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viernes, 31 de marzo de 2017

"El ladrón de vírgenes", por David de Juan Marcos.


Después de quince años de misteriosa ausencia, Andrés Pajuelo regresa a su casa para proyectar el robo de una serie de valiosas obras de arte religioso. Para ello necesitará la ayuda de sus dos hijos, del melindroso prometido de su hija y de un enigmático gigante experto en teología y en arte sacro. Cuando todo parece estar listo para ejecutar el último y más lucrativo de los robos, es acusado de varios asesinatos. Para sorpresa de toda su familia, Andrés reconocerá al instante su culpa ahorcándose en público.

El ladrón de vírgenes es una reflexión sobre las mentiras que encierra toda religión y sobre la importancia de la religiosidad en la condición humana. Un análisis sobre los límites de la traición, la lealtad y la fuerza de las promesas. Un certero homenaje a la tradición oral de contar historias.


Cómo nos dejamos engañar a veces por las primeras impresiones. Me ocurrió con “El ladrón de vírgenes” que al recibirlo y tocarlo por primera vez, me transmitió la sensación de que era una novela pequeñita. Su portada monocromática, una edición bastante modesta y la firma de un autor no demasiado conocido me llevaron a pensar que quizá estábamos ante una historia de las mismas características. Por eso, quizá, fue mayor mi sorpresa al toparme con unas primeras líneas que me dejaron temblando. Por lo que transmitían y por lo bien escritas que estaban.

Cómo iba a saber que aquel hombre traía la muerte consigo. Debí darme cuenta por su olor a cebolla rancia. Debí darme cuenta cuando la leche cuajaba a su paso en los cubos de metal. Cuando las palomas morían desplumadas por la tiña, o porque allá por donde pasaba doblaba los racimos y dejaba una pestilencia a plomo de preludios de tormenta de verano.

En mi caso, era la primera vez que me topaba con las letras de esta autor, y mi sensación inicial fue de sorpresa. Qué bien escribe David de Juan. No es sólo el riquísimo vocabulario que maneja, el uso de las metáforas, su forma de ambientar… No es sólo eso, claro, sino el buen gusto con el que lo hace, la forma en la que mima cada pasaje, la elección de cada palabra, armando una prosa bellísima donde nada parece fortuito pero, a la vez, fluye con naturalidad, dando lugar a un estilo narrativo que no es sencillo pero que tampoco está vetado a nadie.

Me ha sorprendido también la recreación que el autor hace del mundo rural al que vuelve Andrés Pajuelo. Un pueblo pequeño, en los años de la posguerra, en los que las arraigadas creencias de sus gentes acaban convirtiendo al lugar en un nido de maledicencias, rumores y miedos.

Y de ese ambiente se vale David de Juan para poner sobre el tapete la religión, que en este caso es una como podría ser cualquier otra, porque las cuestiones que nos propone valen para todas. A través de la voz, sobre todo, del gigante Julio Ramón Ortega, miramos la religión desde distintos prismas: como acto de fe que nos ayuda a caminar hacia adelante, pero también como instrumento de manipulación, para inculcar el miedo. Unas creencias que nos exigen despojarnos de lo material mientras se idolatran iconos que cuestan mucho dinero del que se mueve en este mundo.

“Escucha, Cirilo, la Iglesia nos dice que el amor es el motor del mundo, pero mucho más fuerte que el amor, enormemente más intenso y omnipresente es el miedo. Claro. El miedo lo cubre todo con su velo de prejuicios, manías, caprichos, ciega el ánimo como una noche sin estrellas ni luna. El miedo, querido patriarca de Alejandría, es lo que tenía en mente Dios cuando se sentó a inventar lo más terrible.”

No quería terminar mi reseña sin hacer una mención a los personajes que ha creado el autor para esta historia. Sobre todo porque estamos ante una novela coral que no alcanza las doscientas páginas, con las que sin embargo, David de Juan se basta, no sólo para construir a sus personajes, sino también para dotarlos de profundidad y ahondar en su psicología. Para envolverles a todos en el velo de la miseria, la maldad, la culpa, la locura y la pasión, a cada cual lo suyo.

Como veis, me ha sorprendido de forma muy grata “El ladrón de vírgenes”, una novela que podría ser casi un thriller de tono pausado si no fuera porque su trama es, sobre todo, una excusa para hablar de otras cosas. No gustará a todos, pero sí es una apuesta segura para los que disfrutan de una buena narración y tengan ganas de descubrir la potente y novedosa voz de David de Juan Marcos.