previsible, aburrido y gris de nuestra sociedad. A través de los ojos de Elsie nos vemos a nosotros, nuestra intolerancia, nuestra falta de interés, nuestra despreocupación a la hora de explotar unos recursos que se agotan y que parecen no importar a nadie. Con sarcástica lucidez, Elsie habla de religión y política, los dos males que más gravemente aquejan a nuestra sociedad. Y nos da también alguna pincelada acerca del mundo editorial, sobre aquello que se puede o se debe publicar, lo que vende, lo que lastra a un autor.

¿Hay algún “pero” que ponerle a “Holy Cow”? Sí, sí lo hay. Y es que en la parte central de la historia, tras un inicio sorprendente y con mucho gancho, la novela decae un tanto. No es una cuestión de ritmo, los capítulos siguen siendo brevísimos y la lectura ligera, pero sí desaparece el factor sorpresa y aparecen nuevos personajes que a mi parecer, lastran a Elsie, quitándole mucha más fuerza de la que le aportan. En ese momento, la trama pide un avance que resulta forzado y que cae en lo inverosímil, cosa que no había ocurrido en ningún momento antes.

El bache se solventa con un final en el que nuestros entrañables protagonistas retoman el discurso inicial y vuelve la inspiración que eché de menos en la parte central.

“Holy Cow” ha resultado ser una lectura distinta, curiosa, simpática y con un trasfondo que a pesar de lo amplio y complejo de los temas que aborda, se lee con agrado y buen humor. Si os apetece leerla, u os pica la curiosidad simplemente, aún podéis participar en el sorteo que sigue activo en el blog hasta finales de esta semana.

miércoles, 20 de abril de 2016

"Todos iremos al paraíso", por José Ángel Mañas.

Me topé por primera vez con José Ángel Mañas en plena efervescencia adolescente, cuando somos más vulnerables y tenemos ésa tendencia a vivirlo todo con intensidad. Supongo que eso tuvo mucho que ver en que me impactase tanto “Historias del Kronen”. Yo acababa de llegar a la ciudad, estaba sola y todo se me antojaba enorme y caótico. En la novela de Mañas me encontré con una visión del mundo que no conocía, yo era una niña de pueblo con todas las letras, con todo lo que eso conlleva, así que si la habéis leído, os podéis imaginar el impacto que causó en mí. Nunca me volví a cruzar con el autor madrileño hasta hace unas semanas, cuando vi su nombre entre las novedades de la editorial Stella Maris. Y decidí que era un buen momento para reencontrarnos.

“Todos iremos al paraíso” es la historia de Paz. Mujer de relativo éxito, trabajadora, madre, esposa. Tan común, tan anodina como ésas miles de mujeres con las que nos cruzamos cada día sin reparar en ellas. Paz puedes ser tú, o yo. Y sin embargo, un día cualquiera, el primero de las vacaciones, a Paz le ocurre algo que nos podría pasar a cualquiera. Uno de ésos accidentes tontos. Y luego una decisión desafortunada. Y a partir de ahí, lo cotidiano se torna en una debacle absoluta.

No os quiero contar nada más, esta es una de ésas historias que hay que leer sabiendo lo menos posible. Podría deciros de ella que es absorbente, que no te deja respirar, que es uno de ésos page-turner de manual que te obligan a permanecer en casa, con el pijama puesto y el pelo revuelto, con las persianas bajadas para ahuyentar a los posibles visitantes. Pero todo eso, aunque es cierto, no es lo más destacable de la novela de Mañas.

“Todos iremos al paraíso” es, sobre todo, perturbadora, inquietante. Y lo es porque ahonda en lo cotidiano, porque te muestra lo fácil que es que la vida se tuerza y que todo lo que has conseguido con tiempo y esfuerzo se vaya al garete. Que es posible, incluso sencillo, que una decisión mal tomada te convierta en algo que nunca quisiste ser. Que te puede pasar a ti. Es inevitable ponerse constantemente en el lugar de Paz. Pensar qué habrías hecho tú, cómo habría sido tu camino de haberte visto en la misma encrucijada.

Mañas construye un fantástico personaje principal, se ceba con él y nos presenta a una mujer compleja, errática, vulnerable, llena de aristas y dobleces. A Paz cuesta comprenderla, a veces sus decisiones resultan inverosímiles, como si eligiese a conciencia la opción más difícil. Pero la trama funciona a la perfección y culmina, a mi parecer, con un final redondo y en mi caso, inesperado por completo.

Os animo, sin duda, a que os acerquéis a la nueva novela de José Ángel Mañas, especialmente si sois amantes del género negro y de los personajes turbadores y complicados que van mucho más allá de los clásicos roles del bueno y el malo de la historia. Podéis leer el primer capítulo aquí pero cuidado, que engancha. ;)